lunes, 2 de enero de 2012

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 24: LOS TRES SUPERMOSQUETEROS


(PARTE DEL CAPÍTULO LAS MEJORES HISTORIAS DE BATMAN)

LOS TRES SUPERMOSQUETEROS

Dick Sprang (entintado por Stan Kaye)

World’s Finest Comics 82 (1956)

Seleccionado para el volumen antológico Las mejores historias de Team-Up jamás contadas, este relato ejemplifica el sentido y la forma de hacer las cosas durante toda una era de los superhéroes. World’s Finest Comics era la colección donde, mes tras mes, Batman y Robin se aliaban con Superman para enfrentarse al mal... y ya se pueden imaginar el tipo de extraordinarias amenazas que había que buscarles a los héroes más destacados de DC en una época en la que el Hombre de Acero era Dios, pero en infalible, y el Señor de la Noche un ultraeficiente maestro de múltiples disciplinas. El artista supremo de este estilo es Dick Sprang, que tenía afición por los mosqueteros y espadachines, los cuales reaparecen constantemente en sus aventuras, aunque quizás en ninguna tan esplendorosamente como en ésta. “Había un guionista llamado Ed Hamilton -recuerda Sprang- que escribió algunas historias de viajes al pasado que disfruté mucho haciéndolas. Me gusta la historia de los Tres Mosqueteros que aparece en Batman 32 -aún conservo el arte original- y me gusta el reprise que hicimos en World’s Finest 82 muchos años después, Los Tres Super Mosqueteros. Me gusta porque era histórica, y yo soy un fanático de la historia. También me gusta la arquitectura, y me encantaba ilustrar escenarios extranjeros, como Roma, Grecia, Egipto, Francia, la antigua Inglaterra.” El doctor Carter Nichols, de Gotham, se propone descubrir el misterio del hombre de la máscara de acero, prisionero en la Francia del siglo XVII. Clark Kent, presente en la rueda de prensa en la que lo anuncia, piensa: “Hum... ¡Nichols ha enviado a Batman y Robin al pasado frecuentemente! Quizás...” Dicho y hecho, Superman se desliza en la Mansión Wayne a través de la chimenea, como un Papá Noel kryptoniano, y anuncia a sus amigos la intención de acompañarles en la excursión al pasado. Por algún extraño cable suelto del argumento, Nichols utiliza su rayo del tiempo para hacer retroceder a través de los siglos a Bruce Wayne, Dick Grayson y Clark Kent, en lugar de sus alteregos. No es que esto tenga mucho sentido, porque lo primero que hacen los héroes al llegar a 1696 es ponerse la ropa de faena. Pero estos detalles incoherentes en poco afectan a la explosión de vitalidad y energía que llena cada una de las 12 páginas. Ataviados con indumentaria de mosqueteros sobre sus mallas de superhéroes, los tres justicieros del siglo XX se convierten en aliados de D’Artagnan, para pavor de las fuerzas de Bourdet, “el canciller malvado del rey”, como lo describe el legendario espadachín. En el transcurso de los acontecimientos, Superman asalta la Bastilla, Batman se disfraza de Luis XIV y da órdenes por los pasillos de Versalles y los superhombres hacen, en resumidas cuentas, aquello para lo que han nacido los superhombres: modificar la historia, alterar el curso de la humanidad, divertir a la chiquillada. Todo ello sin derramar una gota de sudor, sin perder la alegría y sin olvidar que en la última página siempre tiene que quedar un misterio por resolver (¿quién es el hombre de la máscara de acero?). Una visión pletórica, exuberante y alegre de lo que significa ser un superhéroe, un hombre que está por encima de los demás y que se divierte realizando su trabajo.

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