Con mucha frecuencia, cuando leo algo sobre Frank (Fulgencio Pimentel, 2010), de Jim Woodring, me encuentro con que este tebeo protagonizado por un animal antropomórfico imaginario (¿no lo son todos?) se adscribe al surrealismo. Supongo que es en parte porque superficialmente recuerda a algunas de las criaturas que uno se encuentra en las ilustraciones de la corriente que se ha dado en llamar «surrealismo pop» y en parte por pura desesperación para definir de alguna manera esta extraña historieta. A mí, a quien por cierto, la etiqueta de surrealismo pop siempre me ha parecido bastante perezosa, me parece que Frank transita más cerca de los territorios de lo que se conoce como «arte fantástico» que del surrealismo propiamente dicho. Puede parecer una distinción académica, pero creo que en Frank lo que impera es lo irracional, y lo irracional tiene su lógica, que es la que nos atrapa en estas páginas infinitamente releíbles.
Cuando hablo de lo irracional, lo hago en el sentido en el que lo hace Eloy Fernández Porta en Afterpop al hablar de Lewis Carroll: «En primera instancia Deleuze valora en el autor de Alicia la pulsión puramente irracional, el 'haberlo apostado todo al sinsentido', pero también el sentido de la anécdota narrativa como un puro acontecimiento que no se acoge a las determinaciones del principio y el final, de la razón causal y del devenir histórico, sino que 'escapa a los estados de las cosas' y se resiste a una interpretación cultural». Un párrafo que, sinceramente, parece escrito palabra por palabra con este Frank en mente.
Por una vez, merece la pena reconocer que el prologuista famoso (Francis Ford Coppola en este caso) ofrece no solo su sonora firma, sino una intuición por la que entrar en el mundo de Jim Woodring con una orientación válida: «Muchos mitos arcaicos y tradiciones orales, preservados durante milenios en todas las culturas, conservan todavía un sentido para nosotros porque el ingrediente fantástico que los nutre hunde sus raíces en la realidad inmutable». También el Señor Ausente lo vio con envidiable lucidez en la reseña que publicó en su propio blog: Frank pertenece a una estirpe de animales antropomórficos que se remonta a lo atávico, se moderniza en el absurdo de Carroll y desemboca en el apocalipsis pueril de los dibujos animados, que serán la puerta de entrada a la hiperviolencia para generaciones de niños. A todo lo cual cabría añadir en este caso un ingrediente abyecto y existencialista, incluso sádico, que también se encuentra en otra fuente literaria de la modernidad donde hombre y animal se entrecruzan, La metamorfosis de Kafka. ¿Es casualidad que la crucial historia de Gregor Samsa, así como los Bilder de Robert Musil -como recordaba hace poco Andreas Huyssen en una conferencia impartida en Madrid- planteen esta visión grotesca de la humanidad bajo la luz de los animales en una época en la que empieza a forjarse la imaginería de los dibujos animados contemporáneos? Si esta pregunta la contesta algún estudio, agradecería que por favor en los comentarios tuvieran la amabilidad de indicármelo.
Volvemos a las viñetas totémicas y primitivas de Frank, a sus peripecias carnosas de una blandura cruel que son perfectamente atemporales. Las historietas contenidas en este volumen abarcan un periodo de 20 años, y tan actuales se ven ahora como lo parecían en su origen, cuando eran iconos de un cómic indie que apenas asomaba la patita por debajo de la puerta. El nuevo empaquetado que le ha concedido en España Fulgencio Pimentel le sienta, no obstante, estupendamente bien. No se puede hablar de este libro sin decir algo de la edición. En los últimos años nos estamos acostumbrando a que las editoriales españolas nos ofrezcan objetos cada vez mejores, pero Frank es para darle de comer aparte, y probablemente va a quedar como referencia internacional para esta obra. Por una puñetera vez, parece que hemos demostrado que aquí también somos capaces de hacer las cosas bien.
Otras visiones de Frank:
El tio berni en Entrecomics.
Álvaro Pons en lacarceldepapel.
1 comentario:
yo he visto mucho de El Bosco, a niveles plásticos me parece obvio (aunque fuese casualidad, que me extrañaría), pero también esa forma de entender el mundo del autor de El Jardín de las delicias, misteriosa, cabalística, tiene su reflejo en Jim, creo.
Y hombre, surrealismo, a sacos, yo veo más Dalí que la deformación paródico-social de Carrol, sin negarla del todo tampoco... vamos, qeu un tebeo muy, muy rico en interpretaciones, y afortunadamente muy abierto a estas..
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