Para Moto Hagio, Osamu Tezuka también fue una influencia decisiva, igual que, según parece, para todo el manga de posguerra. Y eso que lo que hace Moto Hagio no tiene mucho que ver con lo que hace Tezuka. Pero, según sus propias palabras, fue con él con quien descubrió que los personajes de cómic podían tener psicología, y eso cambió toda su visión de la historieta y la llevó a hacer un tipo de cómic basado principalmente en la psicología y los sentimientos.
Lo primero que leí de Hagio fue They Were Eleven, publicado por Viz en los 90. Era una historia de misterio, ciencia-ficción y confusión de géneros (identidades sexuales, no categorías narrativas) completamente distinta a cualquier otra cosa que hubiera leído antes. Después salió otra obra, A, A', que no me llegó igual, pero dejé hecha una nota mental para estar atento a cualquier otro tebeo de Moto Hagio que pudiera aparecer en un idioma legible. Han pasado años hasta que por fin he tenido ocasión de recuperarla. Hace unos meses apareció en Estados Unidos A Drunken Dream and Other Stories (Fantagraphics, 2010), un volumen editado por el especialista Matt Thorn que reúne diez relatos publicados por Hagio desde 1977 hasta nuestros días.
Tradicionalmente, se engloba a Moto Hagio dentro del grupo llamado de Las Magníficas de 1949, por el año de su nacimiento (que en realidad es sólo el año en el que nació ella, no sus compañeras). La otra representante principal de este movimiento informal es Keiko Takemiya, con quien Hagio compartió vivienda durante unos años, convirtiéndose su piso en un centro de reunión y paso para muchas jóvenes aspirantes a mangakas durante los años 70, de una manera similar al mítico Tokiwa-so del joven Tezuka durante los años 50. Hagio y las otras jóvenes autoras que desembarcaron en el shojo manga en aquella época arrebataron el género de manos de los «hombres de mediana edad» que hasta aquel momento lo controlaban, y lo dotaron de una personalidad propia, basada en un sentimentalismo exacerbado y una estética decorativa. En una entrevista con Thorn que se incluye en el volumen (y que fue publicada originalmente en The Comics Journal), la propia Hagio describe de forma muy expresiva la situación a la que se enfrentaron estas jóvenes revolucionarias en sus inicios:
«Solía ir a la redacción de Shogakukan y me decían: "Los cómics para chicas van 10 años por detrás de los cómics para chicos". Me preguntaban: "¿Por qué las dibujantes de cómics para chicas no dibujan los fondos como es debido?" Y lo que querían dar a entender era que no los dibujaban porque les faltaba la capacidad. Te decían de todo. ¿Sabes eso que hacemos de diseñar una página de manera que el primer plano de un personaje se derrame sobre la siguiente viñeta? Pues te decían que eso no se podía hacer. Eso era lo que tenía que escuchar continuamente, hasta que me inmunicé. Pensaba: "Me da igual lo que piensen estos viejos pedorros"».
En Hagio siempre hubo un componente vocacional junto al profesional. Pertenece a una generación de autoras que habrían dibujado manga aunque no hubieran podido ganarse la vida con él, y esa actitud la llevó a su obra, dibujando siempre lo que quiso y como quiso. Las historias incluidas en A Drunken Dream tienen todas ese carácter personal, ese sello de autor que se revela a través de temas repetidos. Por ejemplo, en la espeluznante Hanshin: Half-God, las protagonistas son dos hermanas siamesas, una de las cuales es bella y estúpida, y la otra es inteligente y demacrada. Ésta se sentirá rechazada por sus padres y por la sociedad en general.
El mismo tema se repite en la excepcional Iguana Girl, donde una mujer tiene una hija a la que ve como una iguana. Pero ella es la única que ve al reptil en sus brazos, para el resto del mundo es una niña normal. La pequeña crecerá viéndose a sí misma como esa iguana, como una criatura monstruosa sin lugar en el mundo, cargando con el peso del rechazo de su madre. Ese peso es aún mayor desde que nace su hermana pequeña, una niña preciosa que recibe todas las bendiciones y el cariño de su madre. La historia está narrada con delicadeza, humor y ternura y, por difícil que parezca, acaba por dejar una nota de alegría en el lector.
Ésa es una de las constantes del shojo que propusieron las Magníficas, esa búsqueda de la sensación agridulce, de un lánguido éxtasis, de una atmósfera tristemente reconfortante. Éstas no son historias de acción, peripecias y aventuras. De hecho, casi no son historias, sino pequeñas observaciones sobre estados de ánimos, puro sentimiento destilado. Son algo completamente distinto de lo que se podía encontrar en los dinámicos tebeos para chicos, y son también, por si hacía falta decirlo, algo completamente distinto de lo que hacían Simon y Kirby en su Young Romance. Mientras que los norteamericanos orquestan fábulas de carácter moral, principalmente, la japonesa trabaja sobre las emociones. La moral no es un tema de su interés.
A Drunken Dream es una joya exquisita, pero también hay que tener en cuenta que puede ser engañoso a la hora de formarnos una idea de Hagio. Al fin y al cabo, se trata de un volumen recopilatorio de historias breves, y Hagio se ha hecho famosa por obras de varios centenares, e incluso miles de páginas. Por otra parte, sólo hay una historia de ciencia-ficción y de amor entre chicos (precisamente la que da título al libro, y que ilustra la primera imagen de este post), cuando ese género y esa tendencia han sido de los más característicos en su trayectoria. Pero eso son observaciones de interés para los estudiosos del cómic. Para cualquier otra persona que sólo quiera leer un puñado de excelentes historietas, A Drunken Dream es la oportunidad de descubrir por fin a una Gran Maestra.
AÑADIDO: Acabo de descubrir que Fantagraphics tiene previsto publicar en agosto The Heart of Thomas, una de las obras más importantes de Moto Hagio.
1 comentario:
Apuntada. Lo de Iguana Girl me ha llamado la atención.
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