miércoles, 29 de septiembre de 2010

EL VECINO DIGITAL


Ayer me descargué una copia en cbr del Vecino de una página ilegal. Fue una sensación muy rara. De pronto, me sentía como Iron Maiden. ¡Pepo, hemos triunfado!

martes, 28 de septiembre de 2010

BUENO, PUES LÉALOS...

[Orquídea presenta: Casos reales del F. B. I. nº 39, agosto de 1961; Editora México]

ESPIONAJE EN ALEMANIA

[Orquídea presenta: Casos reales del F. B. I. nº 39, agosto de 1961, Editora México]

lunes, 27 de septiembre de 2010

CLUB DE LOS SUPERFRÍOS

[Los Superfríos nº 46, 25 de marzo de 1969, Editorial Meridiano]

HUMOR MACABRO, NEGRO Y HUESODÉLICO

[Los Superfríos nº 73, 30 de septiembre de 1969, Editorial Meridiano]

domingo, 26 de septiembre de 2010

BIOGRAFIAS SELECTAS 154

[Biografías selectas nº 154, Edar, 7 de octubre de 1961; portada de Antonio Gutiérrez]

BIOGRAFIAS SELECTAS 49

[Biografías selectas nº 49, 31 de octubre de 1959, Edar; portada de Antonio Gutiérrez]

BIOGRAFIAS SELECTAS 71

[Biografías selectas nº 71, 5 de marzo de 1960, Edar; portada de Antonio Gutiérrez]

miércoles, 22 de septiembre de 2010

HOY VIVIMOS EN EL FUTURO

¿Dónde viviremos en el futuro? Hoy vivimos en el futuro es una historieta que hice con Javier Olivares y que apareció publicada en El futuro será luego (2008).

«SÍNTESIS DEL HUMORISMO MUNDIAL»





[Ja-Já nº 143, 26 de noviembre de 1952]

LA NOVELA IMPACIENTE

PAblo, el lector impaciente, reseña La novela gráfica.

martes, 21 de septiembre de 2010

BIOGRAFÍAS SELECTAS 45

[Biografías selectas nº 45, 5 de septiembre de 1959, Edar; portada de Antonio Gutiérrez]

BIOGRAFÍAS SELECTAS 68

[Biografías selectas nº 68, 13 de febrero de 1960, Edar; portada de Antonio Gutiérrez]

BIOGRAFÍAS SELECTAS 81

[Biografías selectas nº 81, 14 de mayo de 1960, Edar; portada de Antonio Gutiérrez]

DIAMANTE NEGRO

[Diamante negro nº 214, septiembre de 1970, Editorial G. P. C. B.]

AVENTURAS DE MAR Y SELVA

[Chanoc nº 288, 16 de abril de 1965, Publicaciones Herrerías].

POR EL TERROR Y EL PÁNICO

[«Yo las maté», en Islas Marías El Penal del Pacífico año 1, nº 12, 27 de abril de 1963, Editorial Ortega Colunga].

lunes, 20 de septiembre de 2010

PERDIDOS EN LAS GUERRAS SECRETAS


Por motivos profesionales, recientemente he tenido que releerme Secret Wars, la que fue la segunda serie limitada de la historia de Marvel, allá por 1984-85. Los ochenta superheroicos han quedado tan marcados por los tebeos que Frank Miller y Alan Moore publicaron a partir de 1986 que parece que todo lo anterior ha quedado sepultado en el pozo de la ignominia, y tanto más esta aparatosa maxiserie de 12 números que Marvel publicó como parte de una campaña promocional de una marca de juguetes y que escribió el propio director editorial de la casa, Jim Shooter, a su vez uno de los profesionales de la industria americana más vilipendiado de las últimas décadas.

En resumen, sobre Secret Wars pesa desde hace casi 25 años un estigma, en sus viñetas luce el baldón de la vergüenza, y su posición como una de las producciones significativas de los 80 ha sido reducida a polvo por los martillos pilones de Watchmen, Dark Knight, Born Again y demás renovadores del género.

Pero, como decía, han pasado 25 años, y ahora, más que nunca, es el momento de leer de verdad Secret Wars. Primero, porque la distancia con la problemática figura de Jim Shooter debería ser suficiente como para no juzgar su trabajo por motivos ajenos a los puramente creativos. Secret Wars, como Shooter, ya es historia. Segundo, porque al releer ahora Secret Wars he descubierto que no es una serie de hace 25 años. Es una serie de ahora, o tal vez incluso del futuro. Es, probablemente, el tebeo de superhéroes más visionario y futurista que se ha hecho desde Giant-Size X-Men nº 1 en 1975. Lógico que haya sido incomprendido. Pero claro, sólo ahora podíamos darnos cuenta.

Lo primero que llama la atención es cómo Secret Wars se anticipa al éxito de la telerrealidad. Muchos años antes del triunfo de Big Brother y de todo lo que ha venido después, Secret Wars plantea lo que es, en efecto, un reality show con superhéroes. Los personajes se reúnen para participar en un concurso, y, conscientes de que todo lo que hacen lo hacen para un espectador (el lector) se comportan como estrellas, como figuras autoconscientes que continuamente actúan y hablan para la cámara oculta. Todo el tiempo dicen «Yo, Creel, el Hombre Absorbente, voy a comerme un melocotón...», o bien, «Tú, Capitana Marvel, podrías ayudarme a arreglar la cisterna del váter» (los ejemplos son inventados). De hecho, incluso establecen formalmente y de manera expresa y dialogada sus respectivos niveles de fuerza, algo fundamental para que el juego sea comprensible por parte del público. ¿Cómo si no se puede entender que cuando Magneto tiene que reafirmarse ante el ataque de sus dudosos compañeros, los superhéroes, no les diga que es más poderoso que todos ellos, que sería lo conforme no sólo a la tradición supervillanesca, sino también a la lógica de la situación, sino que ninguno de ellos está a la altura de su poder, «salvo tal vez Thor»? ¿Cómo se le ocurre a Magneto hacer semejante salvedad en un momento tan dramático? Tal vez porque las reglas del juego imposibilitan mentir a los personajes: están obligados a respetar sus papeles para poder continuar en el concurso.

Por supuesto, la realidad de la telerrealidad de Secret Wars es que no es realidad, es todo ficción. Los personajes no existen, sólo se comportan como si de verdad existieran, pero son todos inventados. Con lo cual, en realidad, Secret Wars no se está adelantando tanto a la telerrealidad como al paso posterior a la telerrealidad, es decir, a la telerrealidad de ficción. O dicho en otras palabras: Secret Wars, en 1984, está inventando Perdidos.

Es imposible releer ahora Secret Wars y no pensar continuamente en Perdidos. Dos grupos de personajes arrastrados a un mundo ignoto e inaccesible salvo por medios especiales, un mundo inventado para la ocasión, donde suceden fenómenos extraños y las reglas de la naturaleza son impredecibles. Ambos grupos, reunidos por un poder superior cuyos designios son indescifrables, se ven obligados a enfrentarse en un drama moral maniqueo cuya recompensa será alcanzar aquello que desean sus corazones. El polo del bien está representado por el Capitán América, y recuerdo que mientras veía Perdidos siempre pensaba que Jack era, exactamente, la representación del espíritu del Capitán América en la serie. El polo del mal está personificado en el Doctor Muerte que, como John Locke, es un ser humano deformado por un accidente que, finalmente, es poseído por una fuerza metafísica superior a él mismo. Entre los grupos se mueven personajes dudosos, como Magneto, que es el Sawyer de Secret Wars, y también aquí, como en Perdidos, finalmente un personaje se queda voluntariamente en el mundo, a modo de guardián de la isla. El personaje que es, precisamente, el más humano de todos los personajes y el más parecido a Hugo Reyes: la Cosa. Y nunca más humano que en esta ocasión, pues en la última imagen en la que lo vemos está convertido en Ben Grimm.

Podría abundar en las comparaciones entre Secret Wars y Perdidos, porque es fácil hacerlo. Hay pueblos atrapados entre las diversas facciones en guerra, hay curaciones milagrosas, hay culebrones sentimentales, enamoramientos y desenamoramientos, y sobre todo hay una manera de tratar la acción que se parece mucho a lo que hemos visto recientemente en la serie de televisión. Los personajes se mueven en grupo, vagan por el bosque, de pronto aparece alguien entre la maleza, tienen una conversación, se mueven en masa a otro sitio o se dividen para cubrir dos puntos, discuten sobre el liderazgo, sueñan continuamente con volver a casa... Hay una alternancia continua entre el movimiento de masas y el primer plano introspectivo, como solía ocurrir en Perdidos.

Pero tampoco quiero incidir en demasía en este aspecto, para no desviar demasiado el tema. Puede que Secret Wars haya sido una inspiración (¿inconfesada?) para Perdidos. A estas alturas todos sabemos que muchos guionistas de cómics han participado en la serie de televisión, y que incluso los que no son guionistas de cómics han crecido leyendo tebeos. Casi me atrevería a apostar que la mayoría de los guionistas que escribieron Perdidos han leído Secret Wars en algún momento de su vida. Pero eso no importa, puede que sea todo una casualidad, no se trata de demostrar nada. En todo caso, lo único que se demuestra es que, como decía, Secret Wars iba 25 años por delante de su tiempo.

Eso es algo que se podía esperar de Jim Shooter, quien es, claramente, uno de los guionistas más brillantes que ha tenido el comic book de superhéroes en los 40 últimos años. Un tío que debuta con 13 años tiene que tener talento. Y quien lo dude, que se revise la muerte de Ferro Lad, una historia de la Legión de Super Héroes que DC ha reeditado hace poquito en un hermoso tomo de su colección Classics. Ese niño ya iba muy por delante de sus mayores en los años sesenta. Ya estaba escribiendo la nueva Patrulla-X en 1965, cuando todavía se publicaba la original.

Shooter conjuga una extraordinaria habilidad para absorber la esencia de la tradición en la que trabaja con una gran capacidad para descubrir las innovaciones pertinentes para el momento. O sea, hace que reconozcamos lo que escribe, y entonces le da un giro nuevo. En Secret Wars, por ejemplo, entiende perfectamente la esencia seudoshakespeariana de los personajes Marvel, tanto en la grandeza innata de la que les dotó Jack Kirby, como en la expresión rimbombante que les dio Stan Lee con sus diálogos grandilocuentes. Su Doctor Muerte, que hace de trágico Hamlet con el inestimable apoyo de Yorick-Klaw, es un magnífico recitador de textos sembrados de palabras como «iota» o «infinitesimal». El escenario es desnudo -completamente alejado de lo humano, un paisaje puramente superheroico de maquinarias y montes genéricos, aptos para la destrucción indiscriminada- y los personajes son de una pieza, enmascarados indesenmascarables, como Santo y Blue Demon -es significativo, por ejemplo, que Iron Man no aparezca ni una sola vez sin el casco, y que a Spiderman sólo le veamos mostrar el rostro de Peter Parker en una viñeta, y eso porque el guión exige una demostración de cómo funciona su nuevo traje alienígena-, pero por debajo de esa fachada tersa hierven los fuegos sagrados del género. Toda la historia gira en torno al deseo y el poder. El poder, que es el gran tema adolescente de los superhéroes, ya que la adolescencia es la época en la que deseamos desesperadamente, porque carecemos de poder para cumplir esos deseos. Shooter entiende esto, y así desarrolla la que quizás sea la formulación definitiva y menos cursi del lema esencial de Marvel. Ya sabéis: todo gran poder conlleva una gran responsabilidad. El no lo dice ni una sola vez a lo largo de toda la historia, pero lo explica de forma muy convincente. La mayoría de los que han venido después lo repiten constantemente sin saber lo que significa.

En cuanto a la construcción dramática, es brillante la pausa y el ritmo con que se prepara la escena de la destrucción de los superhéroes, al final del penúltimo capítulo. Es aún más brillante la manera en que Klaw utiliza el poder de las imágenes -de la imaginación- para vencer a Muerte: una maravillosa metáfora de la forma en que las obras de ficción influyen en la realidad. Pero, sin duda, la gran aportación de Secret Wars es su realismo descarnado. Esto son los superhéroes, así se reconocen y se comportan, sin ninguna duda. El realismo no es Watchmen, que es mero ilusionismo. Secret Wars acepta a los superhéroes como son realmente -como entidades de ficción, planas y coloridas, que existen en viñetas- y lleva esa realidad a su última consecuencia. Y así vuelvo a lo que decía al principio: a la telerrealidad de ficción.

Quizás la vulgaridad del dibujo sea lo que más desluzca Secret Wars. Mike Zeck (y no digamos ya el torpe Bob Layton, que le sustituye en un par de episodios) hace un trabajo que parece como de un John Buscema de saldo, y ya sabemos que Buscema nunca creyó en los superhéroes y que, salvo excepciones, solía hacer tebeos muy desangelados con ellos. A Zeck le pasa un poco lo mismo. Dibujante de talento, no acaba de creerse lo que cuenta. Su territorio natural está más apegado a la tierra, la calle y los personajes de carne y hueso que a Galactus y los horizontes fantásticos. ¿Cómo habría sido Secret Wars dibujado por Geoff Darrow? Sí, es una temeridad. Pero, por no irnos tan lejos, ¿cómo habría sido dibujado por el propio Jack Kirby? Bueno, quizás no haya que imaginar tanto: en esa misma época, Kirby estaba dibujando Super Powers para DC, otra serie inventada para vender juguetes. Finalmente, lo que tenemos es lo que hay: un anuncio de juguetes obscenamente descomunal que dice todo lo que había que decir de los superhéroes en 1984, y que explica detalladamente lo que habría que seguir diciendo en 2010.

LO QUE LOS HOMBRES DE HOY, QUEREMOS

[Amigos de la pobreza nº 35, 26 de julio de 1962; Edar; argumento de Guillermo de la Parra].

Y LUPE LLORABA

[«Huracán en la breña», en Como México no hay dos nº 11, 26 de febrero de 1966, Ediciones Latinoamericanas]

domingo, 19 de septiembre de 2010

LA MEJOR HISTORIETA DEL MUNDO, SIN LUGAR A DUDAS


[La vida de cuadritos, Rius, DeBolsillo, 2010; edición original, 1983]

UN IMPACTO A LA EMOCIÓN


[Anuncio en Lágrimas, risas y amor nº 132, Edar, 24 de mayo de 1965].

DEL PAQUÍN AL WEBCÓMIC


Desde este viernes está inaugurada la exposición Del Paquín al webcómic: los caminos de la historieta mexicana, en el Centro de Cultura en España (calle Guatemala 18). Hoy me he acercado un momento a echar un vistazo rápido a la muestra, y sin entrar en grandes profundidades diré que sirve de excelente introducción a lo que ha sido a grandes rasgos el cómic en este país. Comisariada por Luis Gantús, pone el mayor énfasis en el «cómic industrial», que ha tenido tanto peso en la tradición mexicana, y ocupa sus últimas salas con el «cómic de resistencia» (o sea, el cómic crítico, político, social y alternativo) y el webcómic, que es un poco el refugio de los jóvenes artistas que intentan abrir caminos nuevos resistiendo a las dentelladas de la crisis universal de las viñetas. La exposición es también un aperitivo de las jornadas de cómic del Centro, que ocuparán el mes de octubre y de las que espero aprender mucho. Ahora sólo tengo tiempo para dejar algunas imágenes de las salas y las obras que allí se pueden contemplar, pero más adelante volveremos sobre el tema.






EL ENCALZONADO DE PLATA


[El encalzonado de plata, 1969, foto de Carlos Blanco reproducida en De San Garabato al Callejón del Cuato, 2009]

VES A TU PAPÁ Y DE REPENTE VES AL SANTO


[Ilustración de Adolfo Martínez Cabrera, tomada de Santo de mi devoción. Una exposición atómica, suplemento gratuito de la revista Comikaze].

¿Desde que naciste sabías que tu papá era El Santo? O un día te dijo: «Hijo, tenemos que hablar». ¿Cómo lo viviste?
Lo fui descubriendo, de hecho [mis padres] me decían que en la escuela tenía que decir que mi papá era agente viajero. A los tres años me tomaron fotos con El Santo pero no me acuerdo, y fue como a los siete que lo acompañé a una función de lucha libre que me di cuenta de que mi padre era luchador, y de que era El Santo, ahí me enamoré de la lucha.

(...)

¿Cuéntame ese momento?
Íbamos en el auto, mi papá atrás y yo adelante con su representante Carlitos Suárez. Llegamos a una placita de toros que se llama El Cortijo, yo ya la conocía porque íbamos seguido a comidas y festivales taurinos porque los dueños eran compadres de mis papás, pero aquel día había mucha gente y pensé que había corrida de toros, cuando de repente la gente comenzó a acercarse, a golpear el auto y a gritar: ¡Santo-Santo-Santo! Y cuando volteo ¡me encuentro con El Santo sentado en el asiento trasero! Así que sí que fue muy fuerte para mí... Luego lo vi luchar, al principio me dio mucha emoción pero después me espanté cuando lo golpearon porque sabía que era mi papá... Y bueno, fue un domingo muy intenso y un domingo que no olvido.

[Entrevista con El Hijo del Santo en Lee+ año 2, número 18, septiembre 2010].

sábado, 18 de septiembre de 2010

LA NOVELA DE LA TECLA Y DE LAS LETRAS


Dos reseñas más de La novela gráfica. La primera, incluida en el último número del boletín Cómic Tecla, el número 32, que se puede consultar y descargar gratuitamente aquí.

La segunda, de Patricio Pron, en la revista literaria Letras Libres.

FUERZA, ODIO Y RENCOR

[«El pecado de Oyuki», de Yolanda Vargas Dulché y Antonio Gutiérrez, en Lo mejor de Vid presenta: Colección de Yolanda Vargas Dulché, 2007].

RAROTONGA

Como el amigo elpablo demandaba algo más sobre Rarotonga, aquí van unas líneas y algunas imágenes más al respecto. Efectivamente, como Pablo advertía, la verdadera protagonista de la historia no aparece en el par de viñetas que había entresacado en mis dos últimos posts. Rarotonga es una «mestiza» (así se refieren a ella repetidamente) que manipulando el pavor supersticioso de los nativos, gobierna una pequeña isla de Oceanía como una caprichosa y lasciva diosa del amor y la muerte. A la isla llega el doctor Alejandro Rivera, médico ejemplar, candidato al premio Nobel, inteligente, entregado, generoso, solidario, desinteresado, casado felizmente y padre de dos bellas hijas que le adoran tanto como su esposa. La familia le espera en su ciudad de origen (que podría ser México, aunque no se menciona expresamente), mientras el doctor se sume en la batalla contra la enfermedad que está exterminando a hombres y animales por igual en aquellas perdidas latitudes del sur. Por supuesto, el choque entre el emisario blanco de la razón y la civilización y la divinidad negra de la lujuria y el deseo no tardará en producirse. ¿Conseguirá Rarotonga seducir al impecable doctor Rivera y someterle a sus antojos? ¿O acabará siendo ésta una historia de la cazadora cazada?

Esto sería más o menos el resumen del argumento que podríamos hacer para la nota de prensa. Lo cierto es que yo recordaba algunas imágenes de Rarotonga vistas cuando era muy niño y que me habían perturbado profundamente: parecían prometer una historia incandescente de erotismo y magia negra, como mínimo. En realidad, Rarotonga no tiene nada de sobrenatural, y es simplemente uno de los más exóticos tebeos románticos que salieron de la factoría de Guillermo de la Parra y Yolanda Vargas Dulché, esposos y guionistas, y de sus colaboraciones con el maestro del medio tono Antonio Gutiérrez. Rarotonga empezó a publicarse en el nº 535 de Lágrimas, risas y amor (3 de marzo de 1973), editorial Edar, y fue uno de los más resonantes éxitos de la familia, que por entonces ya contaba con una larga carrera y dominaba completamente su oficio. Guillermo de la Parra y Yolanda Vargas Dulché fueron los fundadores de Editorial Vid (Parra = Vid), uno de los emporios editoriales más importantes de Latinoamérica, y que todavía es una de las empresas de más peso en México. Durante años, crearon numerosísimas series de éxito en todo tipo de géneros populares, entre ellas la protagonizada por el que probablemente sea el personaje de cómic más famoso de este país, Memín Pinguín, a quien Yolanda puso como nombre el apelativo cariñoso que tenía su marido (entonces novio). Algún día tengo que hablar de El pecado de Oyuki, de Vargas Dulché y Antonio Gutiérrez, que acabó siendo una telenovela de éxito no sólo en México, sino también en Japón.

Volviendo a Rarotonga, Vid publicó una edición recopilatoria en formato prestige que ocupó cinco tomos en 1998-99 (cerca de 500 páginas en total). Es posible que llegara a España, pues en ese momento la editorial mexicana distribuía sus productos en nuestro país, aunque no lo recuerdo. Como edición, es una de las mayores masacres que he visto jamás. A su lado, la ediciones de Vértice de los cómics Marvel parecen académicas. Cierto que estos remontaban las viñetas, pero al menos las incluían todas. La edición del 98 de Rarotonga directamente la resume. A continuación presento una comparación entre el inicio de la edición original en Lágrimas, risas y amor y el inicio del Rarotonga de Vid.

Éstas son las dos primeras páginas de la edición de Vid:



Que se corresponden, aproximadamente, con las ¡ocho! primeras de la edición original:








Aunque la comparación anterior es bastante elocuente, no me resisto a recuperar otra que afecta a uno de los momentos cumbres de la historia. En este caso reproduzco primero la versión original, fantásticamente narrada por Parra y Gutiérrez:



Aquí, como queda en la reedición de Vid:



A pesar de las tropelías cometidas en la reedición con el color (o seudocolor, al estilo de las viejas fotografías en blanco y negro coloreadas), el remontaje, las ampliaciones de viñetas y la vulgarización de la rotulación, a pesar de que la compresión del relato afecta de manera evidente al ritmo del mismo en numerosas ocasiones, Rarotonga sobrevive con su embriagadora capacidad para fascinarnos con todas las armas del culebrón clásico hecho con convencimiento y sabiduría. Es un monumento kitsch que te derrota a cara descubierta, aunque estés sobre aviso y seas un lector postmoderno y resabiado. Novelita por entregas, novelita popular que utilizó el soporte cómic como podría haber utilizado la radio o la televisión, Rarotonga es una reliquia de un tipo de cómic que hace muchos, muchos años que no se practica, al menos en occidente. Y que hoy, sin embargo, podría releerse con ojos contemporáneos. Sólo habría que integrar sus páginas tal cual, al mismo pequeño tamaño al que fueron publicadas originalmente y en su delicado medio tono, en un libro que llevara en la portada la etiqueta «novela gráfica». Es una broma, por supuesto. O tal vez no. Puede que algún editor avispado lo averigüe.

En el blog del pablo hay un dibujo original de su autor en homenaje a Rarotonga, y un enlace al vídeo de Café Tacuba de la canción dedicada a la mestiza irresistible de los mares del sur. No os lo perdáis.