martes, 31 de enero de 2012
¡LA MUERTE DE BEOWULF!
Después de la despedida de ¡García!, creo que lo mejor para mi higiene mental es continuar con este exorcismo público de viejos fantasmas creativos y recordar otros de mis Grandes Proyectos Frustrados. La historia de Beowulf es más conocida y hace años que se sabe que no llegó a buen puerto, pero como su nacimiento y su muerte se produjeron cuando yo no tenía blog, creo que nunca he hablado de esto aquí. Como, a pesar de todo, Beowulf nunca ha dejado de dar vueltas en mi cabeza, ha llegado el momento de dedicarle un poco de atención.
Beowulf es uno de los dos primeros guiones que escribí. Cuando empecé como guionista de cómics en 2002, lo hice con dos proyectos simultáneamente. Uno de ellos, El Vecino, junto a Pepo Pérez, ha dado ya tres libros publicados y un cuarto que está en proceso ahora mismo. El otro era Beowulf, un álbum de 72 páginas con dibujo de Javier Olivares.
Cualquiera que haya seguido mi trayectoria como autor se puede dar cuenta de lo que para mí ha significado y sigue significando (y seguirá haciéndolo en el futuro) El Vecino. Forma parte de mi historia pública. Pero en la historia secreta, la inédita, está lo que significa Beowulf, uno de mis proyectos más queridos y también más importantes, a pesar de que nunca haya llegado a concluirse. Que un autor a quien admiro tanto como Javier Olivares estuviera dispuesto a embarcarse en semejante aventura con un guionista novato como era yo en aquel momento fue importantísimo para reforzar mi decisión de dedicarme a escribir tebeos. De hecho, a lo largo de estos años la amistad y el apoyo constante de Javier me han ayudado muchísimo en todos los proyectos que he emprendido, con él o sin él. Pero en aquel momento concreto, cuando estaba empezando a dar dubitativamente y hasta temeroso los primeros pasos, la confianza de Javier fue decisiva. Si él creía en mí, yo no podía ser tan malo. Podríamos decir, pues, que gran parte de la culpa de lo que he escrito desde entonces le corresponde a él. Las reclamaciones, por tanto, a Olivares.
Beowulf era un proyecto muy sencillo y a la vez muy ambicioso. Muy sencillo porque se trataba de una simple adaptación del célebre poema épico anglosajón, una historia que me tenía obsesionado desde niño (volveré sobre eso dentro de un par de posts), y porque me la había planteado en términos muy directos y visuales, sin intentar enriquecerla con adornos inventados y sin buscarle tres pies posmodernos al gato, como por ejemplo en la adaptación cinematográfica de Robert Zemeckis (cuyo guión, escrito por Roger Avary y Neil Gaiman, me gusta muchísimo, por cierto). Al mismo tiempo era muy ambicioso porque dejaba mucho espacio para el lucimiento de Javier, un dibujante a quien considero de primer nivel internacional y que, sin embargo, no había conseguido todavía hacer ese cómic que le colocara indiscutiblemente en el lugar que debería, al menos ante los ojos del público (preguntad a los profesionales y veréis que Javier es un dibujante de dibujantes). Beowulf podría haber sido ese libro, y desde luego Javier lo afrontó como una exhibición de todo su poderío y se puso a pintarlo con entusiasmo. Pero las cosas como son, no lo pudo acabar. Y ahora ya han pasado diez años y Beowulf sólo existe en un puñado de páginas originales, un montón de archivos en un par de discos duros y, por supuesto, en esa cabeza mía que nunca ha dejado de darle vueltas.
Lo que llegamos a reunir fue un guión escrito completo, una gran cantidad de bocetos -Javier es muy minucioso y produce una infinidad de apuntes previos-, un boceto página por página de todo el libro -incluyendo la guía de color-, y 22 páginas acabadas -de las 72 totales-.
Ahora hay que añadir un par de entradas en Mandorla.
La de mañana estará dedicada a algunos de esos bocetos. En la de pasado pondré unas pocas páginas finales.
lunes, 30 de enero de 2012
LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 28: MURDER IN THE NIGHT
(PARTE DEL CAPÍTULO LAS MEJORES HISTORIAS DE BATMAN)
MURDER IN THE NIGHT
Jim Starlin (entintado por P. Craig Russell)
Detective Comics 481-482 (1978-1979)
Apenas se ha recuperado Batman de su aplastante derrota a manos de Hugo Strange cuando le cae otra paliza de órdago. Jim Starlin, que se integraría en la saga batamaniana diez años más tarde para convertirse en el guionista que mató a Robin-Jason Todd, dio aquí un aviso de sus aviesas intenciones. Starlin fue uno de los grandes durante los 70, y uno de los primeros guionistas-dibujantes (o “autor completo”, como se les suele llamar) que llamó la atención en Marvel, con dos epopeyas cósmicas protagonizadas por el Capitán Marvel, Warlock y un villano de su invención, Thanos. Thanos está impregnado de la obsesión por la muerte que se desprende de la mayoría de las páginas de Starlin, y que también se palpa en esta aventura en dos capítulos. En la portada del primero de ellos, Batman salta sobre una calavera, imagen recurrente que encaja con el resto de las fascinaciones mórbidas de Starlin. Es precisamente ese culto a la Dama Pálida y una violencia más que explícita para su momento, lo que distingue a esta historia, cuyo argumento parece por lo demás extraído de los absurdos años de apogeo de los gorilas en DC, durante los 50 y primeros 60. Batman investiga los asesinatos de tres hombres que sirvieron con su padre durante la guerra y descubre que han sido víctimas de la venganza de Xavier Simon, un canalla de la peor especie a quien enviaron a la cárcel años antes. Ahora Simon es un anciano confinado a una silla de ruedas que no duda en confesar todos sus delitos delante de Batman, para inmediatamente colocarse en la cabeza un dispositivo que, al menos aparentemente, le fríe los sesos. En realidad, lo que ha hecho Simon es transmitir su conciencia a un descomunal gorila, paso previo a su transferencia definitiva, con destino al perfecto cuerpo del mismo Batman. El plan va perfectamente hasta que Batman se libera y destruye el instrumental para la transferencia, lo que provoca un incendio en el cual se consume el cuerpo de Simon, que así queda condenado para siempre al cuerpo del simio. Lo que sigue es una batalla a muerte entre Batman y un mono furioso y vengativo. La violenta victoria es para el gorila, que alza en vilo el magullado cuerpo de su adversario para arrojarlo desde lo alto de un edificio, lo cual no consigue gracias únicamente a la intervención milagrosa en el último segundo de un guardia de seguridad que acribilla a tiros al hombre-bestia.
Lo que distingue “Murder In The Night” de las limpias fábulas fantacientíficas de los 50 mencionadas antes es el tono del relato. El primer capítulo es terrorífico, lleno de presentimientos de desastre y de escenas sangrientas de muy mal agüero. El segundo, como las mejores páginas de Starlin, está presidido por un tono fatalista y sombrío y concluye con la derrota del héroe, salvado en última instancia por un deus ex machina. Para acabar de redondear un producto excelente, las tintas del exquisito Craig Russell mejoran notablemente el confuso dominio del dibujo que Starlin acostumbra a exhibir. A pesar de lo excelente del resultado, Starlin y Russell sólo dejaron esta historia para que los fans de Batman la saborearan durante las décadas siguientes. En España, Bruguera publicó la conclusión en el álbum gigante de Batman nº 2, un libro de 64 páginas que en 1979 se vendía al exagerado precio de 150 pesetas. A pesar de la rotulación mecánica y el imaginativo coloreado nacional, una compra imprescindible que también incluye el clásico “The Tomb of the White Bat!”, otra maravilla de Denny O’Neil, Michael Golden y Craig Russell sacada de Batman Family 19.
En 1988, Starlin escribiría la serie de cuatro números formato “Prestige” Batman: The Cult, uno de los primeros y más lamentables intentos de aprovecharse del éxito de The Dark Knight Returns con imitaciones de baja categoría.
viernes, 27 de enero de 2012
jueves, 26 de enero de 2012
¡LA MUERTE DE GARCÍA!
miércoles, 25 de enero de 2012
¿QUIÉN HA DEJADO UN TORO EN EL BORDE DE LA MESA?
Compromiso personal es el que tengo, por ejemplo, con mis amigos Alba Diethelm y Manuel Bartual, de manera que sólo puedo escribir sobre ellos desde la amistad. Y compromiso personal es el que tienen ellos con su microeditorial ¡Caramba!, que tiene su mayor capital en la cantidad desbordante de ideas que maneja y en el talento y la habilidad de sus fundadores.
Gestionando el tinglado desde el salón de casa, Alba y Manolo sacaron una publicación espectacular dedicada a los mecanismos del humor, y a continuación se han descolgado con un libro que es uno de los objetos más singulares que se han visto en el cómic español reciente y que, sin embargo, muestra una coherencia absoluta con su primer lanzamiento. Porque Reunión, de Manel Fontdevila, también está dedicado a explorar cómo se enciende la chispa del humor, cómo se da ese primer paso en dirección hacia la risa.
[Después, el catálogo de ¡Caramba! ha engordado con uno de los libros estrella de las pasadas navidades, Let's Pacheco!, de Carmen y Laura Pacheco; y ya asoma por el horizonte la singular cabeza de Paco Alcázar; termina aquí toda la publicidad institucional y gratuita de Mandorla sobre ¡Caramba!].
Reunión recoge con apariencia de facsímil -la encuadernación imita un bloc de espiral- montones de hojas de los apuntes que ha tomado Manel Fontdevila mientras asistía a las reuniones del consejo de redacción de El Jueves entre 1997 y 2011. Hay en sus páginas un barullo de texto, tipografías espectaculares, dibujos, viñetas, caricaturas y ocurrencias de todo tipo semejante al que se podría encontrar en las hojas en las que cualquier persona garabatea mientras está hablando por teléfono. Siempre y cuando, claro está, esa cualquier persona esté dotada de un talento que, al cabo de los años, cada vez me voy convenciendo más de que es casi sobrehumano o mutante. Podría hablar del testimonio directo -a modo de diario- que supone este cuaderno de la vida cotidiana de España, vista desde la terraza de una revista satírica de actualidad, y cómo los temas que nos parecían preocupantes en 2007 se van disolviendo poco a poco en el magma de la Final Crisis actual, que finalmente parece derretirlo todo, todo, todo, hasta acabar con el mismo cuaderno en una página final que da las explicaciones más pertinentes que se pueden dar sobre la economía mundial.
Pero voy a intentar no extenderme demasiado, así que me voy a concentrar en otra cosa que tiene más que ver con los temas aromáticamente comiqueros que solemos tratar en este blog. Desde luego, no es la primera vez que se hace un cuaderno de bocetos de un dibujante de cómics, ni siquiera de Manel Fontdevila (en alguna estantería de mi casa debe de dormitar el que le publicó Midons hace más de una década), pero sí que creo que Reunión revela que la perspectiva que tenemos del cómic (algunos, claro) es ahora muy distinta de la que teníamos hace unos años.
No hace tanto que la reivindicación del cómic -que nadie os engañe, el cómic lleva toda la vida intentando reivindicarse, esa voluntad no es nueva- venía por el dibujo. La famosa expresión que Toutain tatuó en su colección más lujosa, «Cuando el cómic es arte», se leía como «cuando el dibujo de cómic es tan bueno que es artístico». En 2012, sin embargo, (para algunos) el cómic ya ha alcanzado carta de naturaleza autónoma, y arropado por teorías propias -todavía incipientes, pero con ganas de crecer- se reconoce que sus cualidades más artísticas no están en calidad del dibujo, sino en una suma singular de procesos diversos.
Quiere esto decir que Reunión no es un libro de dibujos para admirar de esa manera desfallecida en la que nos enseñaron a celebrar el Sublime Trazo del Divino Maestro, sino un libro para leer, para recorrer en diferentes direcciones y a diferentes velocidades, y también, claro, siendo Manel Fontdevila el responsable último, un libro para reír. En ocasiones, a carcajadas. Véase por ejemplo la página donde aparece el texto que titula este post.
En resumidas cuentas, y se mire por donde se mire, Reunión es un cómic. De forma libre y singular, que en virtud de esa heterodoxia implícita reivindica el cómic como algo más que un conjunto de formas estandarizadas o como un mero lenguaje formulaico. Leyendo Reunión, a la pregunta «¿Qué es cómic?» responderíamos: «Cómic eres tú», siempre y cuando quien nos clava en la pupila su pupila azul mientras formula esa pregunta sea el ínclito, ubérrimo y manrésimo Manel. Impepinablemente.
Extra 1: Más cosas que hace Manel en los márgenes: Aviador.
Aviador es un microtebeo publicado por Badabum donde Manel Fontdevila se pone lírico, que es algo que le gusta mucho aunque intente disimularlo. Al igual que en el caso de Reunión, la forma también lo convierte en una golosina de sabor especial. El propio Manel os cuenta más cosas en su blog. Ah, y esto también es importantísimo: Manel Fontdevila por fin tiene blog. Internet no volverá a ser lo mismo.
Badabum es, por cierto, otra de esas maravillosas editoriales domésticas que están empezando a proliferar en España, al estilo de ¡Caramba! Entre sus fundadores se encuentra el gran Pep Brocal, de quien ya hablamos en Mandorla. Acaban de hacer un maravilloso vídeo de presentación de su catálogo.
Extra 2: Más cosas que hace Manuel Bartual en los márgenes: 85.12.30.
Manolo se compra una cámara de vídeo para hacer entrevistas a los autores de ¡Caramba! y las energías creativas incontenibles que se agolpan en su sobaco le impulsan a hacerse un cortometraje casero que ya está entre los favoritos del festival Notodofilmfest. Así se escribe la historia, señores.
Extra 3: Dos entrevistas muy buenas donde Manel habla de Reunión.
La primera, de Alberto García Marcos, en la propia web de ¡Caramba!
La segunda, de Rubén Lardín en Vice.
lunes, 23 de enero de 2012
LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 27: I AM THE BATMAN!
(PARTE DEL CAPÍTULO LAS MEJORES HISTORIAS DE BATMAN)
I AM THE BATMAN!
Steve Englehart & Marshall Rogers (entintado por Terry Austin)
Detective Comics 471-472 (1977)
Sin aliento. Así se leen estos dos trepidantes episodios que le dan a Batman un soberano vapuleo con sorpresas continuas y golpes de efecto incesantes, hasta llevarlo al límite. ¿Qué contienen estas 34 páginas? Un extenuado Bruce Wayne que acude a una clínica de reposo y es víctima de un secuestro. Siempre dispuesto a todo, saca el bat-traje de la maleta y se encara con el director de la clínica, que resulta ser su archienemigo el profesor Hugo Strange (¡visto por última vez en Detective 46, 1940). Strange apresa a Batman y, al contrario que la mayoría de los pazguatos de sus enemigos, le desenmascara sin tardanza. En la segunda parte, Batman está preso de Strange, drogado e indefenso. Mientras, su enemigo le suplanta y se dedica a apropiarse de la fortuna de Bruce Wayne. De paso, organiza una puja en la que subasta la identidad secreta de Batman y a la cual acuden tres compradores: Rupert Thorne, el Joker y el Pingüino. Robin acude al rescate y entre él y Batman acaban con el tinglado de Strange, pero no con el profesor, que ha caído en manos de Thorne, decidido a sacarle a golpes el secreto del Señor de la Noche. Strange muere sin soltar prenda. “¡Nunca! ¡Nunca me robarás mi secreto, Thorne! Porque... ¡no es mi secreto! Pertenece a... ¡Batman! Para descubrir los secretos de Batman debes derrotarle a él... ¡no a mí! Fui un necio al pensar en... ¡venderlos! ¡Batman es demasiado bueno para alguien como tú, Thorne! ¡El y yo somos iguales! ¡Nunca le traicionaré!” son sus últimas palabras, en un acto de verdadero heroísmo que Englehart explicaba así: “Es una cuestión de principios. Estaba orgulloso de sí mismo, se respetaba a sí mismo, y sentía orgullo y respeto por Batman. Y no iba a entregárselos a este matón de tres al cuarto, que es la consideración que le merece el jefe Thorne.” Acción, drama, romance, intriga (no olvidemos la presencia de la añorada Silver St. Cloud) y Marshall Rogers en plena forma. ¿Alguien da más?
Posteriores intentos de reunir a los ya seudomíticos Englehart y Rogers con el Señor de la Noche no llegaron a fructificar. A finales de los setenta, DC pensó en licenciar sus personajes para que fueran realizados por otras personas, y aparentemente uno de los primeros proyectos exteriores a DC que se iban a realizar en este contexto era un Batman por Englehart y Rogers. “Se abandonó -explica Englehart- porque básicamente el trato que nos ofrecieron fue que mientras imprimiéramos menos de 10.000 copias, podíamos hacer lo que quisiéramos con el personaje. Si hacíamos más de 10.000 copias entonces tendríamos que someternos a su control editorial. Eso no nos atraía, no íbamos a quedarnos contentos. 10.000 copias es un número demasiado bajo para ir a imprenta. No nos interesaba hacer una historia fenomenal que no pudiera leer nadie, y tampoco estábamos interesados en hacer una historia penosa.” Un segundo intento de aproximación se produjo a mediados de los ochenta, pero de nuevo sin fortuna: “Sin entrar en demasiados detalles -aclara Englehart- se me prometió que tendría control completo sobre los personajes, y a continuación se me dijo que quizás no. Yo no exijo necesariamente el control absoluto, pero sí exijo la capacidad -como una de las personas reconocidas como un experto en este personaje- sí exijo la capacidad, digo, de poder aplicar mis conocimientos y que no sean mutilados por consideraciones burocráticas. Pero las editoriales atraviesan fases, así que las cosas cambian, y en algún momento podrían llegar a darse las circunstancias. Cuando escribía The New Guardians tuve problemas porque aparecía un personaje homosexual, así que no soy un gran fan de la censura, ni tampoco soy un gran fan de las interferencias burocráticas, de manera que tendría que tener la seguridad de que no me iba a ocurrir nada de eso para que aceptara un proyecto como ése.”
viernes, 20 de enero de 2012
EL ACCESORIO MÁS DECORATIVO
«Pero al entrar en el nuevo despacho, Foggy lo encuentra desocupado, salvo por el accesorio más decorativo...» Daredevil #1 (Marvel, 1964), Stan Lee y Bill Everett.