lunes, 9 de enero de 2012

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 25: ROBIN DIES AT DAWN


(PARTE DEL CAPÍTULO LAS MEJORES HISTORIAS DE BATMAN)

ROBIN DIES AT DAWN

Sheldon Moldoff

Batman 156 (1963)

Otra de las que se reeditaron en un tomo de Mejores historias jamás contadas, en este caso en el primero de Batman, aunque allí aparece presente en una versión mutilada que omite el prólogo “El secreto del Hombre Hormiga”. ¿No habíamos quedado en que la etapa 1960-1963, inmediatamente previa al New Look de Julie Schwartz, era la más bochornosa en toda la existencia del Hombre Murciélago? Puede que sí, pero eso no impide que haya excepciones a la miseria, y ésta es sin duda la más notable. Considerada clásica casi en el momento de su publicación, “Robin muere al amanecer” es el broche emotivo ideal para toda una época. Si las historias del Batman clásico se caracterizaban por argumentos trabajados y personajes inmutables, habitualmente fríos y poco dados a las explosiones sentimentales, ésta toma el sentido directamente opuesto. Lo normal es que Batman y Robin se enfrenten a un problema y lo resuelvan con mayor o menor dificultad, pero no que se muestren afectados por las vicisitudes del caso. En esta ocasión, Batman y Robin se ven más que alterados, como si después de 30 años combatiendo el crimen imperturbablemente, y sabiendo que está próximo el final, se dejaran invadir por la fatiga. Cuesta creerlo tratándose de una historia dibujada tan caricaturescamente como siempre por Sheldon Moldoff, pero “Robin Dies At Dawn” es un relato crepuscular teñido de tonos de tristeza.

En el prólogo, “The secret of the Ant-Man”, Batman parte hacia una “misión alto secreto”, y Robin aprovecha su soledad para resolver un caso en el que está implicado un supervillano diminuto que responde al nombre de Hombre Hormiga (su homónimo marveliano, que al contario que este personaje, es un héroe, había debutado el año anterior en Tales to Astonish). Cerrado el asunto, Robin se pregunta, inquieto, “¿A dónde iría Batman... y por qué mantendría tan en secreto su misión? ¿Dónde está? ¿Dónde?” La respuesta que da el inicio del capítulo I de “Robin Dies at Dawn” es espectacular: Batman está en un planeta alienígena, perseguido y acosado por todo tipo de amenazas extraterrestres, y desprovisto de su cinturón utilitario. En efecto, los extraterrestres rosas son una marca distintiva del momento (aquí hay uno, y gigante y con cuatro brazos, para más señas), pero a pesar de lo kitsch del decorado, se respira una desesperación y un dramatismo desacostumbrados para esos años. Es como si esta vez la cosa fuera en serio, como si esta vez todos los trucos del mundo no fueran a servir de nada. Ha llegado la hora de la verdad. Intentando escapar del gigante rosa, Robin es aplastado por una roca. Un Batman histérico se arrodilla sobre su pequeño amigo: “¡Mientras le busca el pulso, Batman sabe que será inútil!” “¡Ha... ha muerto! ¡Robin ha muerto!” La página se cierra con la impresionante estampa de Batman inclinado sobre la tumba del Prodigio Juvenil, bajo un sol que luce furioso. “Más tarde, en este mundo hostil y alienígena, un montículo de piedras se convierte en la cripta de Robin... ¡el lugar del descanso final de Robin!” A Batman, hostigado por la fatiga, el hambre y la sed, además de desmoralizado, las fuerzas le abandonan, y cuando se le cruza en el camino una especie de descomunal bulldog extraterrestre de piel roja y ojos resplandecientes protuberantes, decide rendirse: “¡Una bestia! ¡Una bestia alienígena! Estoy demasiado débil para huir o pelear... ¡Que venga! ¡No quiero vivir! ¡Es culpa mía que Robin muriese! No quiero vivir...” Y la bestia se acerca a Batman enseñando sus colmillos terribles como dos supositorios gigantes. Si es sugerente la idea de que Batman y Robin puedan llegar a morir, más tremendo es cómo se plantea el escenario: en la soledad de un planeta extraño, ignorados y abandonados por todos los que les quieren y todos aquellos a quienes tantas veces defendieron, enterrado sin ceremonia bajo unas piedras uno y engullido por un animal salvaje el otro, con el mismo Señor de la Noche absolutamente quebrantado y pidiendo la muerte... Lo que ocurre es que nada de eso es verdad, sino una simulación de un prototipo de realidad virtual (aunque no es ése el nombre que recibe entonces, desde luego). La misión alto secreto de Batman era la de servir de cobaya a un experimento que “¡duplica las condiciones que un astronauta podría tener que soportar si se encontrara solo en un vuelo espacial!” Durante el resto de la historia, Batman tiene que afrontar las secuelas emocionales y psicológicas de lo que ha vivido, secuelas que, al afectarle en mitad de la lucha contra el delito, le ponen en grave peligro tanto a él como a su joven compañero. Una vez repuesto por completo, Batman, Robin y el Bat-sabueso caminan pletóricos hacia el lector, con un fondo bucólico y el sol brillando más luminoso que nunca, como si, pasada semejante prueba, ya hubieran cumplido con su destino. Saben que no volverán a verse en situaciones tan pintorescas y entrañables como “El mago Batman”, “Batman buzo” o “Lord de Batmanor”: “El alba... antaño una señal de la muerte de Robin... ahora es el signo apropiado que indica que la carrera como luchador contra el crimen de Batman ha regresado a la vida!”

No hay comentarios: