viernes, 25 de noviembre de 2011

LOS DOMINGOS EN MARTE


Los lectores más avispados de Mandorla -y yo sé que todos los que leen Mandorla son avispados- se habrán percatado de que llevo varios posts seguidos dedicados a autores y obras que podrían situarse en lo que llamaríamos la vanguardia del tebeo contemporáneo. Más o menos experimentales, más o menos formalistas, más o menos comerciales, Art Spiegelman, Chris Ware, Yuichi Yokoyama, Anders Nilsen, Gary Panter y Olivier Schrauwen tienen en común una inquietud básica por los límites y las posibilidades del arte con el que han elegido expresarse. Tienen otra cosa en común: ninguno es español.

¿No se hace cómic experimental, cómic de vanguardia en España? No somos un país de gran tradición en esa línea, es cierto, aunque sí que han salido de aquí algunos talentos de calibre internacional: me vienen ahora a la cabeza Micharmut o Calpurnio. Sin duda, a algunos les vendrán otros. Pero no es una lista muy numerosa. O no lo era hasta hace poco, porque creo que la cantera de heterodoxos españoles empieza a dar cada vez más frutos. Estoy pensando en dibujantes como Juanjo Sáez, Felipe Almendros (su RIP está el primero en mi lista de lecturas deseadas para cuando vuelva a España), Leandro Alzate, Marcos Prior o Francesc Ruiz. De nuevo, entre otros. Otros como, por ejemplo, Gabriel Corbera (Barcelona, 1975), un ilustrador que en 2011 ha publicado online seis páginas de su originalísima serie Sundays on Mars.

Lo primero que llama la atención de Corbera es la depuración de sus formas, la soberbia facilidad con la que maneja el lenguaje del cómic y la ilustración comercial de los años 50 y 60, que es su principal referente. Al tipo de cómic al que me refiero es, principalmente, al cómic infantil y aparentemente impersonal que dibujaran talentos como John Stanley (La pequeña Lulú, Thirteen Going on Eighteen, delicias todas que están siendo reeditadas en estos últimos tiempos por Dark Horse y Drawn & Quarterly), y a tiras de prensa como el Peanuts de Charles Schulz (esta referencia es casi inevitable citarla, después de que uno de los Sundays on Mars esté dedicado a la improbable batalla entre Carlitos y la Masa). Es decir, Corbera ha abrazado como propio un lenguaje gráfico caracterizado por la perfección cerrada de sus formas geométricas y al mismo tiempo la amabilidad de éstas, que lo hacían aparentemente el más apropiado para el público infantil. Un estilo inexpresivo, cerebral y blando, alejado del expresionismo torturado del comic book de superhéroes que acabó desplazando de los kioscos a estos otros tebeos, pero que hoy en día está siendo reivindicado por la vanguardia norteamericana de las viñetas, con Chris Ware y Seth a la cabeza. Precisamente en es en la vanguardia del cómic norteamericano que surge a partir de los 80, impulsada por revistas como Raw, donde se pueden encontrar otros puntos de referencia de Corbera, en nombres como Richard McGuire o Jerry Moriarty. Es decir, lo moderno y lo antiguo, unido por un trazo invisible.

Y sí, la huella de Ware está muy presente en Corbera, cómo no (véase aquí uno de los más sinceros ejemplos), pero lo interesante es cómo Corbera está recuperando ese lenguaje clásico comercial con un sentido casi opuesto al de Ware. Mientras que el estadounidense reprime y sublima las emociones en las formas icónicas y neutras de sus personajes y en la tersa pulcritud de sus escenarios, el de Barcelona los utiliza como un cauce por el que verter un torrente de vitriolo, un mar de violencia catártica. Es como si Tubby ya no aguantara más después de 50 años comportándose y siendo un buen chico, y ahora, ya encanecido y encabronado, hubiera decidido desahogarse avasallando todo y a todos. La mayoría de las historietas de Sunday on Mars tienen un humor salvaje, un humor que más que negro llamaría cruel, un humor que reivindica la violencia como un sano código de conducta pública injustamente postergado. Un humor cabrón, qué coño.

Es difícil predecir a dónde irá esta serie, si es que va a algún lado. Corbera parece interesado en observar en detalle los comportamientos anómalos de la retórica gráfica del cómic. Por ejemplo, en el primer Sunday on Mars, el protagonismo llega del segundo plano, donde un error muy común en el dibujo clásico de cómic, como es la inadecuada diferenciación de planos, se utiliza aquí para empastar acciones que suceden en distintos espacios y denunciar así que la posibilidad de la lectura se basa en una ilusión sensorial, en una confusión de trazos, como mostraba la célebre liebre/pato de Gombrich. Privado de ese engaño, al lector sólo le queda un amasijo de líneas, un revoltijo de rayas e ira que es como un lenguaje gritado tan alto que ya no se entiende. Y entonces toca reconstruirlo a partir de los restos y, así, crear algo nuevo.

Algo nuevo en cada página, eso es lo que parece perseguir Corbera, siguiendo tal vez el principio enunciado en el texto del primer bocadillo de la primera viñeta de la primera página de Sunday on Mars: «Digamos que la única relación entre los diferentes enunciados es una muesca en la ruleta multidimensional. Cada uno de ellos es transportado a otro mundo que es esencialmente el mismo, aunque ligeramente alterado». Ésa es una manera de leer Sundays on Mars: como una acumulación de ligeras alteraciones, de mínimas anomalías que recorren el contorno de un dispositivo aleatorio conformado por viñetas dadas, por piezas gráficas prefabricadas, por un código viejo y abandonado que es lo único que nos queda ahora para comunicarnos, aunque no lo entendamos, aunque no nos pertenezca. Ésa, digo, es una manera de leer Sundays on Mars. La otra es, simplemente, como una tira cómica del siglo XXI.

Supongo que si lees Mandorla, si lo has leído durante los últimos días y si has leído este post entero es porque tienes algún interés por el cómic de vanguardia. En ese caso, te sugiero que sigas Sundays on Mars. No sólo porque Gabriel Corbera es muy bueno y algún día podrás decir que lo descubriste cuando sólo tenía seis páginas publicadas en su blog, sino también, y precisamente, porque Sundays on Mars apenas está empezando, y nadie tiene ni idea de qué va a pasar con eso. ¿Seguirá? ¿No seguirá? ¿Nos deslumbrará cada vez más o nos decepcionará paulatinamente? Uno de los grandes placeres del cómic experimental es precisamente situarse en ese territorio de la incertidumbre, en esa encrucijada en la que no puedes contar con ninguna ayuda teórica o práctica con la que enfrentarte a la obra: sólo estás tú y ella, tu intuición y un fogonazo que sientes o no sientes, como yo sí siento con Sundays on Mars. Y la diversión de no saber qué te espera detrás de la próxima curva. Cuando ya sí sepas con toda certeza que Sundays on Mars es bueno, buenísimo, ese momento habrá pasado. Lo habrás perdido. El momento es ahora. Y la pregunta es: ¿que hará Gabriel Corbera en su siguiente página? ¿Qué cojones va a hacer este tío? Espero que no lo sepa ni él mismo.

3 comentarios:

mr.ed dijo...

va a hacer algo grande este tío, eso seguro

TEBEOBIEN dijo...

voy a hablar en serio de gabi, al hilo de.
para empezar, es un humorista, es muy importante destacar eso. lo que dice santiago, 'tira cómica del sXXI', bueno, es la definición perfecta, es sencilla y escueta, pero es verdad. pese a la forma, los temas, 'sundays...' sabe a tebeo clásico. no sé bien cómo lo hac, pero eso pienso.
también sabe a otra cosa, pero ya no estoy seguro si es a estroncio 90 precalentado o a nanotecnología sideral.

Little Nemo's Kat dijo...

... y Federico del Barrio, el más experimental y vanguardista de nuestros clásicos. Sus Simple y Relaciones abrieron puertas.

Seguiremos a Corbera, thanks.