Una clara señal de cómo han cambiado las cosas en los últimos años: cuando vi el nuevo Optic Nerve en la SPX de Bethesda, me llamó la atención que fuera un comic book de grapa. No me esperaba que Adrian Tomine fuese a sacar su nueva obra en ese formato, y hasta dudé por si se trataba de algún número antiguo que no recordaba. Y lo más curioso es que todos los Optic Nerve anteriores son comic books de grapa así que, ¿por qué no iba a serlo éste?
Pues porque su momento ya ha pasado, claro. Lo primero en lo que pensé fue en el último Palookaville, transplantado a formato libro siguiendo los pasos del Acme Novelty Library de Chris Ware. En aquel Palookaville había una introducción del propio Seth explicando el por qué del cambio de formato de la colección. Cuando leí el Optic Nerve #12, descubrí que ahí también Adrian Tomine dedicaba un par de páginas a explicar -con poco convencimiento- por qué este Optic Nerve era, todavía, un tebeo de grapa. Y resulta que, por supuesto, Tomine también se había acordado de Seth y el último Palookaville (véase la ilustración que encabeza este post).
Resumiendo: Tomine viene a reconocer que publicar sus cómics en formato comic book hoy en día es innecesario y hasta contraproducente. Para el autor de lo que antes se llamaba alternativo ya no es obligatorio recurrir al formato comic book para llegar a las librerías. Al contrario. Y al no ser necesario, el incómodo formato -inventado para otros menesteres a los que se adapta mucho mejor, como es la publicación seriada industrial en kiosco- pasa a convertirse hoy en día en un gesto sin sentido, nostálgico. Digámoslo así: un gesto puramente estético.
Y entonces es cuando uno cae: ah, entonces, ésa es su reivindicación. ¿Qué puede ser más necesario en un tebeo que un gesto puramente estético?
Pero basta ya de disquisiciones sobre la forma en que se encuadernan los tebeos. El tebeo en sí: ¿qué tal? Pues a estas alturas, creo que uno ya le tiene tomada la medida a Tomine. Es muy bueno, sigue progresando en lo gráfico hacia esa especie de síntesis ideal entre Jaime Hernandez y Daniel Clowes, y sabe contar sus historias, que más o menos ya sabemos cómo son y hasta dónde llegan. Dicho así puede sonar feo, pero en realidad a mí me gusta mucho lo que hace Tomine, cuando lo hace bien, aunque casi nunca me vuelva tan loco como a mí me gustaría que me volviese.
En Optic Nerve dos historietas se reparten a partes (casi) iguales el espacio. La primera, titulada «A Brief History of the Art Form Known as 'Hortisculpture'», cuenta la historia de un anónimo jardinero de barrio que un día decide convertirse en artista creando esculturas vegetales. El contraste entre sus desmesuradas ambiciones artísticas y el eco nulo de sus esfuerzos (salvo la tensión que su frustración genera dentro de su propia familia) produce -supuestamente- el efecto cómico que moviliza toda la obra. Si alguien lo ha pensado, ha acertado de pleno: el protagonista parece un sosias del Wilson de Daniel Clowes. Menos amargo, porque Tomine es más amable que Clowes, pero moviéndose básicamente en el mismo espectro de caracterización, y hasta de recursos narrativos (el uso cómico del bocadillo de pensamiento, por ejemplo). El final, claro, es más dulce. Se nota que Tomine es feliz, no puede evitarlo.
La forma utilizada para el relato también recuerda poderosamente a Wilson (lo cual es como decir que también remite a Ware): historietas cortas, semejantes a tiras diarias, a dos por página, en blanco y negro, completadas por una página dominical a color cuando correspondería al séptimo día. Un experimento parecido probamos Pepo Pérez y yo en El Manglar hace unos años, con lo cual no es extraño que yo diga que este recurso a la vieja forma de la tira de prensa parece una las salidas más plausibles para contar historias hoy en día apoyándose en las formas del pasado. Ahora bien, si Pepo y yo tomábamos como modelo para nuestra «tira de prensa» el Spiderman de Stan Lee y John Romita, Tomine parece inspirarse más en Gasoline Alley de Frank King, lo cual le sitúa todavía más cerca de la órbita Ware.
Pero justo cuando empezábamos a pensar que no hay otra forma de hacer un tebeo moderno y a la moda que la de remedar las tiras antiguas, Tomine cambia de registro en la segunda historia, «Amber Sweet», y se entrega al lenguaje de los comic books románticos de los años 60-70. En este caso, la protagonista es una chica que ve su vida (principalmente sentimental, pero no sólo) alterada por su parecido físico con una actriz porno. El giro no me sorprende, porque para mí Tomine es el mejor autor de tebeos románticos de nuestros días, y veo clara la continuidad entre sus historietas y las clásicas de ese género. Es más, cuando se presentan los tebeos no superheroicos que producen hoy en día Marvel y DC como ejemplo de que los géneros clásicos están muertos y al público no le interesan, yo siempre pienso que el género sigue vivo en la obra de muchos autores de novela gráfica actuales, que son quienes están reinterpretando y dotando de nueva vida a esos canales creativos. En el caso de Tomine, ya digo, a los tebeos románticos. La finura del dibujo -cada vez más reducido a una sola línea perfecta, como en los dibujos animados de Hannah-Barbera diseñados por Alex Toth- y el tono confesional con el que dota de carácter a los traumas sentimentales de una chica moderna, lo emparentan lejanamente con los corazones partidos y las mejillas lacrimosas de hace cuarenta, cincuenta años.
Al final, las 4o páginas de Optic Nerve #12 dan para mucho: dan para tiras de prensa y comic books, dos lenguajes recuperados para la novela gráfica moderna. La de grapa.
1 comentario:
tomine, siempre quiero reconciliarme con él y siempre me pone nervioso. lo saca en grapa, claro. es el más indie de los indies, creo que ese es su problema.
apunto que sí me gusto mucho 'scenes from an impending marriage', ese peanuts de mayores.
por cierto, qué de tiempo hace que no veo 'escenas de una vida conyugal', y lo que me gusta esa peli! hala, ya tengo plan!
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