jueves, 15 de diciembre de 2011

UNA ÓPERA BRUTA


Vuelve a ser esa época del año. Sí, amigos, de nuevo ha llegado el día en que en Mandorla nos toca hablar de Prison Pit, de Johnny Ryan, en esta ocasión con motivo de la aparición del tercer volumen, publicado por Fantagraphics como los dos primeros. Cuando escribí sobre el tomo 1 y sobre el tomo 2 ya dije lo fundamental que tenía que decir sobre esta serie: las hostias, la depravación, la hiperviolencia, lo abyecto, la catarsis. Todo eso sigue presente en esta nueva entrega, en la que el simpático Cannibal Fuckface cede buena parte del protagonismo a un nuevo actor recién desembarcado en el planeta Prisión. Por tanto, dejo constancia tan sólo de la fascinación creciente que me produce Prison Pit, que se va refinando en su cruel búsqueda de la salvajada más excelsa. Diría, sí, que en este volumen se aprecia una profundización en el tema principal que anima esta serie: la voracidad del organismo. Devorar a los demás, procesarlos, regurgitarlos, cagarlos o mearlos, y ser engullidos por ellos es el imperativo básico de los personajes que la pueblan. El logro de Ryan ha sido despojar de significado a la representación, de alegoría a la narración. Todo lo que sucede, es en sí, y no en nombre de otra cosa. Y eso no quiere decir que no suceda con una lógica estricta: un plan se va revelando, lento pero seguro, en cada capítulo de esta ópera bruta. Es como si Ryan, página tras página, fuera ampliando los límites de su imaginación, y ésta, al fortalecerse, se hiciera más rigurosa.

El año que viene, por estas fechas, volveremos a hablar de Prison Pit, y probablemente entonces vuelva a ser lo mismo que ahora. Pero mejor todavía. Como ahora.

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