viernes, 2 de marzo de 2012

MALDITA INOCENCIA


En la última entrada mencionaba cómo en un momento determinado el crimen y el romance plantearon una alternativa en la industria del cómic americano, pero luego las cosas fueron por otro camino. Y hasta hoy. Recientemente se ha publicado un tebeo que parece que invoca esas dos vías, y además lo hace para ejercer un exorcismo simbólico que nos lanza un mensaje muy repetido en los Young Romance de Simon y Kirby: para seguir viviendo hay que madurar, renovarse y matar el pasado. Al menos así es como he entendido yo The Last of the Innocent (Marvel, 2011), de Ed Brubaker y Sean Phillips, la última entrega de la serie Criminal: como una historia romántica de género negro.

En uno de los textos de acompañamiento de Young Romance. The Best of Simon & Kirby's Romance Comics, Michel Gagné busca las raíces del género rosa en la comedia teen: «A finales de los 40, el género de superhéroes estaba en declive. Había llegado el momento de que Simon y Kirby probaran nuevos conceptos. En 1947, produjeron My Date #1. Esta serie bimestral, que duró cuatro números, ofrecía historias humorísticas de humor adolescente, un género popularizado en su origen por Archie Comics. My Date no sólo consiguió un buen número de seguidores, sino que también ayudó a dirigir a su equipo creativo hacia una nueva dirección. Simon y Kirby siguieron rápidamente My Date con una variante "adulta" de la idea».

Archie ha sido, y sigue siendo, uno de los fenómenos más singulares de la historia del cómic americano. El personaje -que ha dado nombre a la editorial que lo publica- apareció por vez primera en 1941, de los lápices de Bob Montana, aunque su dibujante más célebre tal vez haya sido Dan DeCarlo. Archie generó por sí solo uno de los géneros más populares del comic book americano, dando lugar a multitud de imitaciones, en un fenómeno similar al que produciría Superman sobre el campo de los superhéroes. Aunque la comedia teen ha sido habitualmente ignorada por los coleccionistas y los estudiosos (como los funny animals, como el romance, como prácticamente cualquier cosa que no sea superhéroes, fantasía, acción u horror), ha conseguido sobrevivir milagrosamente hasta nuestros días. Archie es ya una institución americana, aunque resulta difícil imaginar quién puede leer sus ingenuas y anticuadas aventuras hoy en día. Y, sin embargo, los tebeos de Archie se siguen encontrando en la actualidad en muchos más puntos de venta que los tebeos de Marvel o DC. En multitud de formatos y versiones, en digests, paperbacks, revistas, comic books, minicomicbooks y libros, Archie está presente en Barnes & Noble, en los kioscos de los malls y en las librerías especializadas en cómics. En cualquier sitio donde se venda prensa periódica se puede encontrar un Archie, aunque no se encuentre un Batman. Su sonrisa omnipresente y las figuras de Betty, Veronica y Jughead forman parte del paisaje cartoon de este país de la misma manera que Charlie Brown y Snoopy. Supongo que alguien debe de leerlo, porque no creo que se mantenga vivo por subvenciones públicas. Aquí, menos que en ningún sitio.

Archie es el punto de partida para El último inocente. Archie (Riley Richards) de mayor, que vuelve a su idílico pueblo mítico, Riverdale (Brookview) y se reencuentra con sus antiguos amores y amigos. La estrategia que utilizan Brubaker y Phillips la hemos visto antes, sobre todo aplicada a los superhéroes: su mundo ideal e inocente pasa por el filtro de la realidad. Se ha dicho que The Last of the Innocent es el Watchmen de Archie. No es una obra tan grandiosa, desde luego, pero en esa contención está su virtud. Apunta más que explica, sugiere más que desentraña. En realidad, se diría que hay menos relación con la tradición mainstream que con los experimentos con el lenguaje de los maestros de la novela gráfica norteamericana, especialmente el Daniel Clowes de Wilson o The Death-Ray, con sus frecuentes cambios de registro que modulan el punto de vista y descomponen el discurso en piezas separadas pero ensambladas. El mainstream necesita desesperadamente adoptar estas estrategias para escapar del ciclo de reciclaje eterno cada vez más desgastado en el que se haya inscrito, pero parece arriesgado provocar a su adormecido público con técnicas demasiado alejadas de la ortodoxia ilusionista. Digamos que lo que Brubaker se puede permitir hacer en Criminal (publicado por Marvel, sí, pero con el sello Icon que acoge a proyectos propiedad de los autores) no se lo puede permitir cuando escribe Captain America. Y es una lástima.

En todo caso, el metalenguaje empieza por la reflexión sobre el propio medio: qué estamos haciendo y por qué. Y ése es tal vez el sustrato que anima a este Riley Richards de The Last of the Innocent, este seudoarchie que se alimenta de su pasado glorioso y feliz mientras se tambalea en un presente sórdido al que cada vez se le escapa más el futuro, y del que no sabe cómo salir porque ha vendido su alma al diablo. La juventud perdida no va a volver, pero hay que asumir que es necesario seguir viviendo, aunque sea con sangre en las manos y la inocencia enterrada. Volvemos a Young Romance: para empezar de nuevo, hay que tener la capacidad de destruir, y aceptar que la inocencia no se va a recuperar, pero si la ilusión. La purga os hará libres, parece que nos dijera esta historia. O maduros, que es lo mismo. Adultos. Y felices, al fin.

CODA: Criminal no es el tipo de tebeo que me suele interesar, pero en este caso seguí la recomendación del amigo Robur, que acostumbra a dejar sus comentarios en este blog, y me alegro de haberlo hecho. Animado por el éxito de esta incursión, me he leído los dos primeros números de la nueva serie de Brubaker y Phillips, Fatale, donde mezclan género negro con horror de tintes lovecraftianos. Más estereotipada y mecánica, de momento no me está dando las satisfacciones de The Last of the Innocent. Me pasa con ella un fenómeno curioso: he leído entretenido cada episodio, pero cuando he terminado me he sentido como un idiota. Supongo que también estoy sufriendo los efectos del agotador sometimiento del cómic mainstream americano al formato comic book. Estas historias están hechas para leerlas de golpe, como leí The Last of the Innocent, y no por entregas mensuales de 24 páginas. Imagino que para cuando salga el número 3 ya no me acordaré de quiénes son los personajes ni qué está pasando y, por tanto, no me importará un pimiento. Es curioso cómo algunos todavía insisten en que lo que salvaría al cómic sería volver masivamente al formato que lleva cincuenta años matándolo y que todavía hoy le pone el pie sobre la cabeza cuando intenta levantarse.

3 comentarios:

Robur dijo...

Vengo de ir de nuevo a por el Fatale 1 y nada. No les había llegado la tercera tirada. La verdad es que es para esperarse al TPB

# dijo...

Tras tenerlo un tiempo en el estante lo leí ayer por la noche del tirón con esta reseña/reflexión en la cabeza, sobre todo proque Criminal si que era una se esas series que suelo leer.
No sé si tendrás tu ejemplar a mano, pero junto con el recurso de Archie, en la última página, cuando el protagonista encuentra "su felicidad/inocencia" me recordó poderosamente a la última página del Born Again de Miller, incluso en el trazo de Phillips, pasando de Archie a Mazuchelli.

PD: lo iba a comentar por twitter pero los 140 caracteres no me llegaban.

Santiago García dijo...

Sobre todo la viñeta 3, ¿verdad? Sí, sí que podría ser, a mí también me lo recuerda.