viernes, 10 de diciembre de 2010

COMIXTLÁN


México es un país maravilloso y no porque lo diga yo, pero de todos modos lo digo, para que conste. Una de las cosas que más sorprende al visitante llegado de Europa, especialmente aquí en el DF, es la sensación de que se encuentra en un lugar donde los estratos de épocas distintas se superponen muy densamente, y a veces hasta se derrumban unos sobre otros dando lugar a un paisaje que no es ni antiguo ni moderno, ni eterno ni fugaz, ni clásico ni contemporáneo. Un paisaje que es a la vez prosaico y mitológico. En México, muchas veces uno no sabe si camina por una calle o por una leyenda.

No he encontrado, sin embargo, muchos cómics actuales que exploten esa mitología cotidiana que tanto fascina al visitante. No voy a entrar a discutir los motivos, porque no es el tema de esta entrada, que sin embargo sí quiero utilizar para llamar la atención sobre un libro que utiliza precisamente esa amalgama de tradiciones y visiones como material narrativo y artístico. Y digo artístico porque su autor, el ya veterano Luis Fernando, es uno de los más perfilados «artistas» del cómic en este país. Es decir, un autor que produce su obra por motivos puramente vocacionales y con la tranquilidad que le da saber que no tiene que rendir cuentas más que a su propia conciencia.

Comixtlán (Resistencia, 2010) recopila historietas publicadas por Luis Fernando a lo largo de muchos años, principalmente en los 80 y 90. Todas son libres formalmente, coquetean con lo experimental y hunden sus raíces profundamente en la iconografía y los temas mexicanos. El autor añade en una coda al final del volumen un listado de autores admirados, algunos de los cuales pertenecen al Olimpo de la tradición nacional (La Familia Burrón, Los Supersabios y Los Supermachos, por ejemplo, que sonarán a quien haya estado siguiendo Mandorla últimamente), y otros saltan a la vista hojeando el trabajo de Luis Fernando («todo Crumb» o Gorey, por ejemplo). Pero más allá de eso, Luis Fernando consigue hacer su propio cómic de autor con sabor local y sin seguir ninguno de los modelos a los que estamos acostumbrados en España: aquí no hay rastro de l'Association, Fantagraphics, Drawn & Quarterly y demás referencias habituales, entre otras cosas, porque ni han llegado a estas costas.

«Otilia la niña chiquita» (1991)

La mayoría de las historietas de Comixtlán son caprichosas, pero eso no quiere decir que sean fáciles. A menudo, da la sensación de que Luis Fernando se dejara llevar por la improvisación y la intuición y dibujara sin saber a dónde le va a llevar la siguiente viñeta. Eso resulta especialmente obvio en las dos piezas más impresionantes del volumen, «Sentimientos de la nación» (1986) y «La blanda patria» (1987), que son extensos paseos por anchos eriales surrealistas donde se amontonan los fantasmas del inconsciente colectivo del país. Véase por ejemplo esa mesa a la que se sientan Frida Kahlo, Borola (de la Familia Burrón) y la Catrina de Posada como tres manifestaciones grotescas de la Guadalupe (que, por supuesto, también aparece en la historia, así como la Malinche).


No voy a entrar en análisis profundos de Comixtlán, aunque tiene miga para dedicárselos, y bastante. Pero no es éste el lugar ni soy yo la persona, tal vez. Sólo constato desde mi mirada de extranjero cómo en las difíciles condiciones que rodean al cómic mexicano de hoy en día, todavía es posible hacer trabajos que tengan una entidad artística importante y una identidad nacional y personal inconfundible. Quizás sea más necesario que nunca. Quizás también en España. Lo que quería decir, a fin de cuentas, es que Comixtlán es un excelente tebeo, y además lo que cuenta sólo lo podría contar un mexicano.

1 comentario:

el tio berni dijo...

Desde luego, a mí me lo has vendido. Pero vamos, se había vendido solo con esa primera página que muestras tras la portada. Por ahí hay algo de José Guadalupe Posada, ¿no? O a lo mejor es que mis ojos inexpertos e ignorantes del cómic mexicano tampoco ven más allá de lo que parece la referencia más obvia.