lunes, 30 de abril de 2012

UN FESTIVAL DE CÓMIC


El fin de semana que viene no estaré en Barcelona, y será el primer Salón que me salte en unos cuantos años. Para consolarme de tanta nostalgia, este sábado pasado me administré una visita a otro evento comiquero: el MoCCA Fest.

El MoCCA Fest es un salón del cómic alternativo que organiza en Nueva York el Museum of Comic and Cartoon Art. La edición de este año, como viene sucediendo desde 2009, se celebraba en un edificio singular: el cuartel del Regimiento 69 en la Avenida Lexington, uno de los tesoros arquitectónicos de Manhattan, pero también un marco singular para la reunión de gentes tradicionalmente tan pacíficas como suelen ser las del cómic. Te encuentras mesas redondas presididas por retratos de generales y entregas de premios observadas por murales bélicos. Creo que enriquece la personalidad del evento con un punto bizarro.


Pagando la entrada de 15$ por un día o 24$ por el fin de semana completo (en jornadas que empezaban a las once de la mañana y terminaban a las seis de la tarde), el visitante podía acceder una gran y única sala donde se desplegaban los expositores. Allí se podía acceder a las últimas novedades de las editoriales más destacadas del sector, a una inmensidad de fanzines vendidos directamente desde el productor al consumidor, como los puerros en el Farmer's Market, y a las clásicas sesiones de firmas de cualquier feria del libro que se precie. En un par de salas adjuntas se celebraban a lo largo del día mesas redondas y otras actividades complementarias.

En el MoCCA Fest no encontraremos a Marvel, DC, Dark Horse o Image. Las editoriales presentes más importantes son Fantagraphics, Drawn & Quarterly y Top Shelf. Es decir, lo que en megaconvenciones como San Diego se considera small press. Junto a ellos, y esto es significativo de la inversión de valores que ha vivido el cómic durante décadas, editoriales literarias que se han abierto camino en el cómic a través de la novela gráfica: Pantheon y Abrams. Ambas sacaron músculo durante el evento, soltando cebos de algunas de las novedades que publicarán a lo largo del año. Abrams repartía copias de un cuadernillo de 60 páginas a color con tapas de cartón de The Carter Family: Don't Forget This Song, de Frank M. Young y David Lasky. Pantheon, por su parte, regalaba un cuadernillo en forma de tira de 52 páginas a color de Building Stories, lo nuevo de Chris Ware que se espera para el otoño. En fin: torpedos fuera.


Si bien estas editoriales tienen un gran peso espiritual en el festival, ya que en cierto modo representan el horizonte hacia el que buena parte de los jóvenes autores presentes desearía encaminarse, su presencia física se diluye un tanto en el mar de mesas que está dominado, sobre todo, por historietistas autoeditados o agrupados en diminutos sellos semiaficionados, y que muchas veces ofrecen artículos hechos a mano o de tiradas minúsculas. Y no había sólo norteamericanos: también franceses y escandinavos -una muy nutrida representación-. Incluso pude descubrir a un brasileño (Nik Neves, cuyo Inútil estoy deseando leerme) y un español afincado en Nueva York, José Fragoso, que presentaba su Happyville. Tampoco hay que pensar que la oferta era homogénea: además de los esperados ejercicios de melancolía indie, también había un buen puñado de fanzines de horror, terror, ciencia-ficción y manga (la presencia de autoras orientales o de origen oriental era muy abundante). Ni siquiera todo el mundo vendía cómics: algunos llevaban cuadros, serigrafías, esculturas o camisetas. Pero eso sí: todo muy artesanal.


Los expositores no están dispuestos en casetas, al estilo europeo, sino en mesas corridas. Mi impresión es que esto ayuda a que la comunicación de los autores entre sí sea mucho más fluida. Más que plantearse como una colección de empresas individuales, el evento parece la manifestación de un esfuerzo colectivo, y sospecho que para muchos de los jóvenes dibujantes el mayor beneficio de asistir será la posibilidad de compartir horas de conversación y camaradería con sus colegas, con todo lo que eso conlleva de aprendizaje y estímulo para el futuro. De hecho, en algunos puntos clave había una actividad social continua, como en el popularísimo tramo donde se encontraban Leslie Stein, Josh Bayer y Box Brown de Retrofit Comics.

El contacto directo con los autores es muy estrecho, y eso es lo bueno y lo malo de estos eventos. Lo bueno, porque puedes abordar a cualquier autor que te llame la atención y charlar distendidamente con él. Lo malo, porque ellos también te pueden abordar a ti y, a la menor oportunidad, intentar explicarte ese tebeo tan maravilloso en el que han trabajado durante meses y que puede ser tuyo por sólo 3 dólares. Sobreponerse al sentimiento de culpa que te incita a la compra compulsiva es difícil, y por eso lo mejor es evitar a toda costa el contacto ocular. Esto provoca que a veces pasemos de largo junto a algún tebeo realmente interesante que detectamos con el rabillo del ojo y tengamos que hacer un giro en U para volver directamente hacia él y someternos al pitch -ahora bienvenido- del autor. Casi todas mis compras fueron de fanzines que desconocía previamente, complementadas con un montoncito de novedades de Fantagraphics con las que no contaba pero a las que no pude resistirme al verlas en directo. Con esto falté a mi código, pero un día es un día.

Es posible que al leer esta descripción alguien se acuerde de SPX, el salón del cómic alternativo de Bethesda del que hablé aquí hace unos meses. Normal: ambos son prácticamente iguales en filosofía, organización, apariencia, expositores y público. El Armory Lexington ofrece un espacio mucho más amplio que el salón del Marriott ocupado por la SPX, pero aparte de eso cuesta encontrar alguna diferencia significativa. También es cierto que la SPX estaba mucho más concurrida, pero como suele pasar, es difícil saber si eso se debía a que atrajo a más público o a que el espacio era más pequeño. En Nueva York, eso sí, se quejaron de la asistencia de este año. Lo cual, por otra parte, tal vez sea sólo una tradición inmemorial de los expositores de ferias del libro de todo el mundo.


Además de vagar entre las mesas con una carga cada vez mayor de papeles, cartones y papelajos, aproveché para asistir a algunas de las actividades programadas en las salas anexas. Lo fantástico es que fui a cuatro y cada una de ellas fue distinta de las demás. Una mesa redonda moderada por Brian Heater reunía al británico Tom Gauld, todavía con su Goliath (pronto escribiré aquí sobre él) fresco y al austríaco Nicolas Mahler, que presentaba Angelman en Fantagraphics. También estaba prevista la presencia del belga Olivier Schrauwen, cuyo excepcional El hombre que se dejó crecer la barba ha sido publicado en Estados Unidos por Fantagraphics y acaba de salir en España de la mano de Fulgencio Pimentel (haceos un favor y compradlo; incluso varias veces), pero al final no pudo asistir al festival. La charla estuvo animada, muy bien dirigida, y fue curioso observar cómo la personalidad artística de ambos autores se trasladaba a su personalidad en vivo. Gauld, elegante y sencillo, Mahler, oblicuo y sardónico.


Si bien en la charla de Gauld y Mahler no hubo mucho público, en la que dieron Jessica Abel y Matt Madden la sala estaba a reventar. Abel y Madden tiene un nuevo manual para la práctica del cómic, Mastering Comics, y lo presentaron con un ejercicio práctico consistente en desgranar una checklist de obligado cumplimiento para cualquier aspirante a historietista. Punto por punto fueron explicando todo lo que hay que tener en cuenta: formato, estilo, dibujo y todos esos mil detalles que un autor suele tener bailando en la cabeza en un momento dado y que ellos se han preocupado de formalizar de una manera didáctica. Yo tiendo a ser escéptico con estas guías, primero porque pienso que cada cual ha de encontrar su camino mediante su propia experiencia y reflexión, y segundo porque creo que si no eres capaz de llegar a tus propias conclusiones por ti mismo, tal vez sea porque no estás llamado a seguir esta senda. Pero hubo un punto del checklist que me llegó al alma, y como claramente dijo Abel, si éste no se cumple, todos los demás no sirven para nada: Time management. O uno se organiza para trabajar de verdad, o da igual las ideas y el talento que tenga, nunca va a hacer nada. Obviamente, a esas alturas la charla ya se convierte en un discurso de autoayuda que lo mismo se puede aplicar al cómic que a la cocina -tienes que hacerlo, tienes que cambiar tu vida-, pero debo reconocer que a mí al menos me resultó inspiracional. Abel y Madden son comunicadores excepcionales, y muy compenetrados en su puesta en escena, y eso ayuda sobremanera a la persuasión y a la motivación. Esto es algo que resulta un tanto ajeno a la naturaleza de los españoles, pero que encaja muy bien con el espíritu norteamericano. La mejor prueba era ese público abundante que asistió a la charla, y que no sólo era numeroso, sino muy activo. Tenían muchas dudas, y las expresaron todas hasta donde les dejó el tiempo, sin vergüenza alguna. Todos necesitan saber muchas cosas, y necesitan que se las enseñen y querían aprenderlas. Todos querían ser historietistas. Todos ellos. Y no todos eran chavales. Parece que de golpe muchas personas han descubierto el cómic como medio de expresión personal, y hasta como carrera viable en las artes. Y quieren trabajar en ello. Confieso que me abruma tanta determinación.


A mediodía, el MoCCA hizo entrega del premio Klein «a un artista cuya obra haya elevado el cómic como arte» a Gary Panter. Si hay algo que tienen los americanos, aparte de esa determinación de la que hablaba antes, es un consumado sentido del espectáculo, un saber estar y presentarse, un entendimiento de la necesidad de las ceremonias. Con esto no quiero decir que la entrega del premio a Panter fuera como la salida de los jugadores en el All-Star de la NBA. Ni mucho menos, fue más bien austera y nada circense, pero tuvo la dignidad necesaria para darle un sentido al premio. Quizás el problema sea que estoy tan acostumbrado a entregas de premios bochornosas en España, que cualquier cosa me parece solemne, pero con unos medios mínimos esta gente se la apañó para hacer algo decente.


El crítico de cómics Bill Kartalopoulos conversó durante cerca de una hora con Panter, repasando su trayectoria con ayuda de una presentación de diapositivas, y así todos los presentes tuvieron la sensación de entender a quién se estaba premiando y por qué, y que merecía la pena dedicarle unos minutos. A estas alturas de su vida, Gary Panter es más jefe que nunca, la imagen misma del cool, un tío con aura que sabe expresarse con esa serenidad y sencillez que desembocan en la profundidad. Decir lo máximo con lo mínimo. Uno no puede aprender a tener un pie en el arte de galería y otro en la historieta punk con tanta naturalidad como lo hace Panter. Eso se lleva de nacimiento o no. Se es, o no. Por eso Panter es tan grande. Y ahora que lo pienso: ¿tiene sólo un tebeo publicado en España? ¿Aquel mítico Invasión de los Elvis zombis de hace cerca de treinta años? ¿Es así? ¿Y luego nos extrañamos de tener la crisis que tenemos?


El último acto del día fue, para mí, el más sorprendente y divertido de todos. Creo que jamás me he reído tanto en un salón del cómic. El nombre era «Carousel», y consistía en un espectáculo en el que un grupo de dibujantes leían en público sus historietas, proyectadas viñeta a viñeta en una pantalla, interpretando los textos teatralmente y acompañados de algunos actores de voz. Los dibujantes eran Shannon Wheeler (Too Much Coffee Man), Leslie Stein (que ha publicado Eye of the Majestic Creature con Fantagraphics), Domitille Collardey (que participa en Suspect Device 2), Lauren Weinstein (autora de esa cumbre que es The Goddess of War), Michael Kupperman (que tenía un número nuevo de Tales Designed to Thrizzle You) y R. Sikoryak, que hacía de maestro de ceremonias y adelantó un par de historietas que formarán parte de la continuación de Masterpiece Comics. Dave Hill y Scott Adsit fueron los dos actores encargados de darles apoyo con sus voces.

El invento funcionó mucho mejor de lo que me imaginaba, y no sólo con las historietas cómicas, sino también con algunas más serias. La experiencia de lectura cambiaba completamente, no sólo por la participación de la voz humana, sino porque los lectores -o público- perdíamos el control sobre el ritmo de lectura de la historieta que siempre tenemos en nuestra experiencia convencional. Es más: cuando leemos una historieta, siempre leemos de forma diferente las últimas viñetas -y especialmente la última- porque sabemos que se está acabando y que allí debemos esperar una resolución, una epifanía, o simplemente un gag. Incluso un silencio anticlimático adquiere cierta resonancia cuando sabemos que allí se acaba la historia. Sin embargo, cuando no tenemos el control de la lectura y sólo descubrimos las viñetas de una en una, nunca sabemos si la viñeta que estamos viendo es el gag, el chiste final, la gran conclusión, o sólo una transición hacia algo más definitivo, y todas nuestras expectativas y decisiones se mantienen en tensión hasta el límite. Es decir, con esta experiencia del cómic en vivo, el cómic vive más que nunca.

Se puede decir que todas las historietas fueron un éxito, en gran medida ayudado por el desparpajo y el entusiasmo con el que las abordaron los participantes. Pero el momento cumbre de la sesión fue -no podía ser de otra manera- para Michael Kupperman, que demostró que ahora mismo puede ser una de las personas más divertidas del planeta. Kupperman, que parece un cómico británico antiguo, con su gabardina, su traje, chaqueta y corbata impecables -nada de estilo moderno, completamente clásico- y sus ojos chispeantes y su pelo revuelto, no sólo está produciendo algunas de las páginas más hilarantes que he leído en mi vida -tengo que escribir en cuanto pueda sobre las últimas entregas de Tales Designed to Thrizzle y sobre el apoteósico Mark Twain's Autobiography, 1910-2010- sino que además es un espectáculo ambulante. Su lectura en solitario -haciendo todas las voces, al estilo de Mel Blanc- de una de las historietas incluidas en el último Tales, la titulada Moon 69. The True Story of the 1969 Moon Launch, casi hace que se venga abajo el cuartel. Con una velocidad endiablada, combinaba el estilo de locución de los documentales de los años 50 para los textos narrativos con las variantes más estrambóticas y matizadas para cada una de las voces de las decenas de personajes. Mese saltaban las lágrimas.

Pero más allá del talento innato de Kupperman como escritor y como actor, el Carousel funcionó porque supo tomar algo que es sólo cómic y proyectarlo como una actividad social y compartida sin necesidad de adornos circenses, sin necesidad de efectos especiales, de tramoyas, de franquicias, marcas, accesorios o fanfarrias. Lo que había allí era un puñado de historietistas que hacen sus propias historietas, cada uno con su propia personalidad y estilo, autores de verdad, dueños de sus obras y de su destino, que se mostraban como personas de carne y hueso en contacto directo con su público real a través de la manifestación pública de su trabajo. Así de sencillo, sin necesidad de mayores reclamos. Y funcionó y dio una dimensión real a sus historietas. Repito: las hizo vivir.

Por eso me fui del Armory con la sensación de salir de un lugar vivo, donde hay gente viva creando cómics vivos. Y por eso quizás no sentiré tanto faltar al Salón del Cómic de Barcelona de este año, donde leo que en la presentación oficial no hubo ni un solo autor de cómic, y sin embargo sí representantes de videojuegos y de Rock en Río (?), donde se invita a actores secundarios de Star Wars y se vende el señuelo de los zombis, los robots o lo que toque para que la gente lleve a sus niños allí como quien los lleva al circo y se encuentre por casualidad con algún tebeo. Salí del MoCCA Fest con el convencimiento de que frente a ese concepto del Salón de la fantasía heroica infantil de las grandes multinacionales, existe la posibilidad de plantear un festival donde el cómic esté de verdad en primer plano, un festival que sea sobre cómic, con autores de cómic y para lectores de cómic. Que es, básicamente, lo que me interesa a mí, y no si Han Solo disparó primero o no.

¿Existe ese verdadero festival del cómic en España? Si no es así, ¿se dan las condiciones para que exista? Parecería que éste es uno de esos momentos de «ahora o nunca». Y visto lo visto, va a ser que... Pero, eh, quieto parao, recuerda: cómo me reí con Michael Kupperman. Qué gran día de tebeos y nada más que tebeos en Nueva York.

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 41: BANE


(PARTE DEL CAPÍTULO MONDO BATMAN)

BANE

Al final no fue el Joker, ni Catwoman, ni Dos Caras quien consiguió doblegar a Batman, sino un recién llegado, concebido con el objeto exclusivo de hacer pasar al Murciélago su hora más funesta, de manera semejante a como Doomsday había sido, poco antes, el ogro que aniquilaba a Superman. Bane es un genio del mal dotado de características clásicas. Criado (y templado) en una sórdida prisión en la imaginaria república caribeña de Santa Prisca, Bane es, probablemente, uno de los tíos más duros del mundo. Además de feroz, es extremadamente astuto, y posee el poderío físico de un elefante gracias a los torrentes de la droga “Venom” que surcan sus venas. Acompañado de una cuadrilla de ayudantes, se plantó en Gotham con la intención de hacerse el amo del cotarro. Visto y no visto, descubre la identidad secreta de Batman y monta todo el tinglado de “Knightfall” para acabar derrotando al Señor de la Noche en un duelo personal que culmina en una viñeta estremecedora en la cual le parte la espalda al héroe.

En 60 años de aventuras, ésta ha sido la derrota más completa y humillante de Batman.

Lo malo de ser el pistolero más rápido del Oeste es que cada día te desafía una docena de muertos de hambre que quieren hacerse un nombre a tu costa. Mantener la posición es difícil, y Bane pronto cayó, derribado por Batman-Jean Paul Valley. Protagonista absoluto de dos especiales (Batman: Vengeance of Bane Special 1, 1993, Chuck Dixon y Graham Nolan, que fue su primera aparición, y Batman: Vengeance of Bane II, 1995, de los mismos autores) y de una miniserie de cuatro números, Batman: Bane of the Demon (enero-abril 1998, de nuevo por Dixon y Nolan), últimamente anda asociado a Ra’s al Ghul, mientras los guionistas buscan cómo sacarle más provecho, pues resulta evidente que se trata de una valiosísima adición a la galería de archienemigos.

Bane ha aparecido también en la pantalla, tanto en la serie de animación como en el cine. Si en los dibujos no llevaba a cabo la campaña de conquista de Batman que realiza en los tebeos, resultando mucho menos amenazador, en Batman & Robin, donde lo interpretaba el malogrado culturista Jeep Swanson, queda reducido prácticamente a una mofa del personaje original, ahora convertido en mostruoso guardaespaldas de Poison Ivy.

lunes, 23 de abril de 2012

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 40: AZRAEL


(PARTE DEL CAPÍTULO MONDO BATMAN)

AZRAEL

Ocupar el puesto de Batman no es tarea envidiable, y es precisamente lo que le tocó a hacer a Azrael tras la derrota del Murciélago a manos de Bane, con el consiguiente mosqueo de Dick Grayson, que llevaba toda la vida preparándose para calzarse la capa y la capucha. Azrael fue concebido en una espectacular miniserie (Batman: Sword of Azrael, 1992) por Denny O’Neil y Joe Quesada, con el evidente objetivo de convertirle en jugador decisivo en la inminente saga de “Knightfall”. Jean Paul Valley es el último representante de los vengadores asesinos de la Orden de San Dumas, y como tal responde a “El Sistema”, una programación post-hipnótica que le convierte en una máquina de matar sin remordimientos cuando lo requiere la situación. Tras su conflictivo y breve período como Batman, al cual, visto que “El Sistema” mandaba más que el código moral del Murciélago, tuvo que poner fin violentamente el mismo Bruce Wayne ya recuperado, Jean Paul vive sus propias aventuras en Azrael, la serie mensual que desde 1994 escribe O’Neil y dibuja Barry Kitson.

lunes, 16 de abril de 2012

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 39: ARAÑA NEGRA


(PARTE DEL CAPÍTULO MONDO BATMAN)

ARAÑA NEGRA

Nunca fue un supervillano, sino un vehículo para ejercer algo muy de moda durante los 70: la “denuncia social” (de pacotilla, por supuesto). O, dicho de otra forma, la influencia de los “comics relevantes” en Batman, mezclados con un poco de blaxploitation. La Araña Negra (Detective 463, 1975) era Eric Needham, un yonqui que en el transcurso de un atraco mata a su propio padre. Esto le lleva, como es lógico, a hacerse un disfraz de superhéroe (que inevitablemente tiene que recordar al de Spider-Man) y emprender una guerra a muerte contra los traficantes. Las sucesivas reapariciones de la Araña han ido ligadas al sórdido mundo de la droga, siempre de actualidad, y han acentuado la vena trágica del personaje, que volaba en pedazos (¿o no?) en Shadow of the Bat 5 (1992). Era uno de los escasísimos personajes negros en la historia de Batman.

lunes, 9 de abril de 2012

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 38: ANARKY


(PARTE DEL CAPÍTULO MONDO BATMAN)

ANARKY

Personaje inventado por Alan Grant y Norman Breyfogle en 1989 (Detective 608), Anarky no es ni amigo ni enemigo de Batman, pero sí un peculiar elemento incendiario en la siempre inestable Gotham City. De connotaciones políticas evidentes, bajo la máscara de Anarky se oculta un adolescente, Lonnie Machin, empeñado en sabotear el sistema, lo cual le lleva a continuos conflictos con el Hombre Murciélago que nunca se resuelven satisfactoriamente para Batman, incómodamente alineado con las fuerzas represoras cuando tiene delante a Anarky. La habilidad con la que ha sido tratado por Grant ha multiplicado su potencial, y le ha llevado a protagonizar su propia miniserie en 1997.