domingo, 25 de abril de 2010

EN EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS


Jonathan Millán y Miguel Noguera, como Mauro Entrialgo, se mueven en el cómic, pero no «pertenecen» al cómic, sino al humor contemporáneo. Por llamarlo de alguna manera, y que esa manera no sea post-humor. Y es que en este nuevo «humor sin gracia» me resulta más fácil ver la línea de continuidad con la tradición remota en el tiempo y cercana en lo geográfico (Mihura y La Codorniz, por ejemplo) y cercana en el tiempo y remota en lo geográfico (Gary Larson, por decir algo) que la ruptura. Digámoslo claro: el «humor sin gracia» tiene mucha gracia cuando es bueno. La tuvo Noguera cuando le vi actuar en directo en UCMCOMIC, y la tiene ahora cuando, aliado con Millán, se presenta en este 1-Hervir un oso (Belleza Infinita, 2010), que acaba de colocarse a la cabeza del pelotón en la carrera para ser el libro de humor del año.
Además, si 1-Hervir un oso no tuviera gracia, no me habría pasado lo que me pasó: lo pillé cabreado y al terminar de leerlo estaba feliz (un poco). Gracias, señores Millán y Noguera.
Por describirlo mínimamente al paisano despistado que pueda encontrarse con él, diré que este volumen reúne un montón de microhistorias o embriones de historias que parecen importadas del país de las últimas cosas. Del país de las últimas cosas que se nos ocurrirían, claro. Digamos que definen un lenguaje poético con su prosa funcionarial y su grafismo de dibujo animado anémico, mediante el cual expresan una serie de propuestas o ideas que, aun posibles, o remotamente posibles, o descabelladamente posibles, son poco plausibles. Son improbables. Son demenciales, vaya.
Hay un matiz paranoico detrás de la mayoría de las ideas, que si bien están dibujadas con neutralidad, parecen escritas con el mismo fervor que mencionábamos al hablar de Martí. Es como si estuvieran escritas por un loco que no sabe que es un loco. Bueno, por eso es un loco, claro. Si no, sería un listo.
Bajo la aparente diversidad de temas, creo que un punto de conexión es la frecuente utilización de tópicos de la cultura de consumo juvenil: series de televisión, cine, y en general, con gran preferencia, el género fantástico. Se adivina así una mentalidad joven (lo que hoy en día no quiere necesariamente decir «un joven») detrás del invento, y por eso me gustaría ver a Millán y Noguera romper el círculo (cada vez más amplio y difuso, es cierto) del material «de culto» para verles aplicar su imaginación estragada al mundo a gran escala: las noticias, el supermercado, el hospital, mi cartero... En fin, si son tan buenos como parecen, estoy seguro de que acabarán llegando a eso. Star Wars se les queda pequeño.
El libro es deslumbrante. Hay que leerlo.

6 comentarios:

el tio berni dijo...

Yo me enteré esta tarde de que el libro existía y lo pedí inmediatamente a la editorial. ¿Gary Larson has dicho? Entonces no me he equivocado (aunque por lo poco que he visto, esto es otra onda).

Beatrice Williams dijo...

A mí me ha encantado. No me esperaba que fuera tan acojonantemente bueno, la verdad. ¡Ojalá lo vendan como churros!

Angel dijo...

Me pillé el libro y aluciné con él, pero no sabía como definirlo y creo que tú lo has hecho perfectamente:
"el «humor sin gracia» tiene mucha gracia cuando es bueno."
Una autentica pasada.

Iñaki dijo...

Seguí tu recomendación y lo he comprado. Tuve que hacer esfuerzos para no montar un número en el metro. Tiene situaciones descacharrantes. Al principio con los cantantes New Age y la telequinésis ya ví que aquello prometía.

Estoy por la mitad. Qué suerte la mía!

Santiago García dijo...

Momentos gloriosos: lo del exorcista, lo de Cuéntame y los precréditos. Hay más (¡el pedo diferido que modifica el concepto de culpa!), pero ahora me vienen a la cabeza esos.

Little Nemo's Kat dijo...

Momentos muy grandes (lo de los precréditos es enorme). Junto a mis padres, nos hemos carcajeado en público con el despertar a la madurez soñando a Cela y con la confirmación de un perro. En privado con el personaje generado por la fiesta. Con todo él, en realidad, para que engañarnos.

Gran cómic. Huele a obra de culto.