LIBRO OBJETO
El Catálogo de Novedades ACME ofrece muchas cosas a sus lectores en su propia e irónica autopublicidad, pero si hay algo que el comprador de este libro tiene asegurado es lectura para toda la vida. Son sólo 110 páginas, pero el ACME no hay quien se lo lea de pe a pa. Yo, desde luego, no he sido capaz. Pero no me preocupa, aún soy joven.
Tampoco es que ACME sea un libro para leerlo, exactamente. Es un libro para admirar, enseñar, tocar, recorrer,y redescubrir cada “tarde lluviosa de sábado” que estemos de ese humor. No quiero decir con esto que no se pueda leer también, pues la lectura que ofrece no es sólo, como dijimos, abundante, sino también gratificante. Pero si hay algo que hace ACME es, sobre todo, redescubrir (¿o tal vez descubrir?) el valor material del cómic como objeto. ACME no son sólo viñetas impresas sobre papel, ACME es cada detalle de este libro obsesivamente diseñado desde el canto de las tapas (donde se incluye “La tira de cómics más pequeña del mundo”) hasta el interior de la faja, ocupada por una historieta que sólo podemos leer despegando dicha faja y, por tanto, alterando irremediablemente la integridad del libro. Nada grave, pues al fin y al cabo, un libro que incluye recortables, como éste, nos está pidiendo que lo alteremos. O que nos atrevamos a alterarlo, tal vez.
EL ORÁCULO DEL CÓMIC
Chris Ware (1967) es, en estos momentos, el oráculo del cómic de vanguardia internacional. Su posición central en el paisaje de la novela gráfica, consagrada desde la publicación de Jimmy Corrigan (Planeta-DeAgostini, 2003) le ha conferido una autoridad enorme sobre las nuevas generaciones de historietistas, y también sobre sus antecesores. Pocas veces el mundo del cómic ha disfrutado del trabajo de un genio tan indiscutible.
ACME, el segundo libro de Ware que se publica en España, señala los puntos cardinales de ese trabajo. Concebido como recopilación de páginas sueltas de diversas series sin continuidad que ha desarrollado a lo largo de los años, no se queda en eso. Ware ha modificado el material original para adaptarlo al singular formato de este libro, y lo ha combinado con anuncios falsos y textos editoriales de abrumadora minuciosidad y seco humor, y con una historieta sin palabras protagonizada por un salvaje anti-Superman que ata con una cadena de melancolía el conjunto. Sí, supuestamente ACME es un “tebeo de humor”, pero para reírse con Ware hay que aceptar que reírse sarcásticamente de las víctimas de la soledad y el abandono es gracioso. Cosa que no lo es, claro. Y Ware lo sabe bien, porque él fue un niño abandonado por su padre.
Tal vez no sea desternillante, pero el planteamiento funciona, porque Ware demuestra en cada página que forma y fondo, continente y contenido, son inseparables en el cómic. El despliegue de recursos visuales que ofrece ACME no tiene comparación en la historia del medio. Es fácil reconocer la influencia de los clásicos de la prensa americana de principios del siglo XX -los diseños geométricos de las páginas dominicales de Winsor McCay o la preocupación por representar el paso del tiempo de Frank King-, pero Ware hace suya toda esa herencia con una autoridad casi violenta y una sensibilidad, por supuesto, absolutamente moderna.
Catálogo de Novedades ACME no es el libro del año, es el libro de la década que estamos despidiendo. La edición de Mondadori está a la altura, y no era fácil porque Chris Ware es un ogro que exige la perfección y asusta a los editores. Corran a comprarlo, corran a leerlo. O no. Es optativo.
Publicado en ABCD 909, 4 de julio de 2009.
2 comentarios:
Me lo pillé en el último salón y ahí lo tengo, en lo alto de mi estantería vigilando la totalidad de mi habitaculo como si de un Señor de la Noche se tratara. Antes de nada quiero ver si me acabo una lectura más ligera como el Alta Sociedad. Eso sí, sin lugar a dudas como tu bien dices Santiago es un libro admirable y recomiendo a cualquier valiente que se haga con uno de los limitados ejemplares de esta obra.
La cuestión es que el ACME es una lectura "ligera" porque sólo se puede leer en pequeñas dosis, en páginas sueltas. Está construido así de hecho, recopilando montones de "pequeñas grandes cosas", a base de detalles, de historietas sueltas, textos abigarrados, fotografías retocadas, anuncios falsos, gags variados. Las historietas en concreto tienen mucho que ver con el "lenguaje puro del cómic" de las dominicales de prensa tipo Herriman o McCay, donde había un gag sencillo y el placer del lector estaba en recorrer los elementos visuales de la página, en apreciar los juegos de diseño y dibujo, de color, en descifrar completamente la composición de la página y de cada viñeta respecto a las demás. No es lo mismo que aquello literalmente, claro, esto lo hace un autor con una sensibilidad de ahora y con su propio genio creador, pero en el fondo la esencia tiene mucho que ver con el cómic de prensa de principios del XX.
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