Estas semanas he mencionado muchos cómics y autores que me han impresionado de la nueva escena americana, pero creo que ninguno me ha causado un efecto parecido a Benjamin Marra, que posa como veis a la izquierda en el interior de contraportada de sus propios tebeos al tiempo que se define como «hombre del Renacimiento», «académico» o «artista».
Todo lo cual, creedme, se queda corto para describirle.
Benjamin Marra publica sus cómics bajo su propio sello, Traditional Comics, normalmente en formato de comic books de grapa en blanco y negro, impresos en papel de baja calidad. Artefactos materialmente desechables que desde los colores chillones y los rótulos escandalosos de portada anuncian su condición de baratos. Marra quiere hacer subproductos, el tipo de basura que siempre ha sido el cómic y que, según él, nunca debería dejar de haber sido. Alguien ha definido sus tebeos como la clase de cómics que uno leía a escondidas con trece años, porque eran demasiado adultos para un chaval, aunque en realidad los adolescentes de trece años eran su público ideal. Pero ojo, estas fantasías de género replican tebeos que en realidad nunca existieron. Gráficamente, la mejor aproximación que he leído al estilo de Marra es describirlo como algo entre Paul Gulacy y Spain Rodríguez. Y no es sólo por el lustroso estatismo de sus ingenuas figuras, sino porque en realidad todo su proyecto de cómic es el de un mainstream imposible que se desmorona en un underground improbable.
Sus fantasías son delirantes, pero todas están estrictamente fechadas y localizadas, con un riguroso realismo. De hecho, una fecha y un lugar son siempre el punto de partida. Gangsta Rap Posse (2 números publicados hasta el momento) está ambientada en South Central, Los Ángeles, en 1991. La banda de raperos protagonista es lo que un adolescente blanco de 13 años podría imaginar que eran los N.W.A. de aquel momento. Al principio del primer episodio, los GRP escuchan un single de M.C. Babybutzz que se burla de ellos, así que toman las armas y van a visitarle, se cargan a toda su cuadrilla, lo acribillan a tiros, y se largan llevándose su droga y sus chicas. A partir de ahí, veremos cómo graban en el estudio, cómo dan conciertos y cómo entablan nuevas batallas. Por ejemplo, contra la legión de clónicos M.C. Babybutzz Back-Up Dancers, que buscan venganza por la muerte de su jefe, contra la policía de Los Ángeles, o contra un grupo de neonazis. Las batallas no sólo acaban siempre con la indefectible victoria de los Gangsta Rap Posse, sino con su apropiación y violación de todo lo valioso que pudieran poseer sus enemigos. Nada más acabar con los neonazis, se pasan por la piedra a sus mujeres, e inmediatamente después las venden a un tratante de blancas checheno. Todo esto, en un contexto de buen rollo y humor.
El alcalde, desesperado porque no puede detener las tropelías de los GRP, y porque estos violaron en grupo a su esposa, lo grabaron y lo distribuyeron por el circuito underground, con la consecuencia de que «Ahora mi esposa no me deja ni tocarla. No la puedo satisfacer. Lo único que quiere son esas grandes pollas negras», acude a los servicios de Smithsonion, antiguo cantante del grupo Funk Congress International, de los años 70, mosqueado con GRP porque estos samplean sus canciones sin pedirle permiso. Smithsonion intentará acabar con los raperos con la ayuda de su antiguo bajista, Snoozy Koblins, ahora en la cárcel después de que se convirtiera en asesino de la CIA «para llegar a final de mes». Podría seguir contándoos como acaba esto, pero creo que ya os lo imagináis: «Gangsta Rap Posse siempre gana».
Marra revisita el mito (blanco) del superhombre negro (espléndidamente descrito en Black Superpower, el libro de Daniel Ausente que se incluye dentro de la Black Pulp Box de Aristas Martínez Ediciones) en Lincoln Washington, Free Man (un número publicado hasta la fecha). Al pueblo de Butchergrass, Carolina del Sur, en 1868, durante el período de La Reconstrucción después de la Guerra Civil, llega un negro libre para reclamar una propiedad que le corresponde. El racista cabecilla del pueblo intentará expulsarle, aunque su blanca novia se le echa en los brazos, obnubilada por el halo sexual de Lincoln. La tensión acabará desembocando en un enfrentamiento entre Lincoln y el Ku Klux Klan local, donde el negro héroe se comportará como réplica del conocido superhéroe de Marvel, Luke Cage. Al igual que éste, las cadenas son su símbolo, y posee una fuerza y una resistencia inconmensurables. Lincoln Washington, Free Man, es probablemente la versión cutre y extrema de Django Unchained, la nueva película de Tarantino que ni siquiera hemos visto todavía, salvo tal vez Benjamin Marra en el ojo de su mente. Pero es que Benjamin Marra tiene muchas cosas en común con Tarantino, claro.
Con The Incredibly Fantastic Adventures of Maureen Dowd: A Work of Satire and Fiction (un número publicado) pasamos del mito del superhombre negro al mito de la supermujer blanca triunfadora en el mundo profesional y sexual contemporáneo. Seguimos, en todo caso, dentro del ámbito de las fantasías sexuales del adolescente varón blanco. El escenario es Washington D.C. en 2003, donde Maureen Dowd desempeña su trabajo como columnista de opinión política en la prensa. Esto la sumerge en un mundo de intrigas y espionaje de alto nivel internacional, con asesinos y mercenarios intentando silenciarla o robar sus documentos secretos. Maureen no necesita ningún hombre que venga a salvarla, pues es muy capaz de hacer frente a cualquier amenaza, por las buenas o por las malas. De hecho, cuando se cita con George Clooney para cenar y luego se lo lleva a la cama, son sorprendidos por dos asesinos profesionales justo antes de entrar en materia, y es Maureen quien mantiene la frialdad y salva a la estrella de Hollywood, transmutada en nerviosa damisela en apuros. Maureen, como Lincoln Washington, no llega a consumar el acto sexual a lo largo de todo el episodio, pero eso no se debe interpretar como un acto de debilidad o frustración por parte del héroe, sino como una señal del control absoluto que mantiene sobre sus pasiones, su biología y su entorno. Igual que Lincoln elige rechazar a la mujer del jefe blanco, Maureen elige aparearse con George Clooney cuando ella quiere. Lamentablemente, es interrumpida en el acto.
Pero, sin duda, la obra maestra de Marra hasta el momento es Night Business (cuatro números publicados), que es donde todos sus temas y motivos estéticos confluyen más espléndidamente. «1983... The City... The Night...» y bum, ya todos sabemos dónde estamos: en un decorado de Miami Vice, en una portada de Duran Duran ilustrada por Patrick Nagel, en un concierto de Roxy Music... O tal vez de Twin Shadow, ya que en realidad Night Business es retro, no vintage. Realmente, Marra no ha llegado a vivir la época cuya estética más extrema infla y explota con una habilidad majestuosa. Marra ha declarado que la inspiración para Night Business es el giallo, y efectivamente es un asesino enmascarado que utiliza un cuchillo para rajar a sus víctimas quien pone en marcha la acción. Junto a este anónimo criminal, los personajes principales son Johnny, el héroe invencible en el combate cuerpo a cuerpo, que dirige una empresa de representación de bailarinas de striptease -Glamglitz- junto a su socio Steve. Junto a ellos, algunas de sus chicas, principalmente Chastity -Chase-, que está enamorada en secreto de Johnny al igual que él de ella. Un amor puro y verdadero en medio de un escenario de drogas, dinero y prostitución. La flor en el estercolero.
Chase será una de las víctimas del slasher, a cuyo ataque sobrevive, pero no sin pagar un precio. Desfigurada, se convierte en The Rider, una justiciera urbana que patrullas las calles a bordo de una motocicleta de gran cilindrada, vestida únicamente con una capa, unas bragas, un sujetador, un liguero, unas botas altas y un casco de motorista. Será bajo el anonimato de The Rider como conseguirá consumar su demorado amor por Johnny.
La recreación de «1983» que hace Marra no es sólo gráfica. Abundan los textos de apoyo ampulosos, llenos de referencias a la jungla urbana y demás tópicos de la época. La respuesta obvia es recibir Night Business (al igual que sus otros cómics) como una parodia, pero en realidad Marra va mucho más allá. Si son una sátira, lo son porque quieren denunciar algo, y su denuncia es triple. Marra ha declarado que Night Business surge como reacción a los ombliguistas cómics autobiográficos indies, y también a los cómics literarios de Chris Ware y semejantes, a los que admira por sus logros expresivos, pero de los que repudia el concepto de pretender ser algo más que pura basura pulp, entretenimiento barato. Pero, a su vez, los cómics de Marra son también una condena precisamente del pulp. Marra, que es un gran aficionado a los cómics de superhéroes, ya no puede leerlos. Y ésta es su propuesta, su nostálgica revisión de un modelo de cómics de entretenimiento que, en realidad, nunca han existido y con toda seguridad nunca van a poder existir. Por eso Marra es tan diferente de todos, de los indies, de los artistas, y de los comerciales, y ocupa su propio lugar, si es que ese lugar existe. Y sin embargo, eso es lo que es él exactamente: un autor indie que se autopublica sus tebeos de grapa en blanco y negro y se mueve en el circuito indie, un artista que utiliza estrategias avanzadas del cómic de vanguardia (en la SVA fue compañero de clase de Dash Shaw y realizó su proyecto bajo la supervisión de David Mazzucchelli) y un autor de género comercial, aunque los géneros comerciales que él concibe sean completamente marginales, incluso diríamos imaginarios.
Pero, por supuesto, si Marra fuera interesante únicamente por motivos conceptuales, no sería tan grande como es. Sus cómics están llenos de originalidad y de ideas, y son endiabladamente entretenidos de leer. Tan entretenidos de leer como debería ser cualquier cómic, pero especialmente los cómics comerciales. Su fórmula de exploitation con retranca es a lo que Gilbert Hernandez lleva más de una década aspirando, sin acercarse ni lejanamente al éxito que obtiene Marra en este puñado de cómics. Leyendo Night Business uno puede incluso reecontrarse con Frank Miller como icono de los ochenta, como hijo de la época de los calentadores, y darse cuenta de que, aunque hayamos querido ignorarlo durante treinta años, la banda sonora de Daredevil y Elektra era un saxo musculoso tocado por un culturista difuminado por el humo en la distancia. Sí, exactamente a lo Lost Boys. Y la hazaña de ser tan resabiado y a la vez mantener una ingenuidad propia de un tebeo de Fletcher Hanks, ¿eso cómo se consigue? Con un talento singular, únicamente.
Lo último que he conseguido de Marra es un periódico de gran formato que incluye una serie de ilustraciones con texto inspiradas en American Psycho, la novela de Bret Easton Ellis que, en gran medida, también define la estética y la ética que impregna Night Business. El brillante trabajo como ilustrador de Marra (¿y por qué no considerar este American Psycho simplemente un cómic? al fin y al cabo es una secuencia de dibujos y textos engarzados por elipsis que cuentan una historia), propio de un Raymond Pettibon brut, se ve amplificado por el formato elegido. La mezcla del tamaño grandioso y el material deleznable le da ese chic povera que también tienen sus cómics. Conscientemente o no, le guste o no, Marra no es un dibujante de cómics comerciales, y nunca va a tener impacto en el mainstream. Pero sí es un gran artista que hace cómics, algunos de los cómics más singulares y fascinantes del presente.
9 comentarios:
Muchas gracias por esta serie de posts. Realmente, nos dan la medida de todo lo que hay ahí fuera y que no conocemos. Yo creo que es genial que exista este circuito alternativo a los dos mercados americanos, el mainstream de toda la vida de Diamond y Marvel, Dc y aledaños y el antiguo independiente que se ha introducido en el "mercado literario". Ahora, claro, el problema es cuándo podremos ver estos cómics publicados en España, si es que los llegamos a ver.
Verdaderamente fascinante. Marra aparte, me sumo a los agradecimientos por esta serie. Toda ella está llena de cómics inspiradores, y no me refiero de modo "directo". Además, lo son aunque solo te puedas asomar a ellos un poquito, a través de la ventana de Mandorla.
mealegra que hayas citado a Pettibon al final del post. Siempre he visto una relación muy estrecha (sobretodo a nivel grafíco) entre Marra y el primer Pettibon (el de Black Flag y los fanzines).
Gracias por toda esta serie de posts, Santiago. Haces las delicias de todos aquellos que te leemos.
Yo también pienso que la comparación con Pettibon procede. Mucho. De hecho, antes lo iba a decir en mi primer comentario, pero se me olvidó...
Aparte de eso, se me ocurre que la mayor prueba de que la era del 'cómic como producto de consumo basura' ha terminado es la propia existencia de Marra. Solo tiene sentido hacer lo que hace él justamente ahora.
Efectivamente, Pepo. Totalmente de acuerdo. Mientras que antes era algo asociado directamente al medio, Marra ha tenido que esperar a su agotamiento para poder jugar con su estética y convertirla en parte íntegra de su mensaje.
Lo he compartido en Twitter, pero lo traigo aquí porque me parece idóneo http://www.traditionalcomics.com/pages/zorion/page1.html
Primitivismo Cósmico al cuadrado!
De acuerdo con vosotros: sólo tiene sentido volver al lugar donde ya no se está, y reivindicar lo que ya no existe, lo que no existe tal y como él lo concibe. Porque el hecho de que el cómic ya no sea únicamente entretenimiento no significa que no pueda serlo también... el problema es que el cómic de entretenimiento que se hace ahora a él no le vale. Pero con su reinvención del pasado en realidad está inventando el futuro, abriendo una vía nueva llena de posibilidades.
Me ha recordado al Taxista de Martí, y a los primeros cómics de los 70 de Tony Wong como Dragon Tiger Gate:
http://comicscomicsmag.com/wp-content/uploads/JadeGuts.jpg
Muy buenos estos post.
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