He comentado anteriormente que Gabriel Vargas, autor de La familia Burrón, está considerado el gran historieta nacional mexicano, lo cual parece indiscutible para el público general. Vargas comparte ese honor, tal vez, con Rius (de quien hablaré en el futuro), y con nadie más. Sin embargo, si preguntamos a los conocedores, a los expertos en el cómic, a los puros comiqueros, es posible que nos digan que el más grande fue Germán Butze, autor de Los Supersabios.
Butze (1912-1974) fue uno de los inspiradores de Vargas (se supone que éste nombró Los Superlocos a su primera serie de éxito siguiendo el ejemplo de aquél) y uno de los forjadores de la nueva historieta mexicana de los años treinta. Su gran serie, Los Superabios, que dibujó desde 1936 hasta los años sesenta, está protagonizada por el crío barrigón Panza, que vive aventuras junto a los inventores geniales y juveniles Paco y Pepe.
Yo no voy a entrar en la (innecesaria) disputa entre Vargas y Butze (disputa que, por lo que me han contado, existió en la vida real y tuvo algunos episodios bastante coloridos), entre otras cosas porque no he podido leer muchos episodios de Los Supersabios. Al contrario que La familia Burrón, Los Supersabios no está reeditado, así que no queda más remedio que acudir a los escasos ejemplares originales que uno pueda encontrar en el mercado de segunda mano, normalmente a precios superiores a los que cotizan otros cómics.
Por lo que he visto, Butze era un dibujante y narrador de pura raza, con facilidad para el trazo suelto y desenfadado. Todo lo que dibuja parece trazado con extraordinaria facilidad, con una soltura absoluta y una elegancia que en algunos momentos me recuerda incluso a Coll, por la flexibilidad de las líneas. Las aventuras exóticas -que saltan de una carrera de superautomóviles a una batalla entre facciones de un reino prehispánico escondido- recuerdan por su torrencial fluir a otros cómics clásicos de la época, como el Patoruzú de Dante Quintero o el mismo Tintín de Hergé.
Pero en Los Supersabios hay una segunda dimensión, escondida detrás del exotismo y los inventos vistosos. Una dimensión familiar y crispada, que se encarna en la relación de Panza con su madre y con su abuelo. La madre le castiga brutalmente, y el abuelo es un explotador y un villano a quien el héroe no puede enfrentar porque es su propia familia. Como un primitivo Peter Parker, Panza vive reprimido por su vida personal (familiar) y se desahoga en sus increíbles aventuras. Bajo la apariencia de una serie de evasión y fantasía, en Los Supersabios afloran problemas reales de la sociedad mexicana. La madre está siempre angustiada por la falta de dinero (en una historia menciona que no ha podido dormir pensando en las deudas que le dejó su difunto marido), y en dos de las historias que he podido leer, los premios económicos obtenidos por los personajes en estrafalarias competiciones sirven para impedir que Panza y su familia pierdan la casa.
En Puros cuentos, Juan Manuel Aurrecoechea y Armando Bartra mencionan una historia muy peculiar de Los Supersabios, y la reproducen de forma resumida (de ahí he tomado el par de imágenes con la que ilustro estas líneas). En dicha historia, y sin previo aviso, el lector conoce el destino de los personajes de Los Supersabios veinte años después. Panza está convertido en un mediocre y amargado oficinista, casado y con dos hijos, que apenas gana suficiente para mantener a su familia, todavía lastrada por su envejecida madre y su rejuvenecido (eterno) y cruel abuelo. Panza se pregunta, en un giro retórico muy metafísico, si aquello es un castigo por haber querido crecer.
Posteriormente, Panza busca a uno de sus antiguos archienemigos, y lo encuentra derrotado, anciano y convertido en un mezquino comerciante que se contenta haciendo el mal a pequeña escala con sus clientes: «Aquí hago algunas triquiñuelas todavía ¡Je je!... Les doy kilos de 700 gramos y otras cositas, ¡jiji!... ¡Ah! ¡Qué daría por ser otra vez joven!... Hacerles sufrir otra vez». La desesperación de Panza me resulta conmovedora: «...Esa ansia de vengarse... ¿Qué fue del terror de aquellos tiempos?»
Luego, Panza encuentra a unos igualmente decadentes Paco y Pepe, cada uno ensimismado en sus propios problemas, en sus propias familias, incluso doblegados por las enfermedades. Al final de la historia, Panza, que había abandonado su esclavizante trabajo en un gesto de dignidad, tiene que recuperarlo, tras suplicarle al jefe, pues han desahuciado a su familia, y no le queda más remedio que reintegrarse al empleo, pero con la mitad del sueldo.
En esta historia genial, Butze, que no hace ninguna concesión a sus personajes, se adelanta veinte años a toda la deconstrucción heroica de Alan Moore y sus epígonos, y lo hace a conciencia, no por accidente. Podríamos decir que en Los Supersabios la crítica social está a nivel inconsciente, codificada en las fórmulas de género, y que el arquetipo heroico lleva implícito su propio desmontaje. Como decía, lamentablemente no he leído lo suficiente como para juzgar, pero todas las señales son las de encontrarnos ante una obra maestra del medio.
Sé que las historietas de Los Supersabios de Germán Butze son prácticamente inaccesibles para el lector español (más aún que las de La familia Burrón de Vargas), así que como no hay mejor explicación que la que dan las propias imágenes, a continuación reproduzco una secuencia completa de la serie, a modo de mínima introducción al talento de su autor. Las páginas están sacadas de Los Supersabios nos. 541 y 542 (febrero de 1966), de Publicaciones Herrerías. Que ustedes lo disfruten.
7 comentarios:
Gracias por estos posts, Santiago, me parece tremendamente interesante y hasta necesario acercarnos a un mercado tan enorme y tan desconocido a la vez como el mexicano. Concretamente el episodio que comentas del futuro en los Supersabios me ha dejado a cuadros, he flipado al ver la fecha. Es increíble.
Un saludo.
The Watcher.
Se me ha ocurrido ahora, pero, ¿puede que haya algo de homenaje -o referencia, por lo menos- a los Supersabios en el título de los Supermachos? Supongo que sí, ¿no?
En cualquier caso, tremenda toda la secuencia. Entiendo que la familia Burrón tenga más tirón popular, porque hay algo en la estilización y el movimiento de los SS muy agilísimo y magistral, pero que es a la vez el tipo de cosa que al profano se la trae al pairo, o, para entendernos, que no mete en la balanza a la hora de valorar. Dejando aparte, claro, el hecho evidente de que la familia Burrón permite al lector identificarse etc etc y, por lo tanto, parte ya con ventaja.
Por lo demás, me ha hecho gracia la comparación con Coll, por que es verdad, hay una conexión... coches en movimiento aparte, la gestualidad de los personajes es también de un parecido sorprendente. Hay otra conexión espontánea evidente, en esta secuencia por lo menos, que es el Franquin de "Espirú y los herederos"... aunque concretando, me ha sorprendido mucho la segunda viñeta de la pág. 8, porque es, sin más, ¡un dibujo de Benejam!... lo cual no significa nada, pero por otra parte no deja de ser curioso...
Muy interesante todo, de verdad. Espero mucho el post de Rius, a ver qué sacamos de ahí...
Lo dicho, tres maletas cargadas de "material" para la vuelta...
Y, oye,Manel, tienes razón, alguna viñeta es Benejam directamente...
Gracias a ti por comentarlo, gerardo.
Los Supermachos probablemente tenga una influencia de los Supersabios en el título, Manel. Pero es que en México hay toda una tradición de títulos con "Super" que probablemente derive de la obra de Germán Butze. Por ejemplo, una de las primeras series de éxito de Gabriel Vargas fue "Los Superlocos", claramente inspirada en "Los Supersabios". Y con esto entronco a la idea de que, según lo que me han comentado algunos amigos mexicanos que conocen muy bien el tema, Los Supersabios siempre fue el número 1, por encima de La familia Burrón. Lo que ocurre es que Los Supersabios se acabó cuando se acabó Butze, mientras que Vargas fue mucho más longevo, y con los años fue reinvidicado por intelectuales como Monsiváis, que aquí es un mito. Curiosamente, Monsiváis y Vargas murieron con unos meses de diferencia, este mismo año.
La semejanza con Spirou tampoco me parece descabellada, porque parece bastante evidente que Butze quiso hacer una serie de carácter internacional, no localista. Pero su éxito local fue arrollador. A ver si alguien se anima a reeditarlo.
Ah, lo de Benejam no lo había pensado, pero es verdad. Es curiosa esa mezcla a la escuela TBO y el Spirou simultáneamente. Me encantan los colores, por cierto.
Gracias, este blog es genial
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