viernes, 10 de mayo de 2013

MICHAEL MCMILLAN: MAESTRO SECRETO


Michael McMillan en su estudio de San Francisco.


Como colofón a esta serie de Spring Cleaning, voy a mencionar quizás el cómic más extraordinario que he adquirido estos últimos meses. Tan extraordinario que no encaja con naturalidad en ninguno de los grupos que he formado (arbitrariamente) en las entradas anteriores, y merece su propio texto separado. Durante el pasado Festival de Brooklyn una de las cosas que más me llamó la atención fue una especie de periódico de gran tamaño, sin grapar, que contenía un puñado de curiosas historietas en blanco y negro y color que se salían de cualquier corriente en boga en estos momentos. Eran singularmente extrañas y primitivas, y a la vez tenían un aire de modernidad casi intemporal. Eran algo distinto. El autor estaba presente, y eso me desconcertó aún más todavía: un abuelete de aspecto apacible, sentado pacientemente a la espera de que alguien le llevara algo que firmar. Era el ya octogenario Michael McMillan (1933). No es precisamente el perfil de autor que uno se suele encontrar tras las mesas de los festivales de cómic alternativo.

McMillan es otro de los rescates efectuados por ese infatigable investigador de los márgenes de la historieta que es Dan Nadel, editor de Picturebox, codirector de The Comics Journal y responsable de libros antológicos como Art in Time: Unknown Comic Book Adventures, 1940-1980 (2010, Abrams) en el que ya recuperó algunas páginas de este autor. Por situar brevemente a McMillan, podemos decir (y resumiendo brevemente la información que el propio Nadel suministra) que estudió arquitectura y diseño industrial en su nativa California, y luego trabajó en el primero de esos campos y en diseño de productos al mismo tiempo que pintaba por afición. La influencia de una exposición de The Hairy Who, un grupo de artistas inscritos en la corriente de los llamados Chicago Imagists que tenían un estilo figurativo y pop muy cercano al cómic, junto al descubrimiento de Zap Comix #1, el cómic underground pionero de Robert Crumb, le llevó a tantear la historieta, y así es como acabaría publicando Terminal Comics en 1971 con Don Donahue, el mismo editor de Zap. Aunque durante los años siguientes McMillan tendría alguna presencia intermitente en el mundo del cómic (por ejemplo, en la revista Arcade que a mediados de los 70 dirigirían Bill Griffith y Art Spiegelman como un last stand del underground, e incluso en algún número de Weirdo, la cabecera editada por Crumb durante los 80),  McMillan desarrolló su carrera artística en otros campos: pintura, fotografía y diseño, por ejemplo.

McMillan, sin embargo, volvería ocasionalmente al cómic, aunque de forma privada y sin buscar la publicación. Nadel descubrió el material que el artista había ido acumulando a lo largo de los años y quiso hacerlo conocido. Así, organizó una exposición en la galería Tomato House (Brooklyn) entre el 9 de noviembre y el 8 de diciembre que coincidiría con el mencionado Festival. Y a modo de catálogo de esa exposición aparecía este curioso folleto que lleva en su contraportada un texto escrito por el dibujante que alertó a Nadel sobre McMillan: Gary Panter.

En The ZZZZZ Series and other Stories (2012, Picturebox), que así se llama la susodicha publicación, se han reunido en su mayor parte trabajos procedentes del período 1990-2000, intercalados con un par de muestras de los años setenta. La primera parte de esta serie son una suerte de tiras en blanco y negro realizadas con tinta a las que siguen páginas completas a color pintadas con acrílicos. No hay personajes recurrentes ni continuidad entre unas piezas y otras, pero el mero formato parece remitir al viejo modelo del cómic de prensa: tira diaria y página dominical.



Y es cierto que en McMillan hay una nostalgia de los medios del pasado: los viejos héroes de folletín, las sesiones matinales cinematográficas con seriales, los estereotipos del pulp cuando éste era entretenimiento para las masas. Pero eso es sólo un color que McMillan aplica en sus historietas, a la misma altura que otros elementos que tienen la misma importancia. Nadel señala que el montañismo y el ciclismo han desempeñado un papel muy importante en la vida de McMillan durante décadas, y que la influencia de este ejercicio físico al aire libre se aprecia en sus viñetas. Bien es cierto que muchas de ellas parecen girar en torno al movimiento, y que incluso en ocasiones parecen reelaboraciones de las clásicas maquinaciones de Rube Goldberg. Hay un humor soterrado en casi todas las páginas, y un toque de amable surrealismo en muchas de ellas, que se apoya en la existencia de una narración obvia, aunque no siempre lógica. Pero lo narrado tampoco tiene una categoría superior a la configuración de los elementos que se disponen para narrarlo, de modo que de muchas de estas historietas podríamos decir que van más sobre la pura geometría de los dibujos que sobre cualquier otra cosa. Podríamos decir que practican una abstracción figurativa, casi. Lo que importa son las relaciones entre puntos, líneas, trazos, grosores, texturas, blancos y negros, colores y volúmenes.


The ZZZZZ Series and other Stories no parece especialmente sofisticado a simple vista, pero desde hace meses no me puedo quitar sus imágenes de la cabeza y vuelvo una y otra vez a él. Me fascina la facilidad y la limpieza con la que están resueltas todas las páginas, lo bien que están cerradas (McMillan se define a sí mismo no como cartoonist, sino como problem solver), y me fascina también cómo utiliza el lenguaje gráfico de los viejos comic books de ciencia-ficción, fantasía y superhéroes de los años 40, esa rotundidad temeraria de los Fletcher Hanks o Basil Wolverton, y encuentra en ella una potencia irresistible con la que movilizar sus etéreas pantomimas.



El rescate de Michael McMillan es, además, otra evidencia de la historia secreta del cómic, esa historia de vías alternativas apenas atisbadas en las páginas de artistas como Jerry Moriarty o Richard McGuire, que han ido dejando pistas que nadie ha seguido. Maestros marginales a los que tenemos que acercarnos siguiendo largos desvíos si queremos aprender algo diferente.

4 comentarios:

mr.ed dijo...

me encanta el trabajo de este señor designer

Óscar Palmer dijo...

Joder, qué bonito.

fulgencio pimentel dijo...

Este sí que está en el punto de mira.

Santiago García dijo...

Ese comentario me ha causado MUCHO IMPACTO, fulgencio. Supongo que te darás cuenta de que uno no puede dejar caer algo así y dejarlo sin más...