miércoles, 2 de junio de 2010

CUERPO Y MUNDO

A estas alturas parece claro que Dash Shaw es uno de los autores que hay que leer para estar al día con la novela gráfica. Representa la nueva semilla, y con Bodyworld (Pantheon, 2010) abre la esperanza a una novela gráfica que no esté ligada a la realidad inmediata, la memoria, la autobiografía, las enfermedades ni ninguno de esos temas que tanto han servido para identificarla ante el público. Es decir, una novela gráfica que, desde su propia tradición artística, sea capaz de crecer en otras direcciones, porque Bodyworld es una historia de ciencia-ficción, con plantas estupefacientes alienígenas (tal vez), telepatía, deportes inventados y ambientación futurista. Pero tal vez lo más interesante en este caso no sea observar cómo Shaw redefine la novela gráfica (difícilmente se puede redefinir lo que no está definido) sino cómo redefine la ciencia-ficción en el cómic. Aunque la ciencia-ficción sea el género que nos abre a la posibilidad de que «suceda todo», la realidad es que en el cómic ha sido un género muy estrecho, demasiado dominado por ciertos tópicos y excesivamente conservador, sobre todo a partir de su hegemonía en el boom del cómic adulto de los 70 y 80. Tal vez por su propia definición como género, que es una manera de delimitar un imaginario con unas marcas reconocibles. Y tal vez lo interesante es que Shaw no practica la ciencia-ficción como género, y eso le da una libertad parecida a la que tenía Tarkovski al moverse por territorios similares en Stalker.
Lo que le interesa a Shaw en Bodyworld es hablar de la identidad y el individuo frente al grupo, y la telepatía le sirve de excusa para explorar nuestros comportamientos colectivos. Con la telepatía, se derrumban las barreras entre las personas, y nos fundimos en un gran «superorganismo» que asimila las historias y los sentimientos individuales. También las sensaciones, claro, que es uno de los temas que más preocupa a Shaw: la representación del mundo sensorial en el cómic, que es algo que tradicionalmente ha estado olvidado. Para Shaw, es crucial la relación entre lo interno y lo externo, la construcción de nuestra personalidad -la ficción de nuestra individualidad especial- frente a las circunstancias sociales y físicas que la determinan. Por eso es muy importante la geografía en esta obra, la descripción minuciosa y concreta de cada espacio y cada escenario, la creación de un mundo muy definido y transitable, sólido y físico. No es sólo el mundo en el que vivimos, es el mundo que nos hace.
Shaw es tan joven que sus hallazgos formales y su osadía como autor nos asombran, pero es evidente que todavía le falta madurez como narrador. Su lenguaje gráfico es muy personal y potente, y está haciendo esfuerzos deliberados por ampliar el lenguaje del cómic que todos le agradecemos. Pero en Bodyworld a veces da la sensación de que el peso que descansa sobre la experimentación con el lenguaje es un poco excesivo. La historia, por otra parte, se inicia con un tono paranoico a lo Philip K. Dick que le da mucho nervio y vigor, pero acaba resolviéndose como una especie de Fuenteovejuna futurista algo decepcionante. Aunque para mí lo más frustrante ha sido el formato del libro. Había leído previamente Bodyworld en internet, y esperaba con curiosidad su traslado al papel porque me pareció que muchas de las virtudes que tenía la obra estaban en su perfecta adecuación a la lectura en pantalla. Shaw -ayudado en el diseño por Chip Kidd- anunció que se había inventado un formato nuevo para el libro, una forma única de trasladar esa experiencia al soporte tradicional. El formato nuevo es, sencillamente, un tomo apaisado en el que la parte superior de la página está donde normalmente estaría el margen izquierdo. Leer el libro así resulta incómodo -precisamente la comodidad en la lectura es la gran baza tecnológica que tiene a su favor el libro como soporte- y no reproduce ni de lejos la experiencia que supone leerlo en pantalla. Tal vez hubiera sido mejor intentar buscar una experiencia nueva que imitar la experiencia producida en otro medio.
Pero bueno, es lo que les pasa a los exploradores: que a veces llegan a un sitio y no había nada, pero eso no lo sabíamos antes de que ellos fueran.

6 comentarios:

el tio berni dijo...

Pues sí, apabulla bastante este Bodyworld hasta que vas llegando a los dos últimos capítulos y ves que la cosa no acaba de cuajar. Como historia, digo, porque los experimentos visuales de Shaw sí que son desbordantes, una barbaridad. Ah, y el personaje protagonista es una cosa memorable.

Santiago García dijo...

Los personajes tienen una densidad verdaderamente "novelesca", sí. El protagonista no de los que acostumbramos a encontrarnos en cómic, pero creo que consigue construir personajes muy creíbles también en los secundarios. Hay un esfuerzo por no caer en lo fácil.

Y creo que también por no caer en el romanticismo facilón, que está tan extendido que nos lo tragamos por todas partes sin casi darnos cuenta.

A mí me ha gustado mucho Bodyworld, es una obra que te abre muchas puertas y que creo que merecerá que se vuelva sobre ella. Pero me parecía también interesante matizar algunas cuestiones.

Santiago García dijo...
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Toni Mascaró dijo...
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Santiago García dijo...
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Toni Mascaró dijo...
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