jueves, 1 de octubre de 2009

EL VUELO DE LA MEMORIA




Decía al escribir sobre Santo Cristo que la memoria no se ha practicado en demasía en el cómic español. Creo que los españoles somos (todavía) demasiado pudorosos para desnudarnos en público sin artificios. Si bien Santo Cristo está hecho de la materia de los recuerdos, es cierto que están ficcionalizados, poniendo una distancia -aunque sea un velo traslúcido- entre el narrador y la obra. Un paso más allá de esa ficcionalización de los recuerdos está El arte de volar (Edicions de Ponent, 2009), de Antonio Altarriba y Kim, que intenta contar lo que pasó con la máxima fidelidad. Pero no lo que le pasó al narrador, sino a su padre.

Antonio Altarriba, el guionista, adopta la voz de su propio padre para contarnos su vida, y esa pirueta narrativa es un acierto porque así conserva el acento singular del protagonista de la obra, como ocurría en Un largo silencio, aquella colaboración entre Miguel Gallardo y su padre Francisco (de la cual, por cierto, me parece increíble que siga existiendo sólo la edición original de 1997; así perdemos nuestros tebeos fundamentales de los últimos años y nuestra propia memoria; fin de la digresión). No es la única coincidencia entre Un largo silencio y El arte de volar. Ambos son tebeos en los que el hijo historietista intenta reconstruir las vivencias del padre derrotado en la guerra civil española, a la que sin embargo sobrevivió físicamente, si no espiritualmente. El modelo lejano para este tipo de empresas sería, obviamente, el Maus de Art Spiegelman, lo que es tanto como decir que se trata de una empresa muy ambiciosa y que sólo deben intentar historietas de gran talento y madurez, como es el caso que nos ocupa.

La historia del padre de Altarriba es la historia de la quiebra de los ideales. Antes de la derrota a manos de Franco, está la derrota de la revolución a manos de los propios revolucionarios. Después, viene la supervivencia del niño convertido en hombre en un solo episodio violento, y ahora perdido en un mundo donde no hay más hogar que el hogar ocupado, y al que, a pesar de todo, no queda más remedio que volver. Así, se produce el viaje de la Historia a la microhistoria, de la patria a la familia, de los ideales a los materiales. Y luego, a la nada.

El dibujo de Kim resulta sorprendentemente apropiado para El arte de volar. A pesar de sus (lejanas) raíces underground, a lo que más recuerda es al tebeo comercial español de los años 50. El choque entre ese estilo minuciosamente descriptivo y ortodoxo y la temática contemporánea que trata hace que miremos el relato con ojos actuales desde un punto de vista tradicional, y eso refuerza la sensación de que lo que estamos leyendo es una revisión de la historia desde hoy; es decir, que lo que realmente estamos viendo no es la historia del padre, sino el intento del hijo por entender la historia del padre, por ponerse en su lugar. Y eso se logra a través de las herramientas que brinda la tradición de la historieta local, la que dibujó el ocio de los españoles durante las décadas cruciales de esta narración. Kim nos redescubre que el underground, al fin y al cabo, aquí como en Estados Unidos, hunde sus raíces en los tebeos comerciales de siempre, es más una revisión que una ruptura. Como esta historia misma.

Dice Antonio Martín en el prólogo que "por vez primera, según mi conocimiento de la historia del cómic español, esta obra se dirige deliberada y definitivamente, de forma exclusiva, a un público maduro mentalmente, a unos lectores que no leen por simple entretenimiento, con una historia que tiene la dimensión y la textura de una novela". Puede sonar chocante, pero creo que en gran medida tiene razón. El arte de volar está hecho sin concesiones de ningún tipo, y podría ser, en efecto, la primera verdadera novela gráfica adulta española. Sus páginas tienen un aire fundacional. Pero que esa promesa se cumpla ya no depende del trabajo que han hecho Antonio Altarriba y Kim, depende de que los demás aprendamos también a volar. Ellos han hecho su parte.

3 comentarios:

el tio berni dijo...

¿Alguien dijo Premio Nacional de Cómic? A mí también me gustó mucho, aunque algún pasaje de la Guerra Civil me resultó un poco cansino por ya visto. Pero la parte anterior, donde el protagonista quiere levantar el vuelo de su pueblo y, sobre todo, la posguerra en España, son muy buenas.

latro dijo...

Por circunstancias, atravieso una temporada en la que apenas puedo leer mis colecciones mensuales regulares, por lo que selecciono muy mucho el resto de tebeos que compro.
Pero este va a ser uno de ellos: me has convencido.

Anónimo dijo...

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