Con cuatro tomos ya leídos, Bakuman (Norma), de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata, es exactamente lo que puedo esperar de una serie publicada en Japón en Shonen Jump: un producto comercial hecho según los estándares de calidad de la industria comiquera más potente del mundo.
Bakuman es eso, exactamente. Y algo más.
Después de tener uno de los exitazos de los últimos años, Death Note (que no he leído), a Ohba y Obata no se les ocurre otra cosa que contar la historia de dos chavales empeñados en entrar como profesionales en la industria del manga. Empeñados, de hecho, en entrar en Shonen Jump, la misma revista donde se publica en realidad Bakuman.
Desde el principio hay, pues, un juego de equívocos entre realidad y ficción en este drama romántico contado para el gran publico que, al contrario que otras obras de temática parecida que hemos visto aquí, como la magnífica Una vida errante, de Yoshihiro Tatsumi, o la mediocre Un zoo en invierno, de Jiro Taniguchi, rodea el tono intimista para optar por el espectáculo épico para adolescentes. Pero con una sonrisa irónica.
Bakuman está protagonizado por dos estudiantes de 15 años que se hacen la promesa de conseguir su propia serie de dibujos animados antes de cumplir los 18. La serie de anime hay que interpretarla aquí como la culminación simbólica de un proceso triunfal que se inicia con la creación de una serie de manga y se confirma con la adaptación de esta a la pantalla, y hay que entender que es sobre todo un signo de triunfo comercial y económico, no artístico. El arte pinta bien poco en los discursos expresos de esta serie, al contrario que el oficio, que lo es todo.
Los héroes son Moritaka Mashiro, el dibujante, y Akito Takagi, el guionista, que firmarán en conjunto con el seudónimo Ashirogi Muto. Por supuesto, ambos responden al viejo esquema del héroe desdoblado en dos. Más que con dos personajes, nos encontramos con dos caras de una sola personalidad. Al talento de Mashiro, el dibujo, corresponden las cualidades del corazón. Por su parte, Takagi, el guionista, está dominado por lo intelectual. Y por supuesto, todos sabemos que el corazón es veleidoso, y por eso Mashiro, que empieza dubitativo su asalto al manga, casi arrastrado por la enorme voluntad de Takagi, no duda en abandonarle cuando Takagi se retrasa un poco en entregarle unos guiones, cosa que es perfectamente normal que ocurra entre los mejores guionistas. Por supuesto, la incapacidad del dibujante Mashiro para escribirse sus propios guiones provocará el reencuentro de la pareja creativa, y así la primera lección que nos deja Bakuman: no solo que aquella máxima de "si sabes dibujar, sabes escribir" es una chorrada, sino que los dibujantes son unos cabrones, mientras que los guionistas son buenas personas. Y es que Bakuman, obviamente, está escrito por un guionista, que sin duda lleva ya muchos años trabajando profesionalmente con dibujantes. Hacedle caso: un guionista nunca os engañará.
Este es, pues, el enfoque que tiene Bakuman, siempre al filo de lo real, siempre bañándolo en un punto de ironía. En ocasiones, me recuerda a la vieja serie de TV de Batman de los 60: los adultos se reían con complicidad de los guiños que les lanzaba; los niños vivían las aventuras de Adam West y Burt Ward con toda la intensidad del más histérico melodrama. Aquí también puedo imaginar a los jóvenes lectores de Shonen Jump, aspirantes a profesionales ellos mismos, leyendo con avidez extrema cada viñeta de Bakuman e intentando deducir de ellas cuáles son las estrategias más adecuadas para cumplir con su sueño.
Porque eso sí: información sobre la industria del manga hay a toneladas en Bakuman. Cifras de ventas, sistemas de trabajo editorial, jerarquías de la industria... Todo aquello que hubiera querido saber de niño todo aquel que ha soñado alguna vez con formar parte del gran negocio de las viñetas. Y aunque el mensaje de Bakuman hace referencia explícitamente a las enormes dificultades que entraña el camino del manga y la grandísima competencia que hay que superar, lo hace siempre con un discurso victorioso de superación que anima a dar el paso e intentarlo como si se tratara de un concurso televisivo. En realidad, a eso es a lo que más se parece Bakuman, a un Gran Hermano del manga donde el premio que obtendrán los ganadores será la gloria de su propio anime y, en el caso de Mashiro, el encuentro final con su prometida, la bella y tímida Miho Azuki, a quien no podrá ver hasta que él haya cumplido su sueño y ella el suyo propio, que es ser artista de doblaje de anime. Hasta que llegue ese feliz día, estos chavales de 15 años se han jurado amor eterno pero solo podrán comunicarse por e-mail. ¿Veis a lo que me refería con lo de los guiños irónicos?
En efecto, lo que atendiendo a su descripción argumental podría parecer una serie costumbrista tiene sin embargo el mismo tratamiento que una serie de acción y aventuras estándar, y a los sucesos y conversaciones cotidianas se aplica toda la retórica de una batalla de Dragon Ball. Ese es sin duda uno de los encantos de la serie: es como ver un truco de magia que consiste en que el mago desvele cómo hace su truco.
Tal vez sea el contraste entre este uso de esterotipos fantásticos y recursos narrativos de género y el aparente realismo de la materia tratada lo que provoque que los personajes femeninos resulten tan chocantes. Sí, más todavía que los héroes masculinos. Por un lado, Miho, la novia de Mashiro, es la "virgen madre", y nunca mejor dicho, ya que es la reencarnación exacta de su madre, que parece que le estuviera anunciando con su misma presencia que no hay progreso para ella en la vida, solo reproducción. Por otro, Kaya, la novia de Takagi, es la "moza", fresca, animosa y dinámica, capaz de mezclarse sin problema con los chicos. La "física" frente a la "romántica". En todo caso, ambas son solamente "la novia de", y sus sueños solo se pueden realizar a través de los chicos. A medida que avanza la serie son, cada vez más, los de los chicos, como si para la mujer la entrada en la vida adulta conllevara necesariamente un proceso de disolución de la identidad.
En todo caso, lo interesante es encontrar en Bakuman la posibilidad de corrientes de un posible debate interno en la industria del manga (en la industria cultural, por ampliación), y me interesa sobre todo el debate de la creatividad frente a la estandarización, la inspiración frente a la fórmula.
En el tomo 4 se menciona (aunque todavía no ha aparecido) a un dibujante novato de 26 años que no tiene ninguna cultura manga. Como el clásico artista sin educación, encontró un día un ejemplar manoseado de Shonen Jump en el metro y, sin haber tenido contacto previo con el manga, decidió que él también podía hacer eso. El editor que defiende su trabajo ante el consejo de redacción lo define como un genio frente a tanto jovencito que únicamente produce de acuerdo a fórmulas, estilos y corrientes ya asimilados y consolidados por la tradición. "En mi opinión, hay demasiada información ahí fuera"' dice poco después dicho editor. Frente al modelo que representa este "Aduanero Rousseau" del manga, nuestros héroes aparecen poco después dibujados ante el telón de fondo de la inmensa colección de manga del tío de Mashiro, un mangaka que murió unos años antes. Son esas lecturas las que les sirven de podio sobre el que elevarse para alcanzar su sueño, pero son también el lastre con el que han de cargar.
5 comentarios:
No sé qué tiene este Bakuman, pero engancha, sí. Desde luego, con Death Note, en el cuarto volumen ya empezaba a estar un poco harto, y aquí todavía funciona el elemento sorpresa. Debe de ser que el tema me interesa más.
Hay una cosa que no recuerdo que hayas mencionado en el texto, y es que Bakuman es muy divertido. Divertido de reírse en voz alta, vaya.
Por cierto, muy apropiado el título del post, te auguro grandes proyectos... escritos.
Concuerdo totalmente con tu opinion sobre Bakuman, y es que si nos preguntabamos cual era el ritmo de estos artistas al producir sus trabajos, esta es por decirlo asi, la guia definitiva, un How to.... Saludos
ah, esto del aduanero rousseau me ha encantao. más en una semana que estoy con jerry moriarty a tope.
al final voy a tener que leerme la cosa esta, no?
Muy buen artículo :)
Gracias, Irene, y enhorabuena por "La canción de Ariadna", que me lo leí el otro día.
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