viernes, 21 de enero de 2011

EL HAMBRE (Y EL ARTE)


Hojeando la segunda entrega del coleccionable de TBO de Salvat, me encuentro con la historieta de Benejam que encabeza esta entrada y no puedo evitar imaginarla proyectada en una conferencia de algún avanzado investigador norteamericano en un congreso internacional de historia del arte (me cuesta más imaginarlo con uno de aquí). El profesor norteamericano, calvo, con gafas redonda metálicas, barba de tres días y chaqueta de pana, la utilizaría como ejemplo del trayecto seguido por el arte de la opulencia a la miseria en cuanto a valores necesarios para el reconocimiento (visítese, por ejemplo, la exposición temporal de Rubens que todavía está abierta en el Prado para entender exactamente la opulencia como valor artístico).

Pero como mi cabeza está dividida en viñetas, acabo pensando que sí, que es una bonita metáfora del mito del artista romántico, todavía vigente a nuestro pesar, pero que también podría ser una metáfora de la reacción de algunos aficionados al cómic de toda la vida ante el reciente (y creciente) reconocimiento que está trayendo la novela gráfica (perdón, el cómic) a los tebeos en nuestra sociedad.

O sea: cuando el hombrecillo estaba famélico y tenía un aspecto lamentable, todo bien. Ahora, si el señor empieza a engordar, mal.

Ni digo que no, oye. Sólo digo que me parece gracioso ver cómo lo cuenta Benejam en doce sencillas viñetas.

Sigo hojeando el mismo volumen y, apenas unas páginas después, me encuentro esta otra (¿otra?) historieta de Urda:

Es también gracioso (y en cierta medida incide un poco en el trasfondo de todo el asunto) ver cómo dos dibujantes de la casa reinterpretan la misma anécdota. También habla del desbarajuste de materiales que se están metiendo en los tomos de esta colección, y el poco criterio con el que parecen seleccionarse. Pero no era ése el tema ahora mismo, sino la oportunidad de comparar dos versiones del mismo chiste por dos firmas diferentes de la misma escuela. A mí me cuesta decidirme. La de Urda es decididamente más sofisticada en la narración, ya que escamotea el acto fantástico-criminal en sí y lo deja a la imaginación del lector. Pero no sé si ese refinamiento por sí mismo basta para hacerla superior, porque hay algo más brutal y directo en la de Benejam, más ansioso, podríamos decir, y tal vez esté ahí desde el mismo y sencillo título: «El hambre». Parece que dijera: ¿para qué vamos a andarnos con más gilipolleces? Ustedes me entienden... EL HAMBRE.

El hambre, sí, una cosa muy de tebeo.

O de novela gráfica.

Por cierto, hablando de este coleccionable de Salvat, creo que tras las dos primeras entregas me lo voy a saltar. La experiencia acumulativa del coleccionable de Bruguera del año pasado me hizo saltar las alarmas: no se puede meter tanto papel en casa a lo loco. Los filtros son cada vez más necesarios. Y la verdad es que las primeras entregas de este TBO parecen hechas un poco a lo loco. Nada que ver con el funesto Roberto Alcázar y Pedrín, desde luego. Aquí la presentación es excelente, con las páginas bien reproducidas, en blanco y negro o en su color original, en un papel adecuado y con el aderezo de unos textos introductorios siempre ponderados y necesarios de Antoni Guiral y otros. Pero, en resumidas cuentas, las historietas están amontonadas sin orden ni concierto, no se especifican épocas ni publicaciones originales, y la cosa viene a ser como cualquier otra de las innumerables recopilaciones de material de TBO que venimos recibiendo desde hace muchos años. Quizás sea que IDW y Fantagraphics me han vuelto muy caprichoso con sus reediciones de clásicos norteamericanos, pero para mí esto ya no es suficiente. Y es una lástima, porque en los archivos del TBO hay un tesoro de dibujantes como Blanco, Benejam, Urda o Muntañola (qué fascinación sentía de niño por su Josechu el vasco, a quien consideraba por entonces el único superhéroe español), sino que se encuentra, sobre todo, la gran colección de Coll, a quien considero el mejor dibujante de cómics de la historia de España (sí, incluido Vázquez). Mi admiración por Coll ha ido creciendo con el paso de los años, hasta el punto de que cada una de sus páginas me parece hoy en día un extraño y valiosísimo prodigio de milagrosa concepción. Coll es, tal vez, el historietista más original que hemos tenido nunca. Sus perlas están desperdigadas (con generosidad, eso sí) a lo largo de estos volúmenes. Si alguien no lo conoce, entonces sí que tiene un motivo justificado para acercarse a este coleccionable. Os dejo con él al volante:


3 comentarios:

el tio berni dijo...

El tercer tomo de este coleccionable (que se vende junto con el segundo como "segunda entrega") incluye un especial de 1982 o así dedicado íntegramente a Coll, ese hombre. Son 32 gloriosas páginas que valen por sí solas el precio del tomo.

Santiago García dijo...

Sí, de ahí he sacado las páginas que reproduzco.

Y es cierto que son 32 páginas de Coll, pero no son las mejores tampoco, ¿eh? Sublimes, pero a medio gas.

Xacal dijo...

Fantástico! Aquí està la pàgina de fans de JOsep Coll: http://www.facebook.com/pages/Josep-Coll/30206622619