La hiperrealidad en la que vivimos está alcanzando grados cada vez más avanzados. Ahora que la red social se ha convertido en un simulacro digital de nuestras relaciones reales, el desplazamiento empieza a cambiar de sentido y son nuestras relaciones reales las que empiezan a imitar a una red social. Eso es, en esencia, lo que supone participar en la experiencia de Trash entre amigos, que disfruté por vez primera la noche de este sábado en el cine Palafox de Madrid. Allí, Rubén Lardín, Raúl Minchinela, Absence y Nacho Vigalondo comentaron -ridiculizaron- en público la proyección de la película Dinocroc vs. Supergator, sobre la cual lo mejor que se puede decir es nada.
Sobre la actuación de los cuatro citados, sin embargo, diré que me descubro. No es fácil improvisar chistes sobre un bodrio durante hora y media, ni siquiera en la intimidad de tu propio salón, y desde luego que no todas las ocurrencias que puedas tener son brillantes. Pero la cantidad de paridas inspiradas que soltaron la noche del sábado me pareció verdaderamente asombrosa, y la capacidad para hablar en público de forma articulada y sin un guión previo de los cuatro Amigos es admirable en una época en la que cada vez más nos resignamos al monosílabo balbuciente en boca de supuestos comunicadores. ¿Creen que estoy exagerando? ¿Han escuchado hablar a los políticos, a los periodistas deportivos, a los profesores universitarios?
En resumidas cuentas: me dejé llevar por el ambiente, me reí con ganas y disfruté mucho de la sesión. Agradezco este regalo de buen rollo gratuito.
Todo el concepto reproduce, como digo, los esquemas de una red social, pero desarrollada en vivo. El título ya adelanta dos conceptos clave: trash, basura, que hace alusión a la subdivisión en la que se encuadran las películas elegidas para esta actividad, pero que también alude, en segunda instancia, al tipo de comunicación y de información que normalmente se genera en la web 2.0; y «amigos», que es el cada vez más nebuloso término con el que describimos a todos aquellos que pasan a formar parte de nuestra ciberesfera social. Es decir: se supone que tus contactos de Facebook son «amigos», ¿no? En TEA, el cuarteto de (verdaderos) amigos protagonistas se ramifica en una masa indeterminada de (virtuales) amigos que acudimos a la convocatoria con diversos grados de amistad respecto a los convocantes. En mi caso, por ejemplo -y no creo que fuera el único- muy tenue en cuanto a lo que consideraríamos relación personal, pero más próximo como amistad de internet. Allí «todos somos amigos», aunque no nos conozcamos, y ese nivel de amistad propiciado por la red es el requisito previo para poder sentarte alrededor de los amigos nucleares y disfrutar de su actuación.
Aunque Trash entre amigos se plantea como una actividad abierta y colectiva -en primer lugar y de forma inequívoca, por sus impulsores- en la realidad funciona de forma parecida a como suele funcionar twitter: hay unos líderes, los que llevan la voz cantante, y los demás somos los followers. Reímos las gracias, las comentamos con quien tenemos sentado al lado (nuestro contacto inmediato), y ocasionalmente una voz anónima, desprovista de micrófono y por tanto casi perdida, adherida a la estela de las voces principales, interviene con un comentario que haga de coro o réplica al discurso principal. Si nos llega, muchas veces es como un RT: rebotada desde otras instancias.
En la oscuridad de la sala, es más fácil tener la sensación de que estamos participando en una simulación teatral de twitter: no nos vemos las caras, no distinguimos a las personas que nos acompañan, sólo sabemos que están ahí por la presencia física que impone su número, por el ancho de banda que consumen en oxígeno; solo sabemos que todos seguimos el mismo tema; estamos todos sentados y atentos a la pantalla; únicamente nos falta tener un teclado bajo los dedos. Pero si lo tuviéramos, entonces ya no habríamos salido de casa, ¿no? Entonces, no estaríamos haciendo una simulación de una simulación, estaríamos solo en el estadio previo y primitivo (tan años 2000) de la simulación simple.
Los usos sociales han marcado el modelo que siguen las redes sociales, y ahora son las redes sociales las que están dando forma a nuestros usos sociales. Entramos en una nueva era donde nos sentimos más cómodos actuando como avatares en carne y hueso de nuestros avatares digitales, que son las verdaderas personalidades. Somos tan modernos...
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