martes, 4 de octubre de 2011

EL SACRIFICIO HEROICO



Cuando se revisa la totalidad de la obra de un autor, una serie de temas recurrentes han de aflorar necesariamente, sobre todo si merece la calificación de “autor”, y no de mero “artesano” al servicio -noble, por supuesto- de las demandas del público consumidor. En el caso de Frank Miller, sus temas se repiten con tal asiduidad y con tan marcado énfasis que cabría clasificarlos de obsesiones; las obsesiones de un autor que no ha dejado de crecer desde los inicios de su carrera hasta la actualidad. A simple vista, esas obsesiones se identifican rápidamente: exaltación de la figura del  héroe solitario que se enfrenta a un entorno corrupto, abundancia de combates físicos, rabioso individualismo, culto a la fuerza, desconfianza de las instituciones, inevitable victoria desesperada del protagonista.

Motivos aparentes que se conectan con obsesiones más profundas, la primera de las cuales, increíblemente, no ha sido mencionada nunca, que yo sepa, en ninguno de los innumerables textos escritos sobre Miller: el masoquismo. Y digo increíblemente porque el masoquismo se presenta en Miller no sólo con todo el peso de su significado íntimo, no sólo de una manera implícita y alegórica, sino también con todos los signos externos que comúnmente lo identifican.

Es obvio que Miller se regodea en el sufrimiento que padecen sus héroes: desde Elektra (especialmente cuando es protagonista, en Elektra: Assassin) hasta Martha Washington, pasando por los Dwight, Marv y Hartigan de Sin City o los espartanos de 300, todos son torturados, vejados y humillados con un entusiasmo contagioso. Es más, los héroes suelen recibir la tortura con sentimientos a menudo de alegría o desafío: el resultado jamás es un trauma. La mortificación suele ejercer sobre ellos los efectos de una purificación espiritual por medios físicos. Los fortalece. Es un paso necesario para convertirse en verdaderos héroes.

Quien piense que el masoquismo es contradictorio con un héroe poderoso y violento, debería tener en cuenta que el masoquismo no implica verdadero padecimiento ni inferioridad. Se practica como medio de obtener el placer y lo suelen practicar individuos fuertes en su comportamiento social y público que, mediante ese ritual -porque es un ritual pautado con su propio protocolo- se ponen en contacto con su propia sensualidad, despiertan su humanidad y renuevan energías.

En los tebeos de Miller también están presentes muy a menudo esos símbolos rituales: las esposas, las cadenas, las máscaras de cuero, los clavos, los azotes. Y, por supuesto, algo más que el mero dolor físico: la sumisión. Los héroes grandes, míticos, imparables, poderosos, se someten por entero a la voluntad de un amo/ama (véase Marv y Dwight con Goldie y Ava, o Elektra y Daredevil con Stick) que personifica la verdadera sumisión al verdadero sueño: el sentido del deber. También son frecuentes las escenas de cautividad en las páginas de Miller, y repetida la presencia de la figura de la mujer fuerte, superior y castigadora, absolutamente idealizada. La dominadora.

Para alcanzar el éxito final en el juego masoquista, los héroes, una vez curtidos en el sufrimiento, deben afrontar el momento culminante: el sacrificio heroico. Es el instante hacia el que conducen todas las historias de Miller, el momento en que cristalizan todas las tramas y se entrecruzan todos los caminos abiertos. Los héroes de Miller, familiarizados ya con el dolor, sólo alcanzan la victoria mediante el sacrificio, la inmolación. Para detener a la supercomputadora Virgo, Billy tiene que renunciar a la fantasía de Ronin. Para convertirse en Elektra, Elektra tiene que perder lo que más quiere: su padre. Para volver a nacer, Daredevil tiene que abandonar su vida como Matt Murdock. Para eludir la derrota, el Batman de Dark Knight tiene que morir en combate con Superman. Para ser considerado un hombre, Marv tiene que entregar su vida en la silla eléctrica. Para acabar con la Circe que es Ava, Dwight tiene que sacrificar su propio rostro -su identidad- y matar a su amor. Para salvar a Grecia, los espartanos tienen que obstaculizar el avance de los ejércitos persas con sus propios cuerpos. Por supuesto, el sacrificio no es un impulso de muerte, un ansia de autodestrucción, sino la forma de encontrar la redención. Todos los héroes, una vez han hecho el sacrificio, obtienen la victoria que buscaban, librándose así del peso de sus pecados anteriores. En 300, por ejemplo, se nos indica como una de las razones para la invasión de los ejércitos de Jerjes -su veracidad histórica es irrelevante- la brutalidad de Leónidas y sus espartanos. Esa misma brutalidad les convierte en los más aptos para morir luchando por la libertad de sus compatriotas, y es ese sacrificio heroico el que inspira a los griegos para enfrentarse a los invasores y expulsarlos, es decir, el sacrificio facilita su redención final, aún después de muertos. El ejemplo puede trasladarse a The Dark Knight Returns, Batman Año Uno, Ronin, Elektra: Assassin, Elektra Lives Again, Born Again y todas las sagas de Martha Washington y Sin City.

Evidentemente, todo este artificioso ciclo que se repite una y otra vez, remite a la preocupación cristiana por el sufrimiento y el dolor, una preocupación que tiene sus raíces más allá de los mártires, en la Pasión de Cristo, que se sacrifica para salvar a todos los hombres... y resucita a los tres días. Como ecos distorsionados, miles de historias vienen a repetir ese mismo esquema bajo las más distintas apariencias. Y es que cuando se dice de la Biblia que es La Historia Más Grande Jamás Contada, no se dice sólo porque sea un eslogan muy comercial. En la obra de Miller, los motivos religiosos (monjas, iglesias, cruces) han aparecido normalmente como detalles de imaginería, como respondiendo a una preocupación o inquietud subyacente del autor que no acababa de definirse o aclararse. En realidad, probablemente sin percibirse de ello, Miller está afrontando sus propios conflictos espirituales mediante los disparos y los sablazos de héroes cortados por el molde del más intransigente John Wayne. El peso de la educación católica, sea servida a través de la catequesis o a través de vehículos de ficción, es difícilmente expurgable. “No puedes borrar toda tu infancia y todo lo que te enseñaron por el camino -explicaba Miller hablando de su propia formación católica.- Además, estamos hablando de una fe que se basa en miles y miles de años de filosofía, pensamiento y tradición. No puedes eliminarlo todo porque un día decidas que no forma parte de ti.

Así, las obras de Miller se muestran como una serie de metáforas destinadas a satisfacer una fantasía. Pero no la repetida fantasía de poder infantil del típico superhéroe americano, sino la fantasía de reconciliar el imperativo moral cristiano que exige ser bueno con el mundo en el que vivimos. Un mundo donde tenemos que ser buenos -si queremos salvarnos- a pesar de que todo -especialmente nosotros mismos- está en contra. “Sabemos que nos gusta identificarnos con un héroe o una heroína dinámicos que superan las adversidades y triunfan sobre sus enemigos, que terminan con el chico o con la chica. Pero se admiten menos el placer y el sentido que se ganan con la identificación con un cuerpo doliente. A Cristo se le venera siempre como una figura clavada a una cruz, sangrante y mutilada, despreciada y traicionada. Se trata de una visión que nosotros mismos, aunque generalmente en secreto, acariciamos.” [Una defensa del masoquismo, Anita Philips, Alba Editorial, 1998].

El grado de estilización de la metáfora -¿o deberíamos decir parábola?- es tan alto que lógicamente Miller plasma sus obras de redención de la forma más romántica posible. Sus trabajos son sólo marginalmente realistas. Por el contrario, lo que busca es aumentar la resonancia de cada detalle. El mejor ejemplo tal vez lo encontremos en las escenas de combate, diseñadas no para transmitir la energía cruda de un Jack Kirby o el dinamismo coreográfico de un Steve Ditko, sino para provocar la admiración. Los héroes pueden congelarse en el vacío, a mitad de salto, deteniéndose en un instante de extática plenitud, con el gesto preparado antes de descargar el golpe definitivo, que Miller suele escamotearnos recurriendo a sombras o elipsis, porque a él no le interesa la identificación ni la complicidad del lector, sino su admiración. Se trata de hacernos sentir más pequeños que esas figuras míticas, y los ballets ninja de exasperante lentitud (no se usan líneas cinéticas) son lo más alejado posible de las gratificantes rabietas de Hulk o las deslumbrantes y limpias superhazañas de Superman.

Es curioso que apenas nadie se haya molestado en indagar el contenido personal, psicológico, erótico (el masoquismo, no lo olvidemos, es al fin y al cabo un juego sexual) y religioso de Miller, siendo como son tan evidentes todas estas lecturas. Le ha tocado, sin embargo, arrostrar multitud de simplonas lecturas políticas, víctima tal vez del momento de su eclosión -The Dark Knight Returns y su alineación junto a obras de Alan Moore como Watchmen o V de Vendetta, además del Maus de Art Spiegelman, que tenían muy distinto cariz- y de la inmadurez de unos críticos recién salidos de la crisálida de lectores adolescentes de superhéroes que estaban demasiado ansiosos por clavar sus colmillos en una pieza jugosa. Los mismos críticos que, adentrándose en la madurez y perdida la euforizante inercia de los años 86 al 88, han vuelto sus lanzas contra Miller acusándole de desatinados delitos ideológicos y, básicamente, de seguir siendo fiel a sí mismo y no a la idea que se habían formado de él.

Y es que, más allá de lecturas e interpretaciones variopintas, Miller confirma cada año que pasa algunos rasgos que definen su figura inequívocamente. Uno, su constante inconformismo creativo, su constante deseo de llevar más allá su dominio del lenguaje del medio, y aún más, de inventar nuevas frases, recursos, giros que enriquezcan ese lenguaje. Continuamente alterando su estilo de dibujo, continuamente buscando soluciones narrativas e investigando el ritmo y la composición de la historieta, durante los últimos 20 años Miller ha hecho más aportaciones formales al medio que ningún otro historietista comercial americano. Se ha ganado una posición en una noble tradición de la cual es por ahora el último eslabón, y que reúne los nombres de Will Eisner, Jack Kirby, Steve Ditko, Gil Kane, Neal Adams y Jim Steranko.

Dos, su carisma personal, un carisma reforzado únicamente por sus decisiones personales, y no por sospechosas campañas de marketing. Miller representa una ética de trabajo y de comportamiento cuyos estándares no resiste casi nadie. Amamantado en la más mainstream de las cunas, la Marvel y la DC de los años 70, Miller se ha desplazado lentamente hasta instalarse en las más innegociable independencia, pero no la independencia que significa publicar en una editorial “independiente”, sino la independencia que supone la renuncia explícita a la influencia de las Grandes, la independencia -es más, la beligerancia- respecto a las presiones de la censura revitalizada, la independencia respecto a modas, la independencia respecto a los trucos fáciles del mercado y las tentaciones económicas para profesionales con nombre que suponen los proyectitos especiales de Daredevil o Batman. Frente a la decepeción de Image, frente a la decepción de la generación que lo prometía todo -Howard Chaykin, Walt Simonson, John Byrne, Jim Starlin-, Miller recarga las pilas leyendo a Daniel Clowes o acudiendo a la SPX 98, la convención del cómic alternativo americano, pero alternativo de verdad, casi la Anti-San Diego, podríamos decir. “En la entrega de los premios Ignatz el sábado por la noche, Miller dejó de lado su discurso, admitiendo ante el público reunido que su retórica habitual -sobre temas tales como los derechos de los creadores- era inapropiada para los asistentes a la SPX porque parecían haber “superado esa etapa”. Muchos asistentes expresaron su admiración por el reconocimiento generacional de Miller. Josh Neufeld declaró al Journal que uno de los momentos álgidos de la convención fue “oír a Frank Miller admitiendo que tenía “mucho que aprender” sobre los comix indie. Ver su acto de humildad (y su apertura a nuevas experiencias) fue probablemente el momento cumbre del fin de semana para mí.” [«SPX' 98: Over the Hump», en The Comics Journal #208, 1998, artículo de Tom Spurgeon]. No es fácil encontrar compañeros de viaje para Miller en estas condiciones: Will Eisner es la figura histórica que más se podría aproximar, y entre los contemporáneos apenas David Mazzucchelli.

Una actitud hornada para un hombre que ha establecido una relación coherente entre su vida y su obra. Hace tebeos sobre hombres buenos en un entorno hostil, y que los hace a pesar de las hostiles condiciones del mercado, incapaces por ahora de impedirle que se siente cada día delante del tablero de dibujo a intentar hacer lo mejor posible.

Texto publicado originalmente en U (marzo 1999) bajo el nombre de Trajano Bermúdez.

Me he acordado de este viejo texto porque me parecía un oportuno complemento al comentario de Holy Terror. De las numerosas ingenuidades que en él escribí, sólo hay un detalle que hoy me parece que necesario rectificar. Hoy sí creo que el sacrificio es «un impulso de muerte» o «un ansia de autodestrucción», una manifestación del autoaborrecimiento provocado por la moral cristiana de la culpa. Pero a lo mejor mañana pienso otra cosa.

23 comentarios:

Pepo Pérez dijo...

"Hoy sí creo que el sacrificio es «un impulso de muerte» o «un ansia de autodestrucción», una manifestación del autoaborrecimiento provocado por la moral cristiana de la culpa. Pero a lo mejor mañana pienso otra cosa"

yo también lo creo. Death wish, sí. Ya estaba en Marvel, por cierto. La Marvel de Lee-Kirby, la Marvel de Lee-Ditko. Miller, yo creo, hace suyo el tema y lo enfoca a su manera, o sea, trayéndolo al frente y subiendo el volumen al máximo. SACRIFICIO

Pepo Pérez dijo...

y, se me olvidaba, añadiendo expresamente parafernalia católica (la de su propia cultura familiar)

Santiago García dijo...

Esto que dices de Marvel -y en lo que tienes mucha razón- me hace acordarme de un tema que ha salido bastante en tu blog últimamente, Pepo. Porque si ese tema del sacrificio viene de Marvel, y si estás de acuerdo conmigo en que Kirby y Ditko no tienen nada que ver el uno con el otro, entonces a lo mejor es que ese tema tiene tanta importancia en Marvel debido a Stan Lee. Es una hipótesis de trabajo, una sugerencia para darle vueltas a la idea de cuál puede ser la participación autoral de Lee en Marvel.

Pepo Pérez dijo...

Exacto. Yo aventuro más, pienso de veras que era Stan Lee el que le daba mucha importancia al asunto del sacrificio en Marvel, él y no Ditko, ni Kirby. Porque es el elemento común que se puede encontrar en el Spiderman de Ditko y en los 4F de Kirby, el que los une. PERO no lo puedes encontrar, al menos de ese modo, ni en la obra de Ditko por separado (un objetivista convencido no se sacrifica por nadie, a Mr A y Question me remito) ni en la de Kirby por separado. En los New Gods de Kirby, por ejemplo, realizada muy poco después de abandonar Marvel en 1970, se llega a criticar el espíritu de sacrificio heroico. Incluso puede decirse que a Kirby le disgustaba el tema. De todos los citados, Kirby fue el único que luchó en el frente (II GM). Igual eso tiene que ver con su visión del tema, una visión muy alejada de la fantasía masoquista, la de un soldado que ha visto morir a compañeros suyos (Kirby pudo haber muerto también, estuvo grave en el hospital militar a causa de un pie de trinchera).

Pepo Pérez dijo...

(Ambos pies congelados, por el fango helado en el frente francés, en el invierno que siguió al desembarco de Normandía. Para Kirby, según contó en las raras veces en las que habló de aquello –yo conozco solo dos entrevistas– fue una prueba terrible)

Santiago García dijo...

Creo que está claro que a Ditko con su objetivismo no le encajaba mucho el sacrificio como aspiración. Para él, lo mejor que podías hacer por tus semejantes es cuidar de tus propios intereses. En cuanto a Kirby, estoy de acuerdo contigo en que el sacrificio no es su gran tema. Incluso en la historieta (en solitario) en la que parece tocarlo más de cerca, "The Death Wish of Terrible Turpin" (New Gods #8, 1972), creo que en realidad está hablando más del infatigable espíritu de superación americano (también conocido como "cabezonería"). Es significativo que lo llame "Death Wish", en todo caso. No, en el mundo de Kirby nadie tiene que sacrificarse gustosamente, quizás porque él sabía lo que significaba de verdad eso. Sus héroes son siempre triunfales y grandiosos.

Y sí, es verdad que el sacrificio está en el centro de Marvel, sin embargo. Así pues, no queda más remedio que pensar en Lee.

Santiago García dijo...

De lo de "Terrible Turpin", por cierto, hablábamos aquí: http://santiagogarciablog.blogspot.com/2011/08/tan-cerca-de-america-tan-lejos-de-kirby.html

Pepo Pérez dijo...

Sí, ese post, lo recuerdo, me encantó, muy revelador.

TEBEOBIEN dijo...

manitos!
cosas que se me ocurren. por qué entonces usa lee, judío, el sacrificio, eso tan cristiano? pienso que aquí nadie se traiciona a sí mismo, y menos alguien como lee. quiero decir, que si su moto era 'esto es marvel, y el resto no lo es', ahí tenía un filón. y si en dc un superhéroe no se llevaba una hostia ni por equivocación, en marvel se las iban a llevar todas toditas. quiero decir, que a la hora de pensar 'en marvel', y en marvel como opositor, invocó el romanticismo. que en definitiva es el gran halo que sobrevuela marvel, héroes románticos que, aunque no la diñaran nunca, o estaban a puntito o lo pasaban fatal.
digo yo!

Pepo Pérez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pepo Pérez dijo...

El concepto del sacrificio es tradición judeocristiana, no sólo cristiana (es algo que está muy arraigado también en la cultura judía, aunque con sus matices y diferencias).

Pero es que tú piensa que La Cosa y Spiderman participan de la misma idea de sacrificio, de la propia vida (aunque no mueran, viven amargados, infelices), por ayudar a los demás. Y la personalidad de Ditko (Spiderman) y Kirby (La Cosa,4F) no puede ser más diferentes. Estamos hablando de un Ditko que ya es randiano a tope antes de 1966, y se nota en muchos detalles de su Spiderman. Pero el sacrificio por la culpa estaba desde Amazing Fantasy 15, desde su primera historieta. Para mí eso fue cosa de Lee. Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad, etc., que en el universo Marvel significa más exactamente un gran sacrificio por los demás.

Y el elemento común entre Spiderman y 4F es Stan Lee, en mi opinión no hay otra. Pero no sólo es por eso, es que si tú lees los cómics de Ditko en solitario, y los de Kirby en solitario, ves que el tema sacrificio heroico o directamente no está (Ditko post-Spiderman) o está tratado de un modo muy diferente al de Los 4F (Cuarto Mundo de Kirby, por ejemplo).

Anónimo dijo...

No estoy muy seguro de que lo de la era Marvel de Lee-Kirby fuera sacrificio, aunque sí estoy de acuerdo en que Miller parte de ello y lo amplifica en su dirección llevándolo a su discurso.
En el caso de Marvel, más que aparecer el héroe que se sacrifica, lo que se escenifica es que "hay que pagar un precio". La Cosa es fea no por su voluntad de sacrificarse, sino que es el precio que tienen que pagar los 4F por ser héroes. Que en el fondo no es más que una metáfora de la vida misma: la vida es monstruosa, solo se vive si es es monstruo.
Pienso que en los tebeos (y en la ficción), por lo menos algo antiguos, el héroe representa al lector, no a un Cristo o similar. Es cierto que lo de pagar un precio se parece a hacer un sacrificio y probablemente por eso Miller pega tan bien en este mundillo, pero creo que hay diferencia. No hay intención propagandística en la monstruosidad (el sacrificio) de la Cosa, hay maldición. Le cayó encima, no tomó la decisión de asumirlo y se lanzó a ello, como sí hacen los héroes de Miller y Ditko. Es una diferencia quizás de matiz pero que para mí libra a Marvel de la unidimensionalidad del postrer Miller y del Ditko en solitario, los cuales no obstante, saben exponer sus puntos de vista con honestidad y arte. Otra cosa es compartirlos.

Pepo Pérez dijo...

Por supuesto que hay diferencias en el tratamiento respecto a FM, pero yo sí creo que el sacrificio por los demás (a veces con un death wish añadido, explícito) está en la Marvel de Lee. Tan solo dos apuntes: la muerte del padre de los Storm, que se tira ante una bomba diseñada para acabar con los 4F. Antes de morir, el discurso: para él, esa muerte significaba no sólo salvar a sus hijos y sus amigos, significaba la redención de una culpa previa, pero también la paz consigo mismo, y la aceptaba de buen grado.

La Cosa no es un héroe milleriano en el sentido que dices, él acepta su heroísmo a regañadientes, no lo abraza con gozo sino como mal menor, a veces incluso "impuesto" por Mr. Fantástico, para salvar a la humanidad. Pero su sacrificio -renunciar a su propia humanidad- a cambio de salvar a los demás con sus poderes como La Cosa está subrayado en distintos momentos de los 60. Era un mecanismo recurrente en la serie (ejemplo: La batalla del edificio Baxter, Ben Grimm ha vuelto a ser humano; el ataque final del Dr. Doom hace que Reed le transforme de nuevo en La Cosa, y lo hace además sin consultarle, "el destino de la humanidad está en juego", etc.. Y siempre se reflejaba su martirio por ese sacrificio, no era un sacrificio asumido sin reservas sino una maldición como dices. Pero que sí es el tema del sacrificio heroico, yo lo veo sin duda.
El caso Spiderman es más llamativo, porque lo que se planteaba expresamente en sus eternos soliloquios es si se sacrificaba (recordemos la vida de perros que llevaba) por los demás o simplemente lo hacía porque le gustaba hacerlo. Porque LE IBA LA MARCHA, podríamos decir. Ahí hay un paso adelante respecto a la maldición del sacrificio de La Cosa. Miller lo llevaría hasta las últimas consecuencias, eliminando las dudas que mostraba Peter Parker. Su Batman en DKR disfruta de lo que hace, sin reservas ni culpa.

Pepo Pérez dijo...

Otro ejemplo claro de sacrificio heroico a la Marvel, la muerte del Capitán Stacy, se tira para salvar a un niño, sin dudarlo, y muere en lugar de él. Es por cierto una muerte "vicaria" respecto a Spiderman, él podría haberse sacrificado también hasta las últimas consecuencias (morir) si no fuese porque, ejem, la serie tenía que seguir saliendo a los kioscos, y Spiderman ya era el título más vendido de Marvel por esas fechas. Pero esos personajes secundarios venían a subrayar el tema del sacrifico heroico. Creo yo, eh? Eso por no referirme al famosísimo momento de la lucha consigo mismo al límite de sus fuerzas -la muerte rondando de nuevo- de Spiderman en la última gran saga de Ditko, atrapado en la maquinaria y tal, y luego apalizado por los esbirros de Octopus, etc. Iba a morir ahogado si no levantaba la maquinarai, pero a Spidey le daba igual eso, lo que le obsesionaba totalmente era no fracasar, no fallar a su tía, era llevar el suero para salvarla. O sea, sacrificio por los demás, de nuevo. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, etc.

Pepo Pérez dijo...

«Death of a Hero!», FF, noviembre 1964. Ojo al discurso del héroe

Luis Bustos dijo...

Jo, me lo estoy pasando estupendamente leyendoos en las dos últimas entradas de Santiago. Poco puedo añadir a lo escrito por los demás. Solo felicitaros!!

Pepo Pérez dijo...

La última pagina de Death of a Hero! (FF nº 32, noviembre 1964) creo que también es significativa

Pepo Pérez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pepo Pérez dijo...

Más sacrificio heroico a la Marvel, Amazing Spider-Man 90, noviembre 1970. Acordaos que a esta página le siguen dos más para incluir el discurso del Capitán Stacy en su agonía final, catarsis dramática, dolor de Spiderman, etc.

Los más espabilados ya habréis observado que aquí no estaba Ditko, ni Kirby. Pero sí Stan Lee. Guión suyo, dibujos de Gil Kane, tintas de John Romita.

Pepo Pérez dijo...

Fantastic Four nº 40, julio 1965, "La batalla del Edificio Baxter". La Cosa se enfrenta al Dr. Doom en la apoteosis heroica del episodio. Mientras el villano utiliza todo tipo de ingenios para parar al héroe desatado, a éste no parece importarle morir, sólo cumplir su misión aunque signifique su sacrificio. Página 17, segunda viñeta, al habla el héroe, o sea, La Cosa:

"¡La única forma que tendrás de pararme es MATÁNDOME!"

Ese diálogo, como se ha recordado mucho últimamente, no lo escribió Jack Kirby, ni tampoco Ditko. Lo escribió Stan Lee.

Pepo Pérez dijo...

Y uno puede decir, "bueno, es que el sacrificio heroico es un tema con una larga tradición", que está en el cine, la pintura, etc. Cosa que es completamente cierta. Lo que sucede es que si algún autor, sea pintor, escritor, cineasta o historietista, lo convierte en un tema recurrente en su obra (e insisto en que ni Ditko ni Kirby insistieron en él después de salir de Marvel, y no lo digo por decir porque me he fijado expresamente), siempre es por algo.

Pepo Pérez dijo...

"Spiderman era cautivador para mí. Pasé un periodo de varios años apenas consciente del mundo real, estaba absorto con las aventuras mensuales de Spiderman y Los 4 Fantásticos".

Frank Miller, recordando su infancia en los 60 leyendo los tebeos Marvel. Entrevistado por Mark Salisbury, "Writers on Comics Scriptwriting" (1999, Titan Books, p. 187).

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"Personalidad. Hulk tenía actitud. Thor era el poder personificado. Reed Richards era canijo, cerebral, quizás un poquito esnob. Johnny Storm era joven, impulsivo y, sí, ardiente. Sue Storm era recatada, de voz suave, sincera. Y Ben Grimm, bien, era bruto, duro, un bloque de hormigón andante.
Les adoraba a todos, pero mi favorito era Spiderman.
Personalidad. Cada movimiento de Peter Parker le hacía tan inconfundible que en realidad no necesitaba disfraz. También, a pesar de todos sus poderes, era un poco cretino. Tenía problemas para conseguir una cita. Metía la pata de vez en cuando. Steve Ditko y Stan Lee hicieron de Spiderman mi camarada secreto. Seguí sus dificultades y tribulaciones y peleas chulas durante años. Incluso me suscribí, algo que tenías que hacer cuando no había tiendas de cómics y estabas a merced de la distribución irregular a los drugstores".

Frank Miller, 1994, en el prólogo a "The Complete Frank Miller Spider-Man", Marvel, p. 4.

Angelus dijo...

me gusto la nota! Pero creo que se insisten demasiado en un tema muy sencillo y muy afin a los héroes: el sacrificio debe existir en los superhéroes pues porque simplemente ellos son altruistas. Es decir, piensan antes en la sociedad que en ellos mismos. Punto. Si fuera lo contrario, serían cerdos egoistas y no héroes.
El altruismo ya aparece en, por ejemplo "la iliada" de Homero: Hector pelea contra Aquiles como un ultimo intento de defender al pueblo de Troya.
Asi que no se mate: el sacrificio, el altruismo es comun a todos los héroes porque es una pauta común y muy básica de cualquier sociedad (cristiana, judia o la que sea): si los superhéroes protegen a la comunidad, lo principal es que ella esté primero ante todo, y por supuesto, antes que sus interenses personales; de ahí deviene el sacrificio. Saludos colegas!