viernes, 13 de julio de 2012

LA ODISEA DEL PENE


Tú, amable lector, puede que lo sepas ya o puede que todavía no lo sepas, en cuyo caso estás a punto de saberlo. Me refiero a que Ed The Happy Clown es tal vez el tebeo más grande que se ha publicado jamás, en todos los tiempos, en todo el mundo y en todo tipo de papel. Esto, sin duda, no podrás discutirlo si tu juicio es sereno, comedido y sensato.

Yo debo decir que hasta hace dos días no lo sabía, pero ahora ya sí. Acaba de publicarse la reedición «definitiva» de Ed The Happy Clown (Drawn & Quarterly, 2012), de Chester Brown en un precioso tomito con lomo de tela complementado por casi 50 páginas de notas manuscritas por el propio autor, como empieza a ser su costumbre. Y con su relectura, he tenido una epifanía. Laica y escatológica, pero epifanía. En mi recuerdo, Ed The Happy Clown era ese experimento juvenil y loco de un autor de talento que posteriormente pasaría a hacer obras más serias y valiosas, como El Playboy, Nunca me has gustado o la última Pagando por ello. ¿Pero recordáis lo que comentaba hace poco a cuento de Alison Bechdel, eso de que muchas veces la ignorancia es el talento? Pues también se puede aplicar a este primerizo Chester Brown: su radical ignorancia de novato convierte estas páginas en un manantial de ideas sorprendentes, sin filtrar, de un calibre fenomenal. Es muy difícil acercarse a algo tan genial cuando uno sabe lo que está haciendo.

Chester Brown (Montreal, 1960) se inició como historietista autopublicándose un comic book en blanco y negro, Yummy Fur, en 1982. Fue en las páginas de Yummy Fur (que posteriormente pasaría a ser editado por el sello independiente Vortex) donde apareció por vez primera Ed The Happy Clown. Estamos hablando, pues, de un ejercicio narrativo y de aprendizaje emprendido por un dibujante de 22 años que se estaba descubriendo a sí mismo. Ed no es una historia convencional ni estructurada. Es una práctica espontánea de la viñeta, en la que Brown lanza sobre el papel todo aquello que se le va ocurriendo, sin un plan previo, y trata de ir dotando de coherencia el conjunto a medida que avanza y toma desvíos imprevistos en la entrega anterior. Podríamos decir que es un amasijo de ideas y personajes que poco a poco se va clarificando, como una sinfonía que empezara con ruido y de la que poco a poco fuera surgiendo la música. En cierta manera, así es también como se iniciaría también el Jimmy Corrigan de Chris Ware una década después: del caos y la experimentación al orden y la conclusión.

Algunos de los elementos fundamentales de Ed The Happy Clown son: un sosias adulto del autor, que pierde una mano; una chica vampiro; un hombre que no puede parar de cagar; un portal interdimensional instalado en el ano de un hombre muerto; unos pigmeos antropófagos que viven en las cloacas y, sobre todo, la cabeza del presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, injertada en la punta de la polla de Ed el Payaso Feliz (que, dicho sea de paso, es un personaje lastimero víctima de continuos sufrimientos y torturas a lo largo de todo el tebeo). Advierto que la cabeza de Ronald Reagan tampoco se parece en nada al Ronald Reagan que nosotros conocimos en nuestro mundo. Es decir, todo este circo se mantiene unido exclusivamente en virtud de la propia delirante fantasía del joven Chet. Una fantasía que, por cierto, concluye maravillosamente con un final que replica el Con faldas y a lo loco de Billy Wilder, dándole la última vuelta de tuerca al mejunje. (Hay un capítulo posterior dedicado al destino de Josie, la chica vampiro, para acabar de atarlo todo bien atado).

Pero, aunque parezca increíble, tan precaria construcción se mantiene. En cuanto Brown consigue cogerle el pulso a la narración, el disparate cobra un singular sentido, y queda claro que no estamos simplemente ante un historietista pasando el sarampión del gamberrismo juvenil, sino ante alguien con aspiraciones serias y recursos para hacer grandes cosas en el medio. No hay más que ver el fantástico dibujo, irregular y muy alejado de la finura de su trazo actual, pero aún así gozosamente vivo. ¿De dónde venía este Chester Brown que se pone a hacer estas cosas en los 80? Contemporáneo de los Hermanos Hernandez, Chester Brown no se había criado en un panorama comiquero semejante al que han vivido los que han llegado en los 90 y 2000. Como los Bros y casi todos los alternativos de los 80, se formó durante los 60 y 70, principalmente con comic books de superhéroes, tiras de prensa, y alguna cata ocasional de comix underground. Las citas a Jack Cole o Steve Gerber de Ed The Happy Clown son explícitas. Y, sin embargo, cuando Brown se planteó convertirse en historietista profesional, su objetivo no fue llegar a ser el nuevo penciler de The Amazing Spider-Man, sino desarrollar su propia y personal obra. No sabía cómo, ni por qué, ni qué canales comerciales seguir, pero hizo camino al andar. En este sentido, las extremadamente minuciosas notas del apéndice incluido en esta edición de Ed son una lectura apasionante, casi el diario creativo y profesional de uno de los autores clave de un momento clave del cómic contemporáneo, el de la explosión del cómic alternativo en blanco y negro en el circuito del direct market, es decir, las librerías especializadas, entre 1982 y 1989. Una explosión que tuvo sus momentos de burbuja (17.000 ejemplares de pedidos anticipados para Yummy Fur cuando todo el mundo buscaba el nuevo Tortugas Ninja) y de depresión (menos de 1.000 ejemplares vendidos cuando la distribuidora Diamond dejó de repartir Yummy Fur, probablemente como censura por las imágenes que contenía).

En este sentido, las notas de Brown en la página 242 son tremendamente enriquecedoras para entender por qué abandonó al personaje de Ed el Payaso Feliz (de hecho, la continuación de sus aventuras no se reedita en este volumen, ya que el autor ha decidido cerrar su historia en el punto en el que lo hace este libro) y dio un giro a su carrera:

«Al mismo tiempo, la manera en que me planteaba mi carrera empezó a cambiar. Se empezaba a desarrollar un nuevo modelo para los historietistas narrativos: el modelo del novelista gráfico. Los novelistas hacen una historia larga sobre un personaje o un grupo de personajes, llevan la historia a su conclusión, y luego pasan a otro relato con un grupo diferente de personajes. No había razón alguna por la cual los historietistas no pudieran hacer lo mismo. Tal vez no tuviera por qué hacer historias exclusivamente sobre Ed».

«Las historietas que más estaba disfrutando entonces como lector eran autobiográficas, especialmente las de Joe Matt y Julie Doucet. Un día de 1989 (probablemente mientras trabajaba en Yummy Fur nº 17, a principios del verano de 1989) recibí un paquete de minicómics de Julie por correo. (Eso era antes de que Drawn & Quarterly empezara a publicarla). El trabajo de la srta. Doucet era fresco y emocionante, mientras que el mío parecía estancado y aburrido (a mis ojos). Quise hacer lo que estaban haciendo ella y Joe Matt. Fue la patada en los cojones que necesitaba para ponerme a dibujar algo diferente. Aquella noche se me ocurrió un final para la historia de Ed. El número que contenía ese final era Yummy Fur nº 18».

Conviene revisar estas páginas desbordantes, reeditadas hoy como Ed The Happy Clown, A Graphic-Novel, para recordar cómo la idea de la novela gráfica contemporánea nace directamente de la raíz del comic book alternativo en blanco y negro que desafió a una industria anquilosada y completamente hegemónica, instalada en fórmulas juveniles repetitivas y ombliguistas que durante décadas habían encorsetado la creatividad de generaciones de dibujantes, y que la idea fundamental que moviliza a las primeras generaciones de grandes historietistas contemporáneos es la posibilidad de hacer autobiografía y cómics de la vida cotidiana, siguiendo direcciones inexploradas y que el viejo sistema prohibía tajantemente entonces, y sigue excluyendo hoy en día.

Y ahora, querido lector, ya te he contado que Ed The Happy Clown es uno de los tebeos más grandes de siempre jamás. Tal vez ya lo supieras. Pero si no lo sabías, todavía no lo sabes. Léetelo y entonces sí que lo sabrás. Y serás más feliz por eso. Tal vez tanto como el propio Ed.

LA PUERTA: Uno de los extras más jugosos incluidos en los apéndices de esta edición de Ed The Happy Clown es la historieta breve «The Door», dibujada por Chester Brown en la actualidad, para la ocasión. Es una reinterpretación de una vieja historieta de terror de los años 50 que marcó al autor en su infancia. Sigue los esquemas clásicos del género, con una pareja de protagonistas que se pierden en un laberinto aparentemente lúdico del cual acaban por no encontrar la salida. Brown destaca un elemento extraño en esta historieta: mientras que normalmente las historias de terror tenían un elemento moral, y su final siempre respondía a los principios de la justicia poética, en este caso la pareja protagonista es castigada sin ninguna aparente razón, pues no se les muestra cometiendo ningún crimen ni acto aparentemente inmoral.  «Lo que se daba a entender -explica Brown en sus notas- era que podían pasarte cosas malas sin motivo alguno. Esto resultaba perturbador de una forma en la que la mayoría de los cómics de horror no lo eran». Pero más allá del contenido de la historieta, me interesa el ejercicio de revisión de historias antiguas con el ojo moderno, un ejercicio comparable al noble arte de la copia que durante siglos han practicado los pintores. Según su propia afirmación -no he podido comprobarlo porque no he visto la original- Brown respeta todos los diálogos originales, y sólo aligera los (típicamente) plúmbeos textos de apoyo, mientras que añade algunas variantes gráficas propias de su libertad editorial actual, como mostrar desnudos, que estaban completamente prohibidos en los cómics de antaño. Este ejercicio es similar en cierta medida al practicado por Kevin Huizenga en Kramers Ergot 8, donde reinterpretaba «Half Men», una historieta antigua de Bill Molno y Sal Trapani. También Josh Bayer ha redibujado recientemente episodios de series Marvel de los 80, como ROM (espero hablar de esto en Mandorla a no tardar mucho). Y de pronto, pienso que es una vía muy interesante a plantearse, una idea nueva que puede dar mucho juego en el futuro.


8 comentarios:

pacoalczr dijo...

Si hubo un álbum que cambió mi vida (y/o mis tebeos) en los 90, ese fue "Ed, The Happy Clown".

Chester forever!

mr.ed dijo...

yo comencé con chesterforever por otro sitio y al payaso recién lo leí este año luego que me lo recomendara un colega, un título valioso y visagra en su carrera.
loas!

Pablo dijo...

Pues no tenía ni idea, pero tus recomendaciones no fallan. Descubrí Nobrow gracias a este blog y dentro de poco conoceré a este autor.

David dijo...

Mira que es raro este tebeo... Y a pesar de todo, "funciona".
A mí me gusta mucho. El dibujo de Chester me encanta... Y tiene momentos geniales. La historia de Josie me parece genial, y me da que si hubiera contado una historia de vampiros más convencional sin todo lo demás, esto sería... bueno, ya es un gran tebeo, pero...me da una pena ver cómo acaba la pobre y creo que el segmento de Josie es el que más sigue gustándome de la historia.
Quería hacer Bruce McDonald una adaptación al cine, si no recuerdo mal...pero se quedó por el camino. Me da que esto en cine no hubiera funcionado (comercialmente; aunque nunca se sabe o nadie sabe una mierda, como dijo aquel).
La historia de las puertas me suena que la había leído (ya no sé si aquí porque habías hablado de ella o en qué otro blog; jo, qué memoria).
Un saludo.

gervilches dijo...

Ed siempre ha sido uno de mis cómics favoritos de Chester Brown, y siempre he tenido la sensación de que está "marginado" con respecto a sus obras "serias". En realidad creo que no tiene ningún tebeo que pueda decirse que es malo, pero vamos, que Ed me gusta mucho, precisamente por lo que comentas: es maravillosamente inmaduro e irregular. A ver si no tardo en hacerme con esta edición.

Un saludo y gracias por recordar a Ed, Santiago.

Pepo Pérez dijo...

Lo del "hombre que no podía parar" en concreto siempre lo recordaré como una de mis epifanías en el cómic a mediados de los 90 (junto al descubrimiento de Clowes, y luego de Ware). Siempre tendrá un hueco en mi corazón. Tu post me ha dado dado muchas ganas de releerlo. No tengo la nueva edición, pero los extras parecen muy atractivos...

fulgencio pimentel dijo...

Yo volví a los tebeos por Chester Brown, y comencé la editorial por él. Luego la "mala suerte" me ha impedido editar sus libros, uno tras otro, una espina que llevo clavada a pesar de que creo que sus últimos títulos son en muchos sentidos un error. Leer Yummy Fur, uno a uno, madre mía, qué lección de integridad y qué escuela para dibujantes. Releí Ed The Happy Clown hace un par de semanas y ya no puedo compartir tu entusiasmo. Me sé de memoria todas las páginas de Brown, fue casi onanismo. Quizá es algo de resentimiento, por la parte que me toca. Quizá es que todo se gasta. Tampoco disfruté especialmente con la sección de notas, casi todas estaban ya en la reedición en grapa de hace pocos años. Pero me alegré al ver que por mucho que explique sus tebeos el misterio permanece, como sucede siempre con un original. En fin, me encanta que hayas sido así de cstegórico porque tengo muy claro que Brown es el mejor, el mejor incluídos los clásicos y todos los demás, aunque a mí ya no me la ponga dura. Ahora lo que me tiene es ascuas es todo ese batallón de modernos locos que comentas en los últimos posts. Más vale que sean así de buenos, porque ahora toca soltar la panoja. Por cierto, ¿hasta cuándo estás en Madrid?

Santiago García dijo...

Fulgencio, ¿"The Little Man" está publicado en España? Porque en caso contrario, ahí tienes una buena oportunidad para sacarte esa espina de la edición de Brown. A mí me parece uno de sus mejores libros.