domingo, 27 de marzo de 2011

LOS INCENDIOS VENIDEROS




Ha sido una afortunada coincidencia que Bodyworld (Apa-Apa/Sinsentido, 2011), de Dash Shaw, se haya publicado en España al mismo tiempo que se puede visitar en el Reina Sofía la exposición Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, comisariada por Georges Didi-Huberman y acompañada de un meticuloso volumen del historiador del arte francés que sirve de catálogo de la misma. Es evidente que Bodyworld gira en torno a la geografía como elemento discursivo principal (algo que ya han puesto de manifiesto otras reseñas, como la de Álvaro Pons), y releerlo a la luz del Atlas que propone Didi-Huberman resulta del todo pertinente.

La exposición está basada en el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg (1866-1929), uno de los artefactos intelectuales más ricos y misteriosos que ha dado la historia del arte como disciplina intelectual. Warburg, que hoy en día es el centro de enconados debates entre teóricos que tratan de invocarlo como la autoridad correcta a la que someterse, fue un personaje como mínimo singular, y espero poder incluirlo algún día en la serie de historietas sobre arte que Javier Olivares y yo vamos haciendo poco a poco. Heredero de una familia de banqueros de Hamburgo, renunció a su posición a cambio de disponer de los medios para entregarse al estudio de las imágenes durante toda su vida. Su pasión por las formas recurrentes de las diversas culturas históricas (y ahistóricas, podríamos decir) le llevó a indagar en las ceremonias de los indios hopi (como el ritual de la serpiente) y a descifrar la red de significados literarios que sustenta La consagración de la Primavera de Botticelli (en el que tal vez sea su más conocido texto).

Warburg se volvió loco y pasó una temporada en un manicomio, muy afectado, entre otras cosas, por el trauma psíquico que supuso para Europa la I Guerra Mundial. A su salida de la clínica, en 1924, emprendió la tarea nunca terminada de organizar su Atlas Mnemosyne, un conjunto de paneles dispuestos en círculo en su biblioteca, en los cuales relacionaba imágenes (artísticas y no artísticas) de diferentes épocas, siguiendo criterios en ocasiones tan sutiles que todavía hoy son ampliamente discutidos. Quien quiera hacerse una idea fiel de qué era el proyecto Mnemosyne está de suerte, pues en 2010 Akal publicó en España una versión en libro del mismo, basado en la edición de Martin Warnke con Claudia Brink.

El caso es que el Atlas Mnemosyne siempre me ha parecido una idea que sobrevolaba el horizonte de los cómics, pues no en vano una gran parte de su sentido habría que buscarla en la indagación de cómo las imágenes crean sentido al estar unas al lado de otras, y cómo ese sentido se modifica al variar las relaciones que se establecen tan solo en virtud de su contigüidad-, pero es que en el caso de Bodyworld, como decía, las contigüidades son numerosas y creo que nada casuales.

Ya desde el principio, Didi-Huberman establece la relación del atlas con el cuadro y con la mesa, y efectivamente, el curioso formato apaisado pero en vertical elegido por Dash Shaw y Chip Kidd para la versión impresa de esta novela gráfica que se publicó originalmente en internet parece que pide ser leído sobre una mesa. Extendido sobre la misma, consultado como se nos sugiere mediante el diseño que consultemos los mapas del escenario donde se desarrolla la acción, Bodyworld recobra su condición de atlas. Una condición que está implícita en su misma forma, y que no es una mera excusa literaria, como en los cómics de «Las ciudades oscuras» de Schuiten y Peeters, que tal vez sean las incursiones más decididas en la cuestión geográfica que hemos visto hasta ahora en la tradición de las viñetas. Pero mientras que los autores de La teoría del grano de arena han utilizado la cartografía como tema literario en la estela de Borges y Calvino, Shaw lo que ha hecho ha sido confundir la cartografía con la pictografía, poniendo así en cuestión la manera en que, de hecho, funcionan las asociaciones de imágenes en la historieta. Un mapa, en efecto, no funciona como una historia lineal en secuencia, sino como una red de conexiones que establece el interés (práctico) del propio lector-usuario. Como dice Didi-Huberman: «Así pues, de entrada, el atlas hace saltar los marcos. Quiebra las autoproclamadas certezas de la ciencia segura de sus verdades y del arte seguro de sus criterios. Inventa, entre todo ello, zonas intersticiales de exploración, intervalos heurísticos. Ignora deliberadamente los axiomas definitivos». Y esos axiomas definitivos -que en el cómic llevan años siendo los que podríamos llamar axiomas mccloudianos o eisnerianos- son los que pone en cuestión esta concepción de atlas de Bodyworld que no es, ni mucho menos, singular y propia de esta obra, sino que es una pulsión que late ya en muchos cómics contemporáneos. Podemos irnos al Chris Ware de Lint, o podemos acercarnos a esta página de Álvaro Nofuentes en Buendolor 2:

O podemos ver esta página de Tóxico de Charles Burns no tanto como una «secuencia incoherente» sino como un «mapa de imágenes» cuya ruta debe reconstruir el lector:


Como estos, y como tantos otros, Shaw huye de la normativa lineal con Bodyworld para trazar una verdadera corografía: un mapa cívico de una urbe artificial, un experimento en ordenación de la raza humana, al fin y al cabo. No es de extrañar que el protagonista sea botánico: los catálogos botánicos también tienen su lugar en la exposición Atlas, allí donde las imágenes científicas, en su impulso positivista por ordenar el mundo, rayan la órbita de lo estético, que es, finalmente, el valor único y objetivo que nos dejan.

El microcosmos del Boney Borough de Bodyworld no es tan distinto del paisaje que alumbró el Mnemosyne de Warburg. Como he comentado, Warburg vivió la I Guerra Mundial traumáticamente, como una «psicomaquia» que acabó alterando su propia salud mental. Su Atlas fue una manera de recuperar la cordura. Didi-Huberman escribe que «toda una época del atlas moderno se abre así a la práctica del doloroso muestreo del caos de la historia», y de la misma manera, la racional cartografía de Boney Borough intenta imponer el orden sobre una historia dolorosa. Los niños del instituto son la primera generación nacida sin conocer los horrores de la guerra. Es esa diferente experiencia generacional -la de los que vienen con la guerra a sus espaldas y los que han nacido en la inocencia- la que debe reconciliarse en el atlas de Bodyworld que, como todos los mapas, pretende ordenar lo heterogéneo, poner en relación lo particular y lo universal, tema fundamental que Didi-Huberman hace pivotar sobre unos versos de Goethe:

«¿Qué es lo universal?
El caso singular.
¿Qué es lo particular?
Millones de casos».

En Bodyworld, el recurso pop a las drogas como elemento aglutinador facilita el encuentro final entre lo particular y lo universal, la conciencia individual y el «superorganismo». Pero, por supuesto, la solución irónica es que la verdad es paranoica.

Dash Shaw representa el ejemplo viviente del giro que ha dado el cómic en los diez últimos años. Autor «nacido libre», ha desarrollado su todavía breve carrera alejado de las exigencias y formatos de la industria tradicional. Todavía tiene muchas más páginas por delante que a sus espaldas, y no resulta fácil saber a dónde le llevará ese camino. Con toda su grandeza, su osadía y su fulgor, este Bodyworld probablemente no sea otra cosa que, como indica Didi-Huberman al cerrar su texto con una alusión a Unamuno, una rendija a través de la que entrever los «incendios venideros». Por concluir con las mismas palabras con las que concluye el escritor francés, que tan apropiadas parecen para cerrar un texto sobre cómic, sobre cómic moderno: «Esta es en verdad la difícil -y dialéctica- práctica de quienquiera que intente ver el tiempo».

Quien quiera más, aquí tiene la reseña que escribí sobre la edición americana de Bodyworld, hace diez meses: Cuerpo y mundo.

Más todavía: otra reseña de Bodyworld en entrecomics. Y una más en crashcomics.

Y aún hay más: Pepo Pérez me pasa un enlace con una entrevista con Didi-Huberman hablando de la exposición Atlas:

15 comentarios:

el tio berni dijo...

Madre mía, qué barbaridad. ¿Y dices que te han dado un premio como "comentarista"?

Álvaro Pons dijo...

Qué envidia da ver el catálogo de exposiciones que disfrutáis por la capi... :(
Pero...hasta qué punto esa composición y formalismo es nuevo? Lo digo porque la composición en secuencia "incoherente" no es nueva, ya la encontramos en Herriman o en King, por ejemplo. Y también en el underground de los 60, con ejemplo claro en Víctor Moscoso. Es realmente nuevo o definitivamente instalado como recurso que ha salido del campo de la experimentación para entrar ya como elemento usual?

Pepo Pérez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pepo Pérez dijo...

Bueno, en ningún momento ha dicho que sea algo nuevo, sólo que ahora esas "secuencias incoherentes" o "secuencias mapa" parecen preocupar a diferentes autores a la vez, como una idea que está en el ambiente del momento. Más interesante me parece el debate que sugiere, sobre la insistencia en la secuencia de McCloud y Eisner en el cómic frente a este tipo de ejemplos que, en puridad, no constituyen una secuencia.

Qué curioso, Santiago, justo anoche (y acabo de leerte esto) estuve leyendo esta historieta de Álvaro Nofuentes en Buendolor 2... El número tiene muchas cosas interesantes, por cierto.

Santiago García dijo...

La pregunta es del todo pertinente, Álvaro. En efecto, ¿en qué sentido es nuevo este planteamiento frente a usos parecidos -al menos formalmente- que se le haya dado a este tipo de puesta en página en el pasado? A mí me encantaría ver una "arqueología de la viñeta" bien fundamentada que respondiera a la cuestión. En todo caso, también resulta pertinente otra pregunta: si fuera cierto que no es nuevo, ¿por qué esa insistencia en utilizar el concepto de "secuencial" para dotar de sentido propio al cómic?

De todos modos, por aclararme: ¿a qué páginas te refieres con Frank King? ¿A las de la construcción de la casa o el paseo por la playa, por ejemplo? Porque en ese caso creo que estaríamos hablando de otra cosa; indudablemente, también relacionada con la geografía y el deseo de "ver el tiempo", pero diferente.

Pepo: sí que está interesante el Buendolor 2, mucho. Y lo que hace Álvaro Nofuentes es precisamente de lo que más me gustó.

TEBEOBIEN dijo...

hola, troncos, este debate es muy bonito, jojo. a mí me interesa una barbaridad como autor!
ahora es que es muy temprano, pero un tío que habla muy bien de estas cosas es ricoeur, que apunta en 'tiempo y narración' una idea que a mí me acojona particularmente, pero que me parece bellísima: la desarticulación del 'yo' en el fluctuante tiempo discontinuo.
porque el tiempo es fragmentario, nenes, y la 'secuencia' es una convención humana. con esto sólo digo que acercarse a la experiencia tiempo a través de la reconstrucción es una manera de acercarnos a lo divino y dejar de lado nuestra miserable percepción humana.
me tomo el café y tal y sigo luego!

Santiago García dijo...

Y por cierto, Álvaro, ya no hace falta envidiar las expos de Madrid... ¡con el AVE estás a hora y media!

Pepo Pérez dijo...

Me gusta mucho el nuevo diseño del blog, ya que estamos.

Iñaki dijo...

Hola familia,

a propósito de Buendolor #2 y la página que muestra que es la que tengo más reciente. Como lector me pareció una gozada. Lees toda la páginacarente de orden lineal y entiendes lo que sucede. Te quedan ideas y hay narración autoconstruida.

Me ha recordado a un tipo de contenido en el que trabajo intensamente estos meses. Elaboración de mapas conceptuales. Relaciones conceptos a través de nodos en forma de árbol. Existen variaciones de tamaño según la importancia de los conceptos, relaciones según proximidad de los nodos... Es como un cruce del diseño gráfico y un resumen.

Este tipo de páginas que muestra Santiago y el análisis que ha hecho me han hecho saltar los resortes. Un auténtico mapa conceptual/visual de una totalidad que se salta la secuencia. Creo que Tebeobien da en el clavo cuando comenta lo del tiempo fragmentario. También da en el clavo con lo del café, yo también necesito uno.

Santiago, ¿estás opositando al premio del Saló? Es que un par de posts más así y te echamos por abusón jejeje... En serio, gracias por el texto, estimulante e ilusionante. No me enrollo, ya charlaremos todos en persona pronto, espero.

TEBEOBIEN dijo...

venga, voy.
uno_ni puta idea del warburg ése, gran pinta. gracias, mandorlez!

dos_lo de la 'secuencia incoherente', álvaro. la gracia del asunto estriba en que el lector es un elemento más de la ecuación, es él mismo quién codifica su experiencia lectora, o 'visoria' en este caso, como apunta santiago. de ahí que 'secuencia incoherente' no es un concepto del todo exacto en los tebeos, pero claro, arrastramos la rémora de mccloudismo, jojo.
quieeero decir, que el lienzo de los tebeos es el tiempo, que a veces se nos olvida, y la construcción del espacio es la decodificación del tiempo.
en definitiva, una cartografía, sí

TEBEOBIEN dijo...

ahora que he visto el vídeo, bueno, pues estoy contento porque este buen señor ratifica algunas de mis ideas, esto es, la existencia de un tiempo narrativo que está fragmentado, paralelo al 'tiempo real' y necesita ser reconstruido

Álvaro Pons dijo...

Tienes toda la razón Santiago. La dependencia de la secuencia como definidora de la historieta salta por los aires con estas muestras que pones o con los ejemplos de cómic abstracto de Molotiu. Aceptar la ya tradición de Eisner o McCloud en la definición constriñe completamente lo que entendemos que es la historieta (en sentido puramente teórico). Quizás el problema tiene fácil solución: la definición de McCloud o Eisner implica una secuencia temporal, cuando es posible establecer una secuencia espacial, paralela, que no tiene dependencia en lo temporal. (Comenté algo ahce tiempo por aquí http://www.lacarceldepapel.com/2009/08/28/la-definicion-de-historieta/)

Pero en cualquier caso, se debería hacer esa arqueología porque creo que encontraríamos ya antecedentes hace mucho. Pensaba, en efecto, en esas dominicales de King, que como bien dices puede ser otra cosa, aunque pensemos que en su momento tenían que ser pura dinamita conceptual (aunque me temo que en esa época había mucha más apertura de miras de la que se tiene hoy, pero ése es otro tema...), pero hace poco encontré una Antología del Comix Underground publicada por Juanjo Fernández en los 70 que me dejó patidifuso por las rupturas formales que se proponían (que otros autores ejecutaban ya...) y que desconocemos completamente.

Y lo del AVE sí, cierto, pero me queda un tiempo hasta que el churumbel pueda viajar (poco, ya me está moliendo las lumbares andando...:) )

Robur dijo...

Es interesante ver la distanciacion de la narrativa lineal en favor de un concepto mas iconografico. En el lenguaje seria como volver atrás desde los alfabetos a los pictogramas.

Yo creo que la influencia del diseño gráfico sobre el comic, y el juego con el formato son fundamentales en este cambio reciente. Algunas de esas paginas tienen mas que ver con bajorelieves, o pantallas, que con paginas dominicales. Aquí si que estoy de acuerdo en que la sombra de Ware es alargada

Octavio B. (señor punch) dijo...

¡ARTICULAZO! La verdad es que este cómic es para ahondar, con calma.
creo qeu todos hemos apreciado esa cualidad "post lineal", yo, por regalaros más símiles, he escrito para el articulillo que sacaré en periódico que Shaw hace con Bodyworld "una obra que es verdadero “origami narrativo”, que te obliga a ir y venir, buscar, perderte en su geografía física, para seguir una narración también revolucionaria".
eso es lo 1º que me transmitió, origami, hacer del papel plano un laberinto de actos que llevan a una cosa distinta, tridimensional, mutable...

Octavio B. (señor punch) dijo...

PD, a mí está prohibido sacarme el AVE en conversación, ¿eh? me vuelvo troll, maldita sea, me voy a hacer viejo y aún están poniendo los rieles en Orense... :)